2018-DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO
“Domingo del fin del mundo presente”
El Evangelio es ya escatológico. Al grito del arcángel Miguel el pueblo de Dios se salvará cuando el Señor vuelva en la gloria de su Reino (primera lectura).
El Evangelio, después de anunciar los signos anteriores al final, signos espantosos, dice extrañamente que el Señor no viene a juzgar sino a reunir a sus elegidos que vendrán de los cuatro vientos.
Las palabras del Hijo sobrevivirán a la destrucción del cielo y de la tierra.
Son palabras que pasaran sobre nosotros y sobre todas las generaciones: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasaran“.
Los creyentes nos abrimos a la gran esperanza de la salvación y del Reino consumado.
Hemos de vivir en medio de las vicisitudes de la historia del mundo y de la nuestra, que el Salmo expresa con delicadeza: “Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti“.
Tenemos la certeza del sacrificio de Jesús, que, según la carta a los Hebreos, es el único y perpétuo sacrificio. Por este sacrificio nos salvaremos.