2020 – DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO
Domingo de la mujer cananea
Jesús se retira a la región de Tiro y Sidón, fuera de Israel, ciudades marítimas, antiquísimas, comerciales y paganas.
Una mujer cananea pide la misericordia del Señor a favor de su hija endemoniada.
La súplica viene de su condición de madre: la enfermedad de su hija era una vergüenza social y la niña era la razón de su vida.
En el original griego, la presencia de la mujer es algo sorprendente: primero por su condición de mujer, y segundo por su condición de extranjera.
El relato de Mateo, como el paralelo de Marcos, es muy duro.
Primero Jesús no le hace ningún caso; luego, manifiesta que ha sido enviado únicamente a las ovejas perdidas de Israel; y por último, cuando finalmente la escucha, le dice una palabra insoportable, despiadada, de una extraordinaria dureza: “No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos“, Mt 7,6: “no deis las cosas sagradas a los perros“.
Queda claro que ella es y representa a los que están fuera de la Alianza, los paganos.
Sólo hay un camino para acceder: la fe.
Una fe que se manifiesta en ella hasta el límite posible con la respuesta: “Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos“.
Su fe es atrevida. Se atreve a contradecir al Señor: los que invocan su Misericordia y le invocan como Hijo de David tienen también derecho al pan de los hijos.
Aunque sean las migajas.
El Señor, por su respuesta, la elogia y le dice: “Mujer, qué grande es tu fe“, el título de “mujer”, “gýnai“, es sumamente respetuoso, como si dijera: “Señora”.
La criatura es curada: el Reino de Dios llega allí donde está el mal y lo vence.
El Señor cumple con el querer de la madre y el bien de la hija. ¿Como podía dejar de hacerlo?
La cananea es una madre afortunada que engendra dos veces a su hija: en su carne y en su fe en el Señor.
Ella, la mujer cananea, formará parte de los extranjeros que, según la profecía de Isaías, primera lectura, el Señor traerá a su monte santo: “los llenaré de júbilo en mi casa de oración“.
Todos los pueblos están llamados a llamar al templo “casa de oración“.
La Iglesia es el nuevo templo de Dios al que todos los pueblos son convocados; esto quedará confirmado por la misión universal de los discípulos.
El Señor conocía la capacidad de fe y de amor de la madre cananea, y la llevó al límite para procurar una enseñanza que tiene que ver con el texto del Apóstol que escuchamos hoy, segunda lectura: “Dios nos encerró a todos (judíos, paganos y cristianos) en desobediencia, para tener misericordia de todos“.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2020, Liturgia fovenda, p.326)