2020 – DOMINGO III DE PASCUA
En todos los ciclos (A, B, C), el III Domingo de Pascua se escucha en el Evangelio una epifanía del Señor resucitado.
Este año, el relato de los discípulos de Emaús.
El Señor mismo ejerce la “divina mistagògia” e introduce a los discípulos -durante el camino- en el conocimiento de la Escritura, y se les hace presente en la Fracción del Pan, mientras sus corazones son abrasados en el Espíritu Santo.
El camino de Emaús es el camino de todos los y las discípulos de Jesús a lo largo de los siglos, por lo tanto, nuestro camino.
Lo más importante, sin embargo, no es el camino de ida, sino el camino de regreso: el encuentro -en la fe y en el amor- con Jesús Resucitado nos hace misioneros.
Jesús desaparece, “desapareció de su vista“, pero nos ha dejado la Palabra y el Sacramento.
Hay que tener presente que este relato de los discípulos de Emaús encuentra un apunte final y completivo en la proclamación del Evangelio del III Domingo de Pascua en el Ciclo B (el próximo año).
En la primera lectura, escuchamos la predicación de los apóstoles que anuncian el kerigma: Cristo ha muerto y resucitado por nosotros, y nos ha dado el Espíritu Santo.
Tal y como se proclamará en el Evangelio, “Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetes“, para Pedro, Cristo es la clave de interpretación de toda la historia de Israel, e incluso de la creación del mundo: “previsto ya antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos por vosotros” (segunda lectura).
El cordero inmolado, sin tara o defecto, y su sangre preciosa recuperan para Dios la creación perdida.
Todo el Antiguo Testamento -también toda la creación- se orienta hacia el evento de la salvación.
Así somos rescatados de la “conducta inútil“: conocemos el sentido de todo “de manera que nuestra fe y nuestra esperanza están puestas en Dios“.
Como Salmo responsorial se canta el Salmo 15, interpretado, según la primera lectura, como una profecía de la muerte y de la resurrección del Señor.
Realmente, nos tiene que conmover cantar el Salmo con el que los apóstoles predicaban la gloria del Señor viviente y glorificado.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2020, Liturgia fovenda, p.216)