2020 – EL P. FRANCESC PALAU, UN BUEN REFERENTE PARA LOS HÉROES SANITARIOS
Bust del P. Francesc Palau a Aitona |
P. Francesc Palau | Casa Natal del Pare Palau a Aitona |
Vivimos un momento humano-social complicado ya que pese a los esfuerzos por erradicar la pandemia de la covid-19, no logramos hacerla desaparecer. Al contrario, se halla a sus anchas entre nosotros y ha vuelto con mayor intensidad. Contamos con muchas pérdidas humanas, numerosos enfermos, familias destrozadas, mayores desaparecidos en el aislamiento más dolorosos y muchas otras consecuencias. ¡Estremecedor escenario!
Hoy 7 de noviembre celebramos la fiesta del beato P. Francesc Palau, una buena oportunidad para asomarnos a su biografía, marcada también por la sucesión de pestes que le tocó vivir i implicándose en las cercanas. Así fue con la epidemia del cólera morbo de 1865, que asoló el pueblo de Aitona, cuna del P. Palau. Su familia se contó entre las contagiadas, con su hermana gravemente enferma solicitaba, incansable, la presencia de su hermano, quien hacía tiempo no visitaba su pueblo natal, pues el obispo le había retirado las licencias ministeriales.
La población se hallaba en situación límite, ya que las víctimas se sucedían de forma sobrecogedora. Y dado el prestigio de Palau, los enfermos pedían, con insistencia, ser atendidos por él. Motivos tendrían para hacerlo, ¿verdad? La situación se agravaba, razón por la cual urgía crear un fondo de limosnas para atender mejor a personas y familias necesitadas. Así fue como las autoridades le rogaron que interviniera, pues estaban convencidos que con su palabra podía mover el corazón de los más pudientes en función del bien común e impulsaría, también, el ánimo de la población. Dramáticamente abatido, dicho y hecho el P. Palau se puso al servicio de sus paisanos, en todo. ¡Solícito siempre! El obispo reaccionó en tono despótico urgiéndole a abandonar su diócesis. Con la muerte de su hermana y con su salida de le Aitona, desapareció la epidemia, hecho que fue atribuido a su intercesión. En 1868, de nuevo, en Aitona se repite la situación de tres años atrás. Incontables epidémicos, viaje de Palau, atención incondicional a ellos e intervención semejante del obispo. ¡Inexplicable!.
La fiebre amarilla de Barcelona, 1870 o el tifus hicteroides invadió, con violencia, la Ciudad Condal provocando multitud de fallecimientos. En los barrios del norte -los más saludables- se agolpaban las gentes, huyendo del foco epidémico. El alcalde se negaba a acogerlos. ¿Motivo?, frenar la expansión del contagio. Ante la dolorosa realidad el P. Palau les ofreció su vivienda que transformó en un verdadero hospital. Acompañado por colaboradores y familiares recibió a los contagiados y todos, responsables y solidarios en aquel trance, se entregaron a su cuidado. Al P. Palau no le resultó fácil, luego escribiría al respecto: Hemos sufrido, por causa de la epidemia, muchos y horribles combates. ¡Harto dolor incluye, con frecuencia, el generoso servicio!
Como complemento puso un altar en plena ladera de Collserola. Allí celebraba la Eucaristía a diario y pedía a Dios el fin de la epidemia. De sólo él podía venir el desenlace de aquella demoledora macro-catástrofe.
Terminaba el año 1871 en Calasanz, los habitantes contagiados por el tifus y muy aterrados, solicitaron la ayuda de las carmelitas del P. Palau y el acudió para visitar a sus hijas y acompañarlas, pues muchas de ellas se habían contagiad. Cuidaba, también a los epidémicos. Como buen periodista, escribió un artículo anónimo titulado Los ángeles de la caridad, valorando en él la atención femenina al servicio de los enfermos. Imponente le parecía: Las mujeres retan a la muerte al ofrecer su vida para auxiliar al que sufre. Pero mucho más, al entregarla en atención a los apestados “.
A los pocos días, Francisco enfermó de gravedad. Le diagnosticaron congestión pulmonar y nada se pudo hacer por él. Murió el 20 de marzo de 1872 en Tarragona a los 61 años y todo indica que fue otra víctima del tifus, contraído en Calasanz. También él entregó su vida por atender a los contagiados. Buen referente para nuestros héroes sanitarios y para todos.
Ester Díaz, S.
Carmelita misionera del P. Palau