2019-PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
La fiesta de la Presentación del Señor no es propiamente mariana, sino cristológica.
Es una de las “doce fiestas” de las Iglesias de oriente, celebrada allí con gran solemnidad, porque es la fiesta del Encuentro del Señor con su pueblo.
Es realmente una fiesta ecuménica.
San Sofronio, Patriarca de Jerusalén, predicaba el año 634: “Por eso vamos en procesión con antorchas en nuestras manos y nos apresuramos llevando luces; queremos mostrar que la luz ha brillado sobre nosotros y significar la gloria que nos viene a través de Él. Por eso corramos juntos al encuentro del Señor“.
Es Dios mismo, que en la humanidad de Jesús, toma posesión de su templo, anulando la gloria del primer templo; por eso los Salmos 23 y 46 resuenan hoy con plenitud de significado.
María llevaba el verdadero templo de Dios en sus brazos: “La humanidad del Hijo de Dios“.
Mosén Jacinto Verdaguer, poeta catalán, dice bellamente: “Sus brazos son candelabros de oro que sostienen la Luz del mundo“.
En el templo, María escucha la profecía de Simeón que marca el destino enorme del Niño y de la Madre.
San Bernardo lo ha expresado muy bien: “Ofrece a tu hijo, santa Virgen, y presenta al Señor el fruto bendito de tu vientre. Ofrece, para reconciliación de todos nosotros, la santa víctima agradable a Dios».
La monición del Misal al inicio de la celebración es decisiva para comprender el sentido de la fiesta: “También nosotros, unidos en el Espíritu Santo, vayamos a la casa de Dios, al encuentro de Cristo, el Señor. Lo encontraremos y le reconoceremos allí en la fracción del pan hasta que venga de nuevo en gloria“.