2021 – TRIDUO PASCUAL :: TRÍDUUM PASQUAL
JUEVES SANTO EN LA CENA DEL SEÑOR “Con esta Misa, que se celebra en la tarde del jueves de la Semana Santa, la Iglesia comienza el santo Triduo pascual, y desea conmemorar aquella última Cena en a que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, amando hasta el extremo a los suyos que estaban en el mundo, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y vino, y lo entregó a los apóstoles para que lo tomaran, ordenándoles a ellos y a sus sucesores en el sacerdocio que lo ofrecieran” (Ceremonial de los obispos n. 297). La celebración de hoy es como unas primeras Vísperas del “tríduum”, vivido litúrgica y espiritualmente como una unidad de tiempo, marcado por las Horas de oración, las Horas Santas, y las convocatorias eclesiales. Por esa razón se omite el “rito de despedida”. Se dirá solemnemente en la Vigilia pascual, con el doble “aleluya”, para significar el final del “triduo”. La antífona de introducción: “Nos autem gloriari”, propiamente la antífona de entrada de todo el “triduo” es como la Iglesia inicia la gran celebración de la Pascua: “Nosotros hemos de gloriarnos en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo”. ¿De qué otra cosa puede gloriarse la Iglesia sino de ésta? Así la asamblea se introduce y se dispone a participar de la Hora de Jesús (Jn 13,1) en la que el Señor nos ama hasta el extremo, “télos”. Se tocan las campanas en el momento del “Gloria” para anunciar a todos que los cristianos han iniciado la celebración de la Pascua. Las campanas que resonarán la noche de Pascua están relacionadas asimismo con el momento en que los creyentes cantarán el “aleluya” de la Resurrección. La Palabra del Señor sobre el mandamiento del amor, en el verso aleluyático viene acompañada del icono del lavatorio de los pies, significativa y visual: el “Mandatum Domini”. Nadie puede censurar al Papa Francisco por haber dado una significación más profunda y completa a la rúbrica. No es “mimesis” pura, es un gesto cuasi sacramental, “en Mysterio”; es tener parte en el sacerdocio real del Señor, “Si non lavero te, non habes partem mecum”. El mandamiento nuevo, nunca envejece, siempre es nuevo, los cristianos sólo podemos vivirlo por la recepción del Espíritu del amor del Hijo, “como yo os he amado”, tiene un valor causal: “porque yo os he amado” y os he demostrado mi amor. Este amor es lo que subsiste: “En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor” (1Co 13,13). Es la única celebración del año en que el Misal indica el contenido de la homilía sobre los grandes misterios que hoy se conmemoran: la institución de la Eucaristía y del Orden sacerdotal, y el mandato del Señor sobre la caridad fraterna. La densidad sacramental de la celebración es altísima en el Canon Romano, en el relato de la institución, cuando se dice: “El cual, hoy, la víspera de padecer por nuestra salvación y la de todos los hombres”; también cuando se toma el cáliz se dice: “hunc praeclarum calicem”. Con este realismo, la Liturgia nos hace participar de la Cena del Señor y, de hecho, todos estamos espiritualmente en el Cenáculo. Después prosigue la adoración silenciosa, amorosa y agradecida, ante el sacramento del Amor, hasta la medianoche, cuando comienza el misterio del gran Viernes de la Muerte del Señor. De la mistagogia de los Padres “Reunidos, Señor, en asamblea con tu pueblo para celebrar el comienzo de la Pascua solemne, escúchanos clemente; nosotros te pedimos y suplicamos humildemente que, para acercarnos a tu santísima Cena, fatigados por los quehaceres mundanos, y manchados en nuestro cuer- po, nos transformes en familia nueva, purificándonos de todo alimento de maldad, para que, fortalecidos con tu gracia, con el alimento terreno y con el pan celestial, merezcamos llegar a saciarnos en tu banquete eterno”. Jueves Santo, Oración entre los dípticos de la liturgia hispano- mozárabe En la primera lectura, el relato de la institución de la Pascua de Israel, que el mismo Señor celebró con sus discípulos el día antes de su muerte. Fue en esta Cena en la que el Señor, según la narración del apóstol Pablo, instituyó la Eucaristía. Esta es la tradición que ha recibido del Señor y que expresa la fe de la Iglesia, obediente al mandato del Señor. Pablo transmite la tradición que ha recibido del Señor (23a). Éste será el memorial del Señor: el pan, sobre el que el Señor ha pronunciado la acción de gracias, partido y ofrecido; y el cáliz “de la nueva alianza en su sangre”. Allí están toda su vida y su muerte entregadas. Celebrando la Eucaristía, la Iglesia anuncia la muerte del Señor, también su gloriosa Resurrección, “hasta que vuelva”. La Cena del Señor tiene una dimensión escatológica fundamental. Cada vez que celebramos la Eucaristía, el Señor se da a nosotros, “pro nobis et pro multis”. La Eucaristía es Presencia real del Señor entregado por nosotros. Justamente porque es real, es sacramento de caridad y vínculo de unidad, “sacramentum caritatis et vinculum unitatis”. El inicio de la narración de la pasión y muerte del Señor es solemnísimo. La hora de Jesús ha llegado: la de pasar de este mundo al Padre, éxodo, habiendo amado a los suyos hasta el extremo, “télos”, “ad finem”. El Señor ocupa el lugar del siervo y lava los pies a los apóstoles. La caridad manifestada por Cristo en este gesto queda en la memoria de la comunidad para recordar que ésta será siempre una “comunidad diaconal”, que se pone al servicio de los demàs, como el Señor que ocupa el lugar del sirviente, y sabe que sin esta caridad no puede tener parte en Él, “tú no eres de los míos”. Esto, además, forma parte esencial del ministerio sacerdotal que el Señor hoy instituye. Algunos Padres ven en el lavatorio de los pies la consagración ministerial o sacerdotal, como Moisés que consagró a Aarón y a sus hijos. El Señor, después del lavatorio de los pies, les interroga: “¿Comprendéis lo que he hecho por vosotros?” (v.12). Es un signo antiguo con un significado nuevo. Los discípulos lo retienen y le llaman Maestro y Señor. Jesús afirma que lo es realmente, con referencia a Ex 3,14. Y continúa: “Lo que yo he hecho con vosotros también vosotros lo hagáis”. Inaugurando así la tradición consagratoria que se trasmitirá a través de la sucesión apostólica. El servicio apostólico es siempre un servicio de caridad, “officium amoris”. El signo del lavatorio forma parte de la esencialidad de la vida de la Iglesia, la cual se origina siempre desde la caridad de Cristo, “ecclesia a caritatis Christi formata”. La oración colecta expresa bellamente el contenido de la Liturgia: “tu Unigénito, cuando iba a entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el sacrificio nuevo y eterno y el banquete de su amor, te pedimos alcanzar, de tan gran misterio, la plenitud de caridad y de vida”. Con razón la Iglesia, en la santa anáfora, no puede hacer otra cosa que alzar “el cáliz de la salvación”, ya que sabe que “el cáliz de la bendición es comunión con la sangre, (el amor), de Cristo”. Así lo canta en el Salmo responsorial. El Salmo nos hace comprender que la Eucaristía es también el sacrificio de la alabanza: “sacrificium laudis”. (Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2021, Liturgia fovenda, p.191ss) |
DIJOUS SANT EN LA CENA DEL SENYOR
“Amb la Missa, que té lloc en les hores vespertines de dijous de la Setmana Santa, l’Església comença el sant Tríduum pasqual i evoca aquell últim sopar, en el qual el Senyor Jesús, la nit en què fou traït, havent estimat fins a l’extrem als seus que eren al món, va oferir a Déu Pare el seu Cos i la seva Sang sota les espècies del pa i del vi, i les va lliurar als apòstols perquè les sumissin, manant-los que ells i els seus successors en el sacerdoci també les oferissin” (Cerimonial dels bisbes, n. 297). La celebració d’avui és com unes I Vespres de tot el “Tríduum”, viscut litúrgicament i espiritual com una unitat de temps, marcat per les Hores de pregària, les Hores Santes, i les convocatòries eclesials. Per aquesta raó s’omet el “ritu de comiat”. Es dirà solemnement a la Vetlla pasqual, amb el doble “al·leluia”, per a significar el final del “tridu”. L’antífona d’introducció: “Nos autem gloriari”, pròpiament l’antífona d’entrada de tot el “tridu”, és com l’Església inicia la gran celebració de la Pasqua: “Nosaltres hem de gloriar-nos en la creu de Nostre Senyor Jesús”. ¿De quina altra cosa pot gloriar-se l’Església sinó d’aquesta? Així l’assemblea s’introdueix i es disposa a participar de l’Hora de Jesús (Jo 13,1) en la qual el Senyor ens estimà fins a l’extrem “télos”. Es toquen les campanes al moment del “Glòria” per anunciar a tothom que els cristians han començat la celebració de la Pasqua. Les campanes que ressonaran la nit de Pasqua estan relacionades amb el moment en què els creients cantaran l’ “al·leluia” de la Resurrecció. La paraula del Senyor sobre el manament de l’amor, vers al·leluiàtic ve acompanyada de la icona del rentament dels peus, significativa i visual: el “Mandatum Domini”. Ningú pot censurar el Papa Francesc per haver donat una significació més pregona i completa de la rúbrica. No és “mimesis” pura, és un gest quasi sacramental, “en Mystêríô”; és tenir part en el sacerdoci reial del Senyor, “Si non lavero te, non habes partem mecum”. El manament nou, mai envelleix, sempre és nou, els cristians només el podem viure per la recepció de l’Esperit de l’amor del Fill, “com jo us he estimat” té un valor causal: “perquè jo us he estimat i us he demostrat el meu amor”. Aquest amor és el que subsisteix: “Mentrestant, subsisteixen la fe, l’esperança i l’amor, tots tres; però l’amor és el més gran” (1C 13,13). És l’única celebració de l’any en què el Missal indica el contingut de la homilia sobre els grans misteris que avui es commemoren: la institució de l’Eucaristia i de l’Orde sacerdotal, i el manament del Senyor sobre la caritat fraterna. La densitat sacramental de la celebració és altíssima en el Cànon Romà, en el relat de la institució, quan es diu: “El dia abans de patir per la nostra salvació i la de tots”, afegeix: “això és, avui”; també quan es pren el calze i es diu: “hunc praeclarum calicem”. Amb aquest realisme, la Litúrgia ens fa participar de la Cena del Senyor i, de fet, tots estem espiritualment al Cenacle. Després prossegueix l’adoració silenciosa, amorosa i agraïda, davant del sagrament de l’Amor, fins a la mitjanit, quan comença el misteri del Gran Divendres de la Mort del Senyor. De la mistagògia dels Pares “Reunits, Senyor, en assemblea amb el teu poble per celebrar el començament de la Pasqua solemne, escolta’ns clement; nosaltres et demanem i supliquem humilment que, per apropar-nos a la teva santíssima Cena, fatigats pels quefers mundans, i tacats en el nostre cos, ens transformis en família nova, purificant-nos de tot aliment de maldat, perquè, enfortits amb la teva gràcia, amb l’aliment terrenal i amb el pa celestial, mereixem d’arribar a saciar-nos en el teu banquet etern”. Dijous Sant, Oració entre els díptics de la litúrgia hispanomossàrab. A la primera lectura, el relat de la institució de la Pasqua d’Israel, que el mateix Senyor celebrà amb els seus deixebles el dia abans de la seva mort. Fou en aquesta Cena en què el Senyor, segons la narració de l’apòstol Pau, instituí l’Eucaristia. Aquesta és la tradició que ha rebut del Senyor i que expressa la fe de l’Església, obedient al manament del Senyor. Pau transmet la tradició que ha rebut del Senyor (23a). Aquest serà el memorial del Senyor: el pa, sobre el qual el Senyor ha pronunciat l’acció de gràcies, partit i ofert; i el calze “de la nova aliança en la seva sang”. Allí hi ha tota la seva vida i la seva mort entregades. Celebrant l’Eucaristia, l’Església anuncia la mort del Senyor, també la seva gloriosa Resurrecció, “fins que torni”. La Cena del Senyor té una dimensió escatològica fonamental. Cada vegada que celebrem l’Eucaristia, el Senyor es dóna a nosaltres, “pro nobis et pro multis”. L’Eucaristia és presència real del Senyor entregat per nosaltres. Justament perquè és real, és sagrament de caritat i vincle d’unitat, “sacramentum caritatis et vinculum unitatis”. L’inici de la narració de la passió i mort del Senyor és solemníssim. L’hora de Jesús ha arribat: la de passar d’aquest món al Pare, èxode, havent estimat els seus fins a l’extrem, “télos”, “ad finem”. El Senyor ocupa el lloc del servent i renta els peus als apòstols. La caritat manifestada per Crist en aquest gest queda en la memòria de la comunitat per a recordar que aquesta serà sempre una “comunitat diaconal”, que es posa al servei dels altres, com el Senyor que ocupa el lloc del servent, i sap que sense aquesta caritat no pot tenir part en Ell, “tu no ets dels meus”. Això, a més, forma part essencial del ministeri sacerdotal que el Senyor avui institueix. Alguns Pares veuen en el lavatori dels peus la consagració ministerial o sacerdotal, com Moisès que va consagrar Aaron i els seus fills. El Senyor, després del lavatori dels peus, els interroga: “Enteneu això que us he fet?” (v. 12). És un signe antic amb una significació nova. Els deixebles ho retenen i l’anomenen Mestre i Senyor. Jesús afirma que realment ho és, en referència a Ex 3,14. I continua: “Us he donat exemple perquè, tal com jo us ho he fet, ho feu també vosaltres”. Inaugurant així la tradició consecratòria que es transmetrà a través de la successió apostòlica. El servei apostòlic és sempre un servei de caritat, “officium amoris”. El signe del lavatori forma part de l’essencialitat de la vida de l’Església, la qual s’origina sempre des de la caritat de Crist, “ecclesia a caritatis Christi formata”. L’oració col·lecta expressa bellament el contingut de la Litúrgia: “el vostre Unigènit, abans d’entregar-se a la mort, confià a la seva Església el sacrifici nou i perenne, convit del seu amor; feu que obtinguem d’aquest gran sagrament la plenitud de la caritat i de la vida”. Amb raó l’Església, en la santa anàfora, no pot fer sinó alçar “el calze per celebrar la salvació” ja que sap que “el calze de la benedicció és comunió amb la sang (l’amor) de Crist”. Així ho canta en el Salm responsorial. El Salm ens fa comprendre que l’Eucaristia és també el sacrifici de lloança: “sacrificium laudis”. (Calendari-Directori de l´Any Litúrgic 2021, Liturgia fovenda, p.187ss) |