2018 – DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO
“Domingo del ciego de Jericó“
Es el último milagro de Jesús camino de Jerusalén.
El ciego de Jericó grita en medio de la multitud cuando pasa el Señor. Tiene un gran deseo de poder ver.
Su plegaria, oración, se mantiene en la tradición orante de la Iglesia, de manera muy viva, en la Iglesia de oriente, en la invocación constante del nombre de Jesús: la oración del corazón.
Mucha gente lo hace callar, pero Jesús lo llama y le pregunta: “¿Qué quieres que te haga?“. El ciego le contestó: “Rabbuni, que recobre la vista“.
El ciego ve y sigue al Señor.
Quien estaba excluido de la luz, encuentra una luz más grande, la de la fe.
El milagro más grande es este: lo primero que ve el ciego Bartimeo es el rostro de Jesús. Tiene un claro significado bautismal. Recordemos que el Bautismo recibía el nombre de “iluminación” antiguamente.
El ciego es el símbolo e imagen de tantos creyentes que se incorporan a la multitud que, según la profecía de Jeremías aclaman: “Gritad de alegría“.
Son los que el Señor llama y reúne.
Los que salían llorando, vuelven consolados, porque el Señor les lleva a las aguas del Bautismo.
Son los que habían salido a sembrar llorando y vuelven llenos de alegría cantando con el Salmo: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres“.