2020 – DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO
Domingo de la parábola “del buen sembrador“.
Durante tres Domingos escuchamos la predicación de las parábolas del Reino de Dios (Mt 13).
La del buen sembrador es la primera del evangelista, una parábola suficientemente conocida y célebre.
El sembrador es el mismo Señor; la semilla, la Palabra; y el terreno, el corazón de cada uno.
La gracia hace que dé fruto extraordinario “ciento, sesenta, treinta“.
El corazón dará fruto no por sí mismo, sino por la semilla sembrada en él: existe, por tanto, una tierra buena, disponible y apta.
Quien tiene el corazón duro como una piedra o habitado por los afanes de la vida o por un espíritu superficial, no puede comprender la Palabra de Dios.
¿Por qué, pues, Jesús les habla en parábolas? Sólo se puede hablar del misterio de Dios en imágenes, símbolos.
Hay que ser discípulo, tiene que darse un principio de fe, para comprender el lenguaje de las palabras.
Sin la fe, muchos oyen, pero no escuchan interiormente; ven, pero sin llegar a contemplar nada (la cita de Isaías).
La falta de fe es un impedimento para comprender. Aquí tiene sentido el aforismo: “fides quaerens intellectum“, la fe que busca entender.
El Señor mismo dijo: “Buscad, y hallaréis” (Mt 7,7).
Si no hay disponibilidad del corazón, la semilla se seca, no cuaja, y el Maligno toma lo que ha sido sembrado en nosotros.
A los discípulos que se abren a la fe, Dios les da “a conocer los secretos del reino de los cielos” y, por ello, se les explica el significado.
El que cree, comprende, y el que comprende, cree aún más, y así “in crescendo: Al que tiene se le dará y tendrá de sobra“.
Fe, amor y conocimiento siempre confluyen.
En la primera lectura se anuncia solemnemente que la Palabra de Dios no vuelve nunca infecunda o vacía, sino habiendo cumplido la misión que Dios le había encomendado.
Todo lo que el Señor siembra en nosotros no puede germinar sin la gracia, vista como “la lluvia y la nieve que bajan desde el cielo“.
Todo es de Dios: la semilla, el crecimiento y el fruto.
Este Domingo y los tres siguientes se proclama el magnífico y sublime capítulo 8 de la carta a los Romanos.
El autor de estos comentarios a las lecturas dominicales sintió de labios de una religiosa joven, que moría de cáncer, las palabras del Apóstol: “Los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestarà“.
Esta religiosa llevaba en sus manos una rosa que sus hermanas le habían dado.
El mensaje del Apóstol no es ideología, es vida.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2020, Liturgia fovenda, p.289)