SANTA MARÍA MAGDALENA – 22 de julio
Con gran acierto, el Papa Francisco ha elevado la memoria de santa María Magdalena al rango de fiesta.
Ella es el primer testigo de la Resurrección y la tradición de occidente la llama “apostola apostolorum” y la del oriente “isapóstolos” “igual a los apóstoles“.
El Papa ha enriquecido la eucología, las oraciones de la Misa, con un Prefacio propio: es la única fiesta de un santo, en el año litúrgico, que dispone de uno.
La Misa y el Oficio Divino están impregnados de la alegria pascual.
Más allá de los problemas de identificación con las diversas mujeres que en la sinopsis y en el IV Evangelio llevan el nombre de María, queda claro que ella fue testigo de cerca de la pasión y sepultura del Señor, así como también de la gloria de su Resurrección.
La fe, en el Nuevo Testamento, es recibida y divulgada principalmente por las mujeres, tanto en el advenimiento del Mesías, Isabel, la Bienaventurada Virgen María, Ana, como en la pasión, muerte y Resurrección de nuestro Señor.
Las mujeres, fieles hasta el final, en contraste con los discípulos, que lo abandonaron. Entre ellas, y la primera, María Magdalena.
Ella inicia una lista innumerable de mujeres que aparecen en el Nuevo Testamento y que siguen en la vida y en la historia de la Iglesia.
Ellas, junto, y de manera particular y única, con la Bienaventurada Virgen María, se convierten en un paradigma del seguimiento de Jesús y recuerdan que la Iglesia es “esposa y madre” (Papa Francisco, homilía del 21 de mayo de 2018 en la capilla de Santa Marta).
Celebramos con alegria, el gozo pascual, la fiesta de santa María Magdalena, que buscó y amó al Señor y contempló la belleza de su rostro.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2020, Liturgia fovenda, p.297)