2020 – Sábado Santo
Segundo día del Triduo Pascual
SÁBADO SANTO DE LA SEPULTURA DEL SEÑOR
«Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte, su descenso a los infiernos… y esperando con la oración y el ayuno su resurrección. Se recomienda con insistencia la celebración del Oficio de Lectura y de las Laudes con participación del pueblo» (Carta sobre las fiestas pascuales, 73).
Hoy es un día alitúrgico y de ayuno; efectivamente, desde el siglo III, el Viernes y el Sábado Santos son los días típicos de ayuno, porque falta el Esposo: “Días vendrán en que el novio les será arrebatado “(Lc 5,35).
La Iglesia se reúne sólo para la celebración de las Horas santas.
Todos los Salmos están transidos del misterio de la muerte y de la sepultura del Señor.
El Oficio de lectura es bueno que sea en forma prolongada, escu- chando los textos de la carta a los Hebreos y la Homilía antigua sobre el grande y santo Sábado, realmente admirable.
Hoy hacemos memoria del artículo del Credo: «Descendió a los infiernos».
El Señor, después de su muerte, aún salva: desciende hacia lo más profundo y oscuro, para salvarlo.
Fue así porque la divinidad quedó unida a su humanidad incluso cuando fue sepultada, «para destruir la muerte y manifestar la resurrección», dice la Prex Eucharistica II.
La Iglesia contempla únicamente la cruz de su Señor y, cerca del sepulcro, como las santas mujeres, en llanto y tristeza, va meditando todo lo que Cristo sufrió, pensó, dijo, amó.
Es precisamente la ausencia de Eucaristía lo que hace sentir más vivamente al “Gran Ausente“.
Este “día de reposo del cuerpo del Señor”, como lo llamaban los antiguos, está lleno de serenidad y de esperanza.
Así lo expresa la bella oración colecta que se repite en todas las Horas: «Te pedimos que concedas a todos tus fieles, sepultados con Cristo por el bautismo, resucitar también con él a la vida eterna».
Evocamos a María, la única que hoy tuvo fe en la resurrección de su Hijo.
El grano de trigo ha muerto y ha sido sepultado en el suelo, también en el corazón de la Iglesia y de los fieles.
Todos esperamos el fruto que dará en la noche de Pascua que preparamos.
De la mistagogia los Padres
“Bienaventuradas tus manos, oh, José, que se preocuparon del Cristo y palparon las manos y los pies del Cuerpo divino de Jesús, de donde todavía salía la sangre. Bienaventuradas tus manos, que tocaron el divino costado del que brotaba sangre, realizando este acto antes que Tomás, el creyente incrédulo y curioso, lo hiciese. Bienaventurados tus labios, que quedaron plenamente saciados cuando besaste la boca de Cristo, y se llenaron del Espíritu Santo. Bienaventurados tus ojos, que contemplaron los ojos de Jesús y recibieron de Él la Luz verdadera. Bienaventurado tu rostro, que se acercó a la divina Faz. Bienaventurados tus hombros, que llevaron Aquel que todo lo sostiene con su poder. Bienaventurada tu cabeza, que se aproximó a Jesús, Cabeza de todos. Bienaventuradas tus manos, con las que llevaste Aquel que sostiene todas las cosas“.
Antigua Homilía sobre el gran y santo Sábado
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2020, Liturgia fovenda, p.190)