2019 – DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO
Domingo de la primera vocación.
El Señor predica la Palabra de Dios en la playa y ve dos barcas, de las que habían bajado los pescadores para limpiar las redes.
Una era la de Simón Pedro, a quien le pide que la aparte un poco de tierra, y desde la barca predica.
Después le es dicho que reme mar adentro y eche las redes.
Por la obediencia a su Palabra la pesca se convierte abundante.
Para Simón Pedro aquel hecho constituye un signo de la santidad divina, hasta el punto que exclama: “Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador“.
Le reconoce como Kyrios y se prostra a los pies de Jesús.
Desde esta experiencia, Jesús llama a Simón al apostolado, e igualmente a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo.
Ellos lo dejaron todo para ir con Él.
Esta es la condición para seguirlo.
Su misión será salvar a los hombres del mal, significado por el caos marino: “Desde ahora serás pescador de hombres“.
Cada año, el veintiocho de junio, el pórtico de la basílica de San Pedro de Roma es adornada con una red enramada de boj en memoria de la vocación de los apóstoles y de la Iglesia.
También el Señor llama a Isaías en la manifestación de su santidad.
Cada Eucaristía es manifestación de la santidad del Señor. Somos un pueblo que se une con los ángeles a la alabanza del tres veces Santo (véase el Salmo de hoy), y que se siente enviado por el Señor a caminar con Jesús.
El trisagio “Santo, Santo, Santo” presente en la lectura de Isaías pasa al Nuevo Testamento (cf. Ap 4,8) y expresa una liturgia doxológica, eterna y cósmica, de la que participan la creación y los santos.
Los fieles, participando en la liturgia terrestre participan ya en la liturgia celestial (SC 8), a la que son llamados a participar eterna- mente.
El versículo del Salmo expresa el propósito de unirse a los ángeles adorantes para cantar en la presencia del Señor: “Delante de tus ángeles, tañeré para ti, Señor“.