2020 – DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO
Continúa la proclamación del Discurso del Monte.
El Señor, desde su autoridad divina “pero yo os digo” enseña que Él no viene “a abolir la Ley y los Profetas, sino a dar plenitud“, a cumplirlos.
Jesús en la cruz los cumplirá con toda perfección.
Allí “todo se cumplirá” (cf. Jn 19,30).
Desde esta perspectiva enseña los “preceptos menos importantes“, las Bienaventuranzas.
Es pequeño “en el reino de los cielos” quien no los cumple, y es “grande” quien los cumple.
“Grandes” en el sentido de que éstos son quienes hacen avanzar el Reino de Dios y lo hacen presente en el mundo.
Los discípulos de Jesús han de vivir una justícia, misericòrdia, mayor que la de los escribas y la de los fariseos.
La moral cristiana no se reduce a lo que es suficiente, sino que se orienta a lo que es “de más a más” (magis): todo lo que va más allá (trasciende) de lo que es debido y merecido.
El argumento de la vida cristiana no es el pecado sino la gracia.
El cristiano no debe estar preocupado sólo por lo que no debe hacer, sino por lo que tiene que hacer como fruto de su seguimiento de Cristo.
Si no lo hace, está destinado al fuego del infierno “gehenna” que, en este caso, no significa la condenación eterna, sino el lugar donde se queman los desechos, como un resto de serie inservible.
En el Salmo se canta que los que obran así son “dichosos” (bienaventurados): “Dichoso el que camina en la ley del Señor“.
San Pablo continúa su “discurso sobre la Cruz” como sabiduría de Dios, escribiendo aquellas palabras sobrecogedoras: “Si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria“.