2019 – DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO
Domingo de Lázaro y el rico Epulón.
La liturgia de la Palabra está centrada en el tema de la justicia.
La parábola de Lázaro hay escucharla y predicarla como lo que es, una parábola con su lenguaje propio.
No sería bueno sacar conclusiones referentes a los novissima.
Hoy no se habla del “más allà”, sino del “más acá”.
Se describe la situación del hombre rico y su opulencia en los banquetes y los vestidos.
También la situación del pobre. Este tiene nombre: Lázaro; el otro no.
Los ricos y los poderosos de este mundo tienen nombre y publicidad, los pobres son anónimos.
En el Reino de Dios es al revés.
Lázaro está sentado a la puerta de la casa del rico y cuando éste entra no lo ve y permanece insensible a su situación.
Mientras el rico banquetea, Lázaro se muere a las puertas de su casa.
La indiferencia crea un abismo y una ceguera.
Hay una fosa profunda que los separa. La cuestión se resuelve en el más allá: el pobre se convierte en rico y el rico en pobre.
El primero vivía de las migajas del rico; ahora se invierten los papeles, y es el rico quien reclama las migajas que no le son dadas.
La conclusión es ésta: hay que vivir según la Palabra de Dios (Escritura) que nos exige compartir los bienes y no endurecer el corazón ante el sufrimiento de los hermanos.
Por eso Jesús remite siempre en su predicación a la Escritura (Moisés y los profetas).
Aun la presencia de un muerto resucitado es inútil debido a la ofuscación provocada por las riquezas.
Se afirma que el poder de la avaricia y el egoísmo, llevado a categoría existencial, deshumaniza tanto que hasta a un muerto resucitado no se le haría caso.
Quizás la última referencia sea una alusión a la fe pascual de la comunidad.
Justamente por la mención de los profetas se proclama el gran oráculo de Amós contra los poderosos insensibles a los pobres.
En el fondo la parábola es expresión narrativa de la bienaventuranza de Jesús en la versión de Lucas: “Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios” (6,20).
La dimensión social del Reino de Dios se manifiesta con todas sus exigencias. De aquí brota la perentoria y desconocida doctrina social de la Iglesia.
No olvidemos que el nombre de Lázaro está presente en la antífona exequial “In paradisum“: “Tengas con Lázaro, pobre en otro tiempo (quondam), el descanso eterno“.
La muerte llega inexorable y todos morimos como pobres, necesitados de la Misericordia de Dios.