SAN JUAN MARÍA VIANNEY, presbítero
4 de agosto
El ocho de febrero de 1815 llegaba de noche, con frío, niebla y por caminos enlodazados, el nuevo sacerdote que tomaría posesión de la pedanía parroquial de Ars-sur-Formans, en Dombes, entonces de la gran archidiócesis de Lyon.
Había nacido treintaidós años antes en Dardilly.
Debido a los tiempos convulsos de entonces, encontró dificultades para ser ordenado sacerdote.
Su nombre era Juan María Vianney.
Estuvo en el pequeño pueblo durante cuarentaiún años, ejerciendo el sacerdocio en una vida de penitencia y estricta pobreza.
Con el tiempo, logró cambiar el pueblo, que pasó de no amar mucho al buen Dios a ver surgir fervorosos cristianos, “Ars ya no era Ars“, decían.
Renovó el templo, organizó la caridad para con los huérfanos, se dedicó a la catequesis de todos y a la atención de los enfermos.
Recibió dones del Espíritu Santo: el de discernimiento de espíritus y el de consejo, que manifestó en el ministerio de la confesión.
Esto suscitó, inexplicablemente, una peregrinación de fieles de toda condición, pobres, ricos, clérigos, que acudían a Ars para recibir de él el sacramento de la Misericordia.
Los mayores prodigios fueron las conversiones.
Hubo días en que estuvo hasta dieciocho horas en el confesionario.
Al atardecer de su vida, exhausto de tanta dedicación a los demás, cuando ya casi no se le entendía, predicaba: “Orad y amad, que en esto consiste la vida cristiana“.
No le faltaron las incomprensiones y las calumnias, en gran parte de sus mismos hermanos de sacerdocio: no podían comprender la atracción que ejercía su santidad, ya que le consideraban un iletrado y hombre de pocas luces.
Murió la noche del tres al cuatro de agosto de 1859.
Se le conoce como “el santo Cura de Ars“.
Es patrono de los sacerdotes diocesanos, que hoy se alegran de su memoria, piden su intercesión y quieren imitar sus virtudes sacerdotales.
Los Papas han elogiado su vida y la han propuesto como modelo.
En el santo Cura de Ars no hay lugar para la gloria humana, toda su gloria es reflejo de la gloria de Dios.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2020, Liturgia fovenda, p.312)