2018-LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR
Los Padres de la Iglesia, especialmente los de oriente, y la mejor exégesis actual explican el sentido teológico del acontecimiento de la Transfiguración del Señor, de importancia capital, como anticipación del Misterio Pascual y como confirmación de la misión que había recibido en el Bautismo del Jordán.
Al mismo tiempo como anuncio de la transfiguración de nuestra humanidad a semblanza de su cuerpo glorioso. Así el prefacio propio canta: “para manifestar que, en el cuerpo de la Iglesia entera, se cumplirá lo que, de modo maravilloso, se realizó en su Cabeza”.
Una vez más todas las Iglesia celebran unánimemente esta fiesta y reencuentran, como mínimo, en la celebración litúrgica la unidad rota.
Gozan de la luz increada, el Espíritu Santo, que se manifiesta en la luz resplandeciente y procedente del interior del cuerpo del Señor, de la voz del Padre y del testimonio de la ley y de los profetas.
Tanto el Padre revela al Hijo, como el Hijo revela al Padre y sólo el Espíritu de ambos nos introduce en su misterio de Amor y en la “luz tabórica”.
La clave de interpretación es siempre la misma: la Resurrección del Señor.
El leccionario para los tres ciclos es de una extraordinaria riqueza.
En oriente la Transfiguración del Señor es celebrada con una especial solemnidad. La fiesta se celebra idealmente cuarenta días después de Pentecostés, como cuarenta días después se celebra la exaltación de la santa Cruz.
Todo está bajo el signo de la manifestación de Dios Trinidad.