2020 – DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO
Domingo de la parábola de los dos hijos enviados a la viña
La perícopa evangélica forma parte de la predicación y del ministerio de Jesús en el templo, que había purificado, expulsando a los mercaderes, y en Jerusalén, donde había entrado como Mesías aclamado por el pueblo.
Cuando le discuten con qué autoridad habla, Jesús les explica la parábola de los dos hijos que el padre envía a trabajar en la viña.
Con esto nos enseña que la verdad cristiana “no se dice, sino que se hace“.
La parábola está dirigida “a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo“, lo que hace aún mayor el contraste con “los publicanos y las prostitutas” que les pasan delante hacia el Reino de Dios.
Estos últimos se han arrepentido, pero los otros: después de ver la obra de la gracia, ni se arrepienten ni quieren creer.
Por eso la parábola es una invitación a la conversión del corazón, que en la liturgia de la Palabra de este Domingo va acompañada del fragmento de Ezequiel donde se dice que Dios perdona en el silencio, que el pasado no cuenta.
Sólo cuenta el presente lleno del perdón de Dios.
Los cristianos debemos pedir perdón por las veces que hemos afirmado que iríamos a trabajar a la viña del Señor y no hemos ido; por las veces que hemos hablado y no hemos hecho.
También de tantas otras muchas veces que hemos ido a la viña y allí hemos molestado: ni hemos hecho ni hemos dejado hacer.
El Papa Francisco predicó a los jóvenes: “No seáis cristianos de sofá, salid a buscar a Dios en el hambriento, en el enfermo, en el preso, en el inmigrante o en el vecino que está solo” (JMJ Panamá 2019).
Estos son los que están verdaderamente en la viña del Padre.
Los cristianos no debemos perder el tiempo en teorias, aunque sean pastorales, y menos aún en lamentaciones.
Tenemos mucho trabajo por hacer y poco tiempo para llevarlo a cabo.
Por eso necesitamos mirar a Jesucristo que proclama el himno “kenótico“, altísimo y densísimo para la revelación cristiana.
La fortaleza de ánimo, el amor que consuela, los dones del Espíritu Santo, el afecto entrañable y de compasión, todo ello, Pablo nos dice, segunda lectura, que los cristianos lo encontramos en Jesucristo crucificado.
Todo lo recibimos del Señor, como de una fuente desde donde brota siempre.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2020, Liturgia fovenda, p.369)