2018 – SAN OSCAR ROMERO DE AMÉRICA Y LA LITURGIA
¿Qué tiene que ver el arzobispo Romero y la liturgia? La vinculación de san Oscar Romero de América con la liturgia esencialmente viene de su martirio. El día 24 de marzo de 1984, mientras el santo arzobispo acababa el canon y antes de la doxología las balas le penetraron el pecho y su sangre se mezcló con la Sangre preciosa de Cristo. Dispararon los sicarios de la dictadura militar. El martirio consumó la Eucaristía que celebraba y su comunión con Cristo fue la más alta. Participaba del cáliz que los apóstoles fueron invitados a beber, su vida y su muerte imitó la de Aquel “que ha venido no a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate de la humanidad“. Un rescate que vale la libertad de los hijos de Dios. Mons Oscar Romero, dedicó su vida al servicio del Evangelio en una sociedad marcada por la pobreza y la opresión. Vivió como pastor de la Iglesia el Misterio de la Pascua del Señor no en la teoría teológica, sino en la verdad de su vida y de su muerte.
A menudo todavía creemos que debemos ir a Misa “para que Dios esté contento de nosotros”. Dios siempre está contento porque ve en todos la imagen de su Hijo. En la Eucaristía lo más importante no es lo que nosotros hacemos por Dios, sino lo que Él hace por nosotros. Nos da el Hijo en el Amor del Espíritu Santo. De tal manera que es una acción en la que opera toda la Trinidad. Es un torrente de amor que viene del Padre, manifestada en la oblación del Hijo, presente sacramentalmente, y llega a ser en nosotros un dinamismo de amor y pasión por la justicia. En cierto modo cada cristiano se apropia de las palabras de Jesús: “Este es mi Cuerpo entregado por vosotros” “esta es mi vida dada por vosotros“. Esta fue la vida de san Oscar Romero de América, el santo Arzobispo del Salvador.
Cuando era profesor del Instituto Superior de Liturgia tuve ocasión de codirigir académicamente la tesina de un sacerdote de El Salvador sobre el Misterio Pascual en la predicación de Mons Oscar Romero. Fue una ocasión para leer sus homilías. Era una predicación viva. Una entrega de la Palabra al pueblo. No con un discurso gris, sin pregnancia, sino una predicación comprometida y comprometedora. El santo arzobispo desde un amor a su pueblo, desde su situación de dolor, anunciaba la esperanza y el consuelo que vienen del Reino de Dios, consumado en la resurrección de Cristo. Es una Iglesia que acompaña el dolor del mundo.
La predicación cristiana no debería dejar indiferente a nadie. La predicación nunca se improvisa, es carismática ciertamente, pero se autentifica por los pastores que viven con una solidaridad inclusiva con su pueblo. El ministerio de Mons. Oscar Romero constituyó una liturgia ofrecida, en la vida, en el sacramento y finalmente, en la sangre (in sanguine).
Ciertamente que la Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace la Iglesia, pero también es verdad, que la Iglesia hace el martirio y el martirio hace la Iglesia. La construye, la hace fecunda.
El martirio del santo Arzobispo del Salvador nos enseña que la liturgia es la plenitud de la vida encarnada, como la cruz en relación al ministerio de la vida pública de Jesús. Y que un cristiano que recibe la Eucaristía, en la boca o las manos, no importa, hace entrar a los pobres en su corazón, como un peso, como un dolor. La opción por los pobres no es nunca ideológica, es evangélica. Una Iglesia que celebra la Eucaristía necesariamente está de parte de los pobres y de la justicia. Con razón san Juan Crisóstomo predicaba que la procesión de las ofrendas siempre termina en el altar de los pobres. Esto vivió el santo arzobispo de El Salvador, que él ore por nosotros.
Mn. Rafael Serra.