2021 – Vigilia Pascual :: Vetlla Pasqual
VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA I lectura Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno Gn 1, 1–2, 2 o bien más breve: 1, 1. 26-31a; Sal 103, 1-2a. 5-6. 10 y 12. 13-14. 24 y 35c o bien 32,4-5.6-7.12-13.20 y 22 Todas las familias litúrgicas inician la proclamación de la Palabra con el relato de la creación. Escuchar el poema de la creación la Noche de Pascua es maravilloso, a fin de que, como dice la oración colecta “tus redimidos comprendan cómo la creación del mundo, en el comienzo de los siglos, no fue obra de mayor grandeza que el sacri- ficio de Cristo, nuestra Pascua inmolada, en la plenitud de los tiempos“. Con un gozo indecible la asamblea canta el Salmo de la creación: “Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra“. Canta con alegría porque la primera creación está en función de la segunda creación. II lectura El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe Gn 22, 1-18 (o bien más breve: 22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18); Sal 15, 5 y 8, 9-10. 11 Es la profecía del sacrificio de Isaac, que representa el Hijo inmolado. Resuena todavía el pregón de Pascua: “¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!“. Los creyentes renovados en Cristo y los catecúmenos que recibirán ahora el Bautismo formamos parte del Pueblo de la fe, numerosos “como las estrellas del cielo y como la arena de la playa” que contempló Abrahán. Con la gracia de la adopción, Dios multiplica por toda la tierra los hijos e hijas que prometió a Abrahán, nuestro padre en la fe. La Iglesia, esta noche más que nunca, se alegra y festeja la herencia y la posesión que le ha sido dada: “El Señor es el lote de mi heredad” se canta en el Salmo responsorial. III lectura Los hijos de Israel entraron en medio del mar, por lo seco Ex 14, 15–15, 1a; Sal Ex 15, 1b-2. 3-4. 5-6. 17-18 En la tercera lectura, la profecía del Éxodo: la pascua de Israel ya no tiene para nosotros ningún otro significado sino éste: “el Mar Rojo fue imagen de la fuente bautismal, y el pueblo, liberado de la esclavitud, imagen de la familia cristiana” (oración colecta II). Sin interrupción, la asamblea canta el “cántico nuevo“, el de Moisés y el del Cordero: “Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria“. Cántico sublime donde suplicamos al Señor que introduzca la Iglesia, su pueblo, “en el monte de su heredad, lugar del que hiciste tu trono, Señor; santuario que fundaron tus manos“, es decir, “el santuario no construido por manos humanas” (Hb 9,24): el Cuerpo glorificado del Señor. El libro del Éxodo dice que fue María, la hermana de Moisés, quien hizo cantar al pueblo; ahora es la nueva María, la madre del Señor, que hace cantar a modo de solista al nuevo pueblo de Dios, ella que es la “tympanistria nostra” (San Agustín), la que marca el compás gozoso del pueblo de Dios, pueblo en fiesta, que esta noche ha pasado de muerte a vida. IV lectura Con amor eterno te quiere el Señor, tu libertador Is 54, 5-14; Sal 29, 2 y 4. 5-6. 11 y 12a y 13b La lectura de Isaías es casi una oda y un poema de amor. El Señor en su Resurrección llama a la Esposa abandonada. La mira con un amor inmenso: “Por un instante te escondí mi rostro, pero con amor eterno te quiero“. Y promete que jamás desaparecerá el amor que le tiene. Y la “abandonada, afligida, azotada por el viento“, habitará la nueva Jerusalén. Con la Resurrección de Cristo, la multitud de los pecadores, dispersados, ha sido convocada, redimida y santificada, y ha entrado a formar parte de la Esposa, ahora consolada, ardiente de amor, fuerte en la esperanza. Esta noche cantamos intensamente himnos de alabanza, porque Cristo ha subido glorioso de los infiernos, y el llanto se ha acabado, el gozo llega. Lo canta maravillosamente el Salmo 29: “Al atardecer nos visita el llanto; por la mañana, el jubilo“. Son el anochecer del Viernes santo y el amanecer de Pascua. V lectura Venid a mí, y viviréis. Sellaré con vosotros una alianza perpetua Is 55, 1-11; Sal Is 12, 2-3. 4bcde. 5-6 En la segunda oda de Isaías, Dios mismo llama a los “hambrientos y sedientos“, los que no pueden nutrirse por sí mismos, perdidos en el desierto de la vida, para que vayan a Él, dador del agua de la vida, el Espíritu Santo. También son invitados al Banquete del Reino y establecidos en una alianza nueva. Queda claro que los designios de Dios son diferentes de los nuestros y se realizan siempre en virtud de su Palabra, eficaz e irrevocable. Hoy es la noche en que el Señor se encuentra, se deja encontrar: “Buscad al Señor mientras se deja encontrar, invocadlo mientras está cerca“. Los Padres consideran este “ahora” como realizado en la celebración de Pascua. Se canta, después un Salmo que no está en el salterio: el cántico de la fiesta de las Tiendas. Su respuesta “Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación” es una clara referencia a la Liturgia bautismal. VI lectura Camina al resplandor del Señor Ba 3, 9-15. 32–4, 4; Sal 18, 8. 9. 10. 11 La sexta lectura pertenece a la Sabiduría. El pueblo ha abandonado la sabiduría, pero hoy la reencuentra en Cristo Resucitado. Él es la Sabiduría divina, increada, preexistente antes de la creación y enviada por el Padre en el Espíritu Santo: “Después apareció en el mundo y vivió en medio de los Hombres“. Los cristianos, en esta noche santa, nos convertimos en las estrellas que el profeta contempla, estrellas que brillan para su Creador, y lo hacen gozosas. La Iglesia hoy abraza la Sabiduría de Dios y “camina a la claridad de su luz“, un camino iluminado por la luz pascual. La Iglesia sabe que el Señor le ha dado “palabras de vida eterna“, como cantamos en el Salmo, todo él un elogio de la Palabra. VII lectura Derramaré sobre vosotros un agua pura, y os daré un corazón nuevo Ez 36, 16-17a. 18-28; Sal 41, 3. 5cdef; 42, 3. 4; o bien Is 12, 2-3. 4bcde. 5-6; o bien Sal 50, 12-13. 14-15. 18-19. La profecía de Ezequiel es maravillosa. Finalmente, el Señor llamará a quienes el pecado dispersó y los reunirá en su Iglesia, donde reverenciarán y santificarán su Nombre con la plegaria que les enseñó, el Padrenuestro. Verterá sobre ellos el “agua pura” del Bautismo y les será dado un “corazón de carne” donde habitará su Santo Espíritu, pactando con ellos una alianza nueva: “Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios“. Con el misterio pascual del Señor, el Padre ha hecho suyo para siempre su pueblo y ya nada ni nadie podrá arrebatarlo de sus manos (Jn 10,28). Después se canta el Salmo “Sicut cervus” que expresa la sed de la Esposa, que sin el Señor muere de sed: la imagen parece bucólica pero no lo es en absoluto. La fuente del agua que la hace vivir es el Bautismo. Es el Salmo por excelencia de la noche pascual. Epístola Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más Rm 6, 3-11 Toda la concentración cristológica del Antiguo Testamento es dada en el Nuevo Testamento. Habiendo cantado la gran doxologia, “Gloria in excelsis“, iluminada completamente toda la nave de la celebración y resplandecientes las luces del altar, a modo de heraldo, escuchamos la palabra apostólica, fuerte y convincente, que se puede resumir así: “Ha Resucitado y resucitaremos con él“. Es la catequesis última para los catecúmenos, que ahora ya son “electi“, y también para los que renovarán el santo Bautismo: “Cuando fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo Resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva“. Aleluya: Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23 “Hoy ha llegado la hora del aleluya, dígnate entonar-lo“, decía antiguamente el diácono al obispo en este momento. El “aleluya” prepara el anuncio más alto de toda la Liturgia de la Iglesia. El celebrante entona “in crescendo” el “aleluya“, como una oda infini- ta, como un “iubilus” que resuena por toda la eternidad. La Iglesia canta el “aleluya” de la noche de Pascua con el Salmo 117, el “hal-lel” de la Pascua de Israel. “Es el Señor quien lo hahecho, ha sido un milagro patente“. Es una alegría infinita, es un canto infinito. Evangelio Jesús el Nazareno, el crucificado, ha Resucitado Mc 16,1-7 La Resurreección del Señor, Dios y Salvador, es el anuncio culminante del Evangelio de Dios. Es el centro de la fe del Nuevo Testamento y de nuestra fe, “resurrectio Christi fides christianorum est“. Por su Resurrección, crea la Iglesia, que espera la gloria de su advenimiento. El que fue crucificado es el que vive. Ya ha pasado el sábado, el día de reposo, incluso para el Hijo sepultado, y amanece un día sin ocaso, el día octavo, el de la nueva creación, que participa de la eternidad divina. Es el primer Domingo, el día que los cristianos se reunirán para celebrar la Resurrección del Señor. Era el claroscuro del amanecer, pero cuando llegaron al sepulcro el sol ya había salido: es un símbolo de la Resurrección del Señor. La noche ha sido vencida. La intención de las mujeres era embalsamar a Jesús, según los ritos funerarios judíos. Por el camino se preguntaban quién les ayudaría a correr la piedra de la entrada del sepulcro. Cosa que hubiesen podido prever (¡!) y, por otra parte, ¿quién o quiénes les podría ayudar si los discípulos ya no estaban? El recurso literario es para anunciar algo muy grande: sólo Dios podía correr la piedra del sepulcro. Por eso se anuncia con el pasivo divino: “la piedra estaba corrida“. El sepulcro abierto es el signo de la victoria de Dios sobre la muerte. El sepulcro deviene el lugar de la “teofanía divina“: el joven vestido de blanco, sentado a la derecha, es el mensajero de la Resurrección. ¿Quién es éste joven? ¿Un ángel? ¿El mismo Señor? Él está “sentado a la derecha“, como indica el Salmo 109. La reacción de las mujeres es el pavor ante lo divino. El joven les dice como primera palabra: “No tengáis miedo“. Ellas representan la Esposa del Cántico, que buscaba y finalmente ella es la encontrada. El mensajero proclama la palabra más alta de la Escritura y de la Revelación cristiana: “Ha resucitado” “ἠγέρθη”. Otra vez el pasivo de la divinidad. Hay que interpretar: “Ha sido resucitado por el Padre en el Espíritu Santo“. Es la palabra reveladora de Dios, la plenitud de su revelación. Es el TODO de la revelación divina, es el Evangelio de la Resurrección. La Palabra que ilumina el pasado, el presente y el futuro. Todo el Antiguo Testamento es leído desde esta palabra-evento “dabar“; toda la creación se explica por quien es el Primogénito de entre los muertos. Él llena el presente de la Iglesia, como misterio de convocación y de misión, y llena el futuro porque vendrá en la gloria del Espíritu Santo. Es el Evangelio de todos los Evangelios, que serán proclamados y leídos siempre después y por causa de la Resurrección. Aquel misterioso mensajero lo comunica en presente de indicativo ya que el anuncio de la Resurrección es imperecedero en cada generación cristina. Anuncia la Resurrección de manera sencilla, familiar. Exegéticamente hay que entenderlo como un simple decir: “Ahora no está aquí, pero lo veréis glorificado“. Empieza la misión cristina: deben ir a anunciarlo a la comunidad, a los discípulos y a Pedro. Deben decirles que son convocados “en Galilea“, como a una reunión, y que allí lo verán. El Señor siempre será el que va delante de la Iglesia, el que abre “el camino nuevo y vivo” (Hb 10,20). Y deben recordar sus palabras: toda la predicación del Señor por los caminos de Israel. Las mujeres serán siempre en la Iglesia las primeras depositarias del anuncio de la Resurrección: a partir de este hecho incontestable se puede elaborar una bella teología sobre lo femenino en la Iglesia, como expresión de la “Ecclesia amoris“, fecunda, que precede siempre a la Iglesia del ministerio. Las santas mujeres representan también a la Iglesia-esposa que reencuentra a Cristo-Esposo en el esplendor de su gloria. La Iglesia que, radiante de tanta luz, se convierte también en la Iglesia-madre, gozosa por los hijos e hijas que engendra en el Bautismo, engalanada de fiesta por su Señor, a quien recibe en el Banquete nupcial de la Eucaristía. Ella vive del amor del Esposo. Misa del día de Pascua. Lects. bíblicas: Misa del día: Hch 10, 34a. 37-43; Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23; Col 3, 1-4; o bien 1Co 5, 6b-8; Jn 20, 1-9; (en lugar de este evangelio, puede leerse el de la Vigilia pascual. Juan y Pedro, en el amanecer del día de Pascua, corren hacia el sepulcro y constatan que está vacío. Ambos son representantes simbólicos de la Iglesia: Pedro, del ministerio eclesial y Juan, del amor eclesial, y ambos comprueban que el lugar de la sepultura está vacío. El amor precede a la fe, por eso el discípulo amado “Vio y creyó“. Al discípulo le es dado comprender el epílogo de la Alianza de Dios “pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos“. En la primera lectura, comienza la proclamación del libro de los Hechos, es realmente una costumbre ecuménica y universal. Es Pedro quien proclama el “kerigma“. La asamblea no se cansa de cantar una y otra vez el Salmo: “Este es el día que hizo el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo“. Como segunda lectura, se propone, como alternativa a la carta a los Colosenses, el texto clásico y antiguo de la primera carta a los Corintios, donde se nos exhorta a celebrar la Pascua, no con “levadura vieja, levadura de corrupción y de maldad“, sino con los “panes ácimos” de la sinceridad y de la verdad. El texto del mismo Apóstol a los Colosenses exhorta a buscar los bienes de “allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios“. El verso aleluyático, tras la venerable secuencia “Victimae paschalis laudes“, nos invita a celebrar la Pascua en el Señor. De las dos opciones como antífona de entrada hay que resaltar la primera, ya que es el mismo Señor quien canta “He resucitado, y aún estoy contigo, aleluya“. La eucología es teológicamente densa: en el Prefacio se escuchan las palabras; “Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegria” que resonarán en todos los prefacios del tiempo pascual. (Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2021, Liturgia fovenda, p.205ss) |
VETLLA PASQUAL a la Nit Santa: I lectura Déu veié tot el que havia fet, i era bo de debò Gn 1, 1–2, 2 o bé més breu: 1, 1. 26-31a; Sal 103, 1-2a. 5-6. 10 i 12. 13-14. 24 i 35c o bé 32, 4-5. 6-7. 12-13. 20 i 22. Totes les famílies litúrgiques inicien la proclamació de la Paraula amb el relat de la creació. Escoltar el poema de la creació la Nit de Pasqua és meravellós, a fi que, com diu, l’oració col·lecta “els redimits comprenguin que la creació del món, al començament del temps, no fou pas més excel·lent que la immolació de Crist, la nostra Pasqua, a la plenitud del temps“. Amb un goig indicible l’assemblea canta el Salm de la creació: “Quan envieu el vostre alè, reneix la creació, i renoveu la vida sobre la terra“. El canta amb goig perquè la primera creació està en funció de la segona creació. II lectura Sacrifici d’Abraham, el nostre pare en la fe Gn 22, 1-18 o bé més breu: 22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18; Sal 15, 5 i 8, 9-10. 11 Es la profecia del sacrifici d’Isaac, que representa el Fill immolat. Ressona encara el pregó de Pasqua: “Oh incalculable predilecció amb què ens heu estimat! Per redimir l’esclau, heu sacrificat el Fill“. Els creients renovats en Crist i els catecúmens que rebran ara el Baptisme formem part del Poble de la fe, nombrosos “com les estrelles del cel i com els grans de sorra de les platges del mar” que contemplà Abraham. Amb la gràcia de l’adopció, Déu multiplica per tota la terra els fills que va prometre a Abraham, el nostre pare en la fe. L’Església, aquesta nit més que mai, se n’alegra i en fa festa, per l’herència i la possessió que li ha estat donada: “Vós m’heu triat la possessió“, cantem al Salm responsorial. III lectura Els israelites caminaren per terra eixuta enmig del mar Ex 14, 15–15, 1; Sal Ex 15, 1-2. 3-4. 5-6. 17-18 A la tercera lectura, la profecia de l’Èxode: la pasqua d’Israel ja no té per a nosaltres cap altre significat sinó aquest: “el Mar Roig fou imatge de la font baptismal, i el poble alliberat de l’esclavitud, imatge del poble cristià” (oració col·lecta). Sense interrupció, l’assemblea canta el “càntic nou“, el de Moisès i el de l’Anyell: “Cantem al Senyor que s’ha cobert de glòria“. Càntic sublim on demanem al Senyor que introdueixi l’Església, el seu poble, “al santuari que han construït les seves mans“, és a dir, “el santuari no construït per mans humanes” (He 9,24): el Cos glorificat del Senyor. El llibre de l’Èxode diu que fou Maria, la germana de Moisès, la que féu cantar el poble; ara és la nova Maria, la mare del Senyor, que fa cantar a manera de solista el nou poble de Déu, ella que és la “tympanistria nostra” (sant Agustí), la que marca el compàs joiós del poble de Déu, poble en festa, que aquesta nit, ha passat de mort a vida. IV lectura El Senyor que t’ha reclamat t’estima amb un amor etern Is 54, 5-14; Sal 29, 2 i 4. 5-6. 11 i 12a i 13b La lectura d’Isaïes és gairebé una oda i un poema d’amor. El Senyor en la seva Resurrecció crida l’Esposa abandonada. La mira amb un amor immens: “Jo t’havia abandonat per poca estona, però ara et recobro amb un amor immens“. I promet que ja mai més desapareixerà l’amor que li té. I la “pobra, batuda per les tempestes, desolada“, habitarà la nova Jerusalem. Amb la Resurrecció de Crist, la multitud dels pecadors, dispersats, ha estat convocada, redimida i santificada, i ha entrat a formar part de l’Esposa, ara consolada, ardent d’amor, forta en l’esperança. Aquesta nit cantem intensament himnes de lloança, perquè Crist ha pujat gloriós dels inferns, el plany s’ha acabat, la joia és aquí. Ho canta meravellosament el Salm 29: “Cap al tard tot eren plors, l’endemà són crits de joia“. Són el captard del Divendres sant i l’endemà de l’alba de Pasqua. V lectura Veniu a mi, i us saciaré de vida. Pactaré amb vosaltres una aliança eterna Is 55, 1-11; Sal Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6 En la segona oda d’Isaïes, Déu mateix crida els “afamats i assedegats“, als qui no poden nodrir-se per si mateixos, perduts al desert de la vida, per tal que vagin a Ell, donador de l’aigua de la vida, l’Esperit Sant. També són convidats al banquet del Regne i establerts en una aliança nova. Queda ben clar que els designis de Déu són diferents dels nostres i es realitzen sempre en virtut de la seva Paraula, eficaç i irrevocable. Avui és la nit en què el Senyor es troba, es deixa trobar: “Cerqueu el Senyor, ara que es deixa trobar“. Els Pares consideren aquest “ara” com a realitzat en la celebració de Pasqua. Es canta, després un Salm que no està en el saltiri: el càntic de la festa dels Tabernacles. La seva resposta, “cantant de goig sortirem a buscar l’aigua de les fonts de salvació“, és una clara referencia a la litúrgia baptismal. VI lectura Avança pel camí que condueix a la claror del Senyor Ba 3, 9-15. 32–4, 4; Sal 18, 8. 8. 10. 11 La sisena lectura pertany a la Saviesa. El poble ha abandonat la saviesa però avui la retroba en Crist Ressuscitat. Ell és la Saviesa divina, increada, preexistent abans de la creació i enviada pel Pare en l’Esperit Sant: “S’aparegué aquí a la terra, on convisqué amb els homes“. Els cristians, en aquesta nit santa, esdevenim les estrelles que el profeta contempla, estrelles que brillen pel seu Creador, i en fan festa. L’Església avui abraça la Saviesa de Déu i “avança pel camí que condueix a la claror de la seva llum“, un camí il·luminat per la llum pasqual. L’Església sap que el Senyor li ha donat “paraules de vida eterna“, com cantem al Salm, tot ell un elogi de la Paraula. VII lectura Abocaré sobre vosaltres aigua pura i us donaré un cor nou Ez 36, 16-28; Sal 41, 3. 5bcd; 42, 3. 4 o bé 50, 12-13. 14-15. 18-19 La profecia d’Ezequiel és meravellosa. Finalment el Senyor cridarà als qui el pecat havia dispersat i els reunirà en la seva Església, on reverenciaran i santificaran el seu Nom amb la pregària que els ensenyà, el Parenostre. Abocarà sobre ells l’ “aigua pura” del Baptisme i els serà llevat el “cor de pedra“, per donar-los “un cor nou” on habitarà el seu Sant Esperit, pactant amb ells una aliança nova: “Vosaltres sereu el meu poble, i jo seré el vostre Déu“. Amb el misteri pasqual del Senyor, el Pare ha fet seu per sempre el seu poble i ja mai res ni ningú li prendrà de les mans (Jo 10,28). Després es canta el Salm “Sicut cervus” que expressa la set de l’Esposa, que sense el Senyor mor de set: la imatge sembla bucòlica però no ho és en absolut. La font de l’aigua que la fa viure és el Baptisme. És el Salm per excel·lència de la nit pasqual. Epístola Crist, un cop ressuscitat d’entre els morts, ja no mor més Rm 6, 3-11 Tota la concentració cristològica de l’Antic Testament és donada al Nou Testament. Havent cantat la gran doxologia, “Gloria in excelsis“, il·luminada plenament tota l’aula de la celebració i resplendents els llums de l’altar, a manera d’herald, escoltem la paraula apostòlica, forta i convincent, que es pot resumir així: “Ha Ressuscitat i ressuscitarem amb Ell“. És la catequesi darrera pels catecúmens, que ara ja són “electi“, i també pels qui renovaran el sant Baptisme: “Tots els qui hem estat batejats en Jesucrist, hem estat submergits en la seva mort (…) i gràcies al poder admirable del Pare, [ell] va ser ressuscitat d’entre els morts, [perquè] també nosaltres emprenguem una nova vida“. Al·leluia: Sal 117, 1-2. 16ab-17. 22-23 “Ha arribat l’hora de l’al·leluia, digneu-vos entonar-lo“, deia antigament el diaca al bisbe en aquest moment. L’”al·leluia” prepara l’anunci més alt de tota la Litúrgia de l’Església. El celebrant entona “in crescendo” l’”al·leluia“, com una oda infinita, com un “iubilus” que ressona per tota l’eternitat. L’Església canta l’al·leluia de la nit de Pasqua amb el salm 117, el hal·lel de la Pasqua d’Israel. És el Senyor qui ho ha fet, i els nostres ulls se’n meravellen. És una joia infinita, és un cant infinit. Evangeli Jesús de Natzaret, el Crucificat, ha Ressuscitat Mc 16, 1-7 La Resurrecció del Senyor, Déu i Salvador, és l’anunci culminant de l’Evangeli de Déu. És el centre de la fe del Nou Testament i de la nostra fe, “Resurrectio Christi fides christianorum est“. Per la seva Resurrecció, crea l’Església, que espera la glòria del seu adveniment. El que va ser crucificat és el que viu. Ja ha passat el dissabte, el dia de repòs, fins i tot per al Fill sepultat, i es desvetlla un dia sense posta, el dia vuitè, el de la nova creació, que participa de l’eternitat divina. És el primer Diumenge, el dia que els cristians es reuniran per celebrar la Resurrecció del Senyor. Era el clarobscur de l’alba, però quan van arribar al sepulcre el sol ja havia sortit: és un símbol de la Resurrecció del Senyor. La nit ha estat vençuda. La intenció de les dones era embalsamar Jesús, segons els ritus funeraris jueus. Pel camí es preguntaven qui les ajudaria a fer rodolar la pedra de l’entrada del sepulcre. Cosa que haguessin pogut preveure (¡!) i, d’altra banda, ¿qui o qui les podria ajudar si els deixebles ja no hi eren? El recurs literari és emprat per anunciar quelcom de molt gran: només Déu podia somoure la pedra del sepulcre. Per això s’anuncia amb el passiu diví: “la pedra ja havia estat apartada“. El sepulcre obert és el signe de la victòria de Déu sobre la mort. El sepulcre esdevé el lloc de la “teofania divina“: el jove vestit de blanc, assegut a la dreta, és el missatger de la Resurrecció. Qui és aquest jove? Un àngel? El mateix Senyor? Ell està “assegut a la dreta“, com indica el Salm 109. La reacció de les dones és la paüra davant allò diví. El jove els adreça com a primera paraula: “No tigueu por“. Elles representen l’Esposa del Càntic, que cercava i finalment ella és la trobada. El missatger proclama la paraula més alta de l’Escriptura i de la Revelació cristiana: Ha Ressuscitat (ἠγέρθη). De bell nou, el passiu de la divinitat. S’ha d’interpretar: “Ha estat ressuscitat pel Pare en l’Esperit Sant“. És la paraula reveladora de Déu, la plenitud de la seva revelació. És el “TOT” de la revelació divina, és l’Evangeli de la Resurrecció. La Paraula que il·lumina el passat, el present i el futur. Tot l’Antic Testament és llegit des d’aquesta paraula-esdeveniment, “dabar“; tota la creació s’explica per qui és el Primogènit d’entre els morts. Ell omple el present de l’Església, com a misteri de convocació i de missió, i omple el futur perquè vindrà en la glòria de l’Esperit Sant. És l’Evangeli de tots els Evangelis, que seran proclamats i llegits sempre després i per causa de la Resurrecció. Aquell misteriós missatger ho comunica en present d’indicatiu ja que l’anunci de la Resurrecció és perpetu en cada generació cristiana. Anuncia la Resurrecció de manera senzilla, familiar. Exegèticament, cal entendre-ho com un simple dir: “Ara no hi és aquí, però el veureu glorificat“. Comença la missió cristiana: han d’anar a anunciar-ho la comunitat, als deixebles i a Pere. Han d’anunciar-los que són convocats “a Galilea“, com a una reunió, i que allà el veuran. El Senyor sempre serà qui va davant de l’Església, el que obre “el camí nou i viu” (He). I han de recordar les seves paraules: tota la predicació del Senyor pels camins d’Israel. Les dones seran sempre en l’Església les primeres dipositàries de l’anunci de la Resurrecció: a partir d’aquest fet incontestable es pot elaborar una bella teologia sobre la dona en l’Església, com a expressió de l’”Ecclesia amoris“, fecunda, que precedeix sempre l’Església del ministeri. Les santes dones representen també l’Església-Esposa que retroba el Crist-Espòs en l’esplendor de la seva glòria. L’Església que, radiant de tanta llum, es converteix també en l’Església-Mare, joiosa pels fills i filles que engendra en el Baptisme, “la fa mare feliç amb els fills“, Salm 112, v. 9, engalanada de festa pel seu Senyor, a qui rep en el banquet nupcial de l’Eucaristia. Ella viu de l’amor de l’Espòs. Missa del dia de Pasqua Joan i Pere, a l’alba del dia de Pasqua, corren cap al sepulcre i constaten que està buit. Els dos són representants simbòlics de l’Església: Pere, del ministeri eclesial i Joan, de l’amor eclesial, i tots dos comproven que el lloc de la sepultura està buit. L’amor precedeix la fe, per això el deixeble estimat “Ho veié i cregué“. Al deixeble li és donat de comprendre l’epíleg de l’Aliança de Déu ja que “fins aquell moment encara no havien entès que, segons les Escriptures, Jesús havia de ressuscitar d’entre els morts“. A la primera lectura, comença la proclamació del llibre dels Fets dels Apòstols, és realment un costum ecumènic i universal. És Pere qui proclama el “kerigma“. L’assemblea no es cansa de cantar una i altra vegada el Salm: “Avui és el dia que ha obrat el Senyor“. Com a segona lectura, es proposa, com alternativa a la carta als cristians de Colosses, el text clàssic i antic de la primera carta als de Corint, on se’ns exhorta a celebrar la Pasqua, no amb “llevat vell, (el llevat que érem abans, el llevat de la dolenteria i de la malícia“, sinó amb els pans sense llevat, “pans sense fermentar“, de la sinceritat i de la veritat. El text del mateix Apòstol als Colossencs exhorta a cercar els béns de “dalt, on hi ha el Crist, assegut a la dreta de Déu“. El vers al·leluiàtic, després de la venerable seqüència “Victimae paschalis laudes“, ens convida a celebrar la Pasqua en el Senyor. De les dues opcions com a antífona d’entrada, cal ressaltar la primera, donat que és el mateix Senyor qui canta “He ressuscitat, m’he retrobat amb vós, al·leluia“. L’eucologia és teològicament densa: al Prefaci s’escolten les paraules “Per això, ple de la gran joia de la Pasqua, d’un cap a l’altre de la terra tot el món exulta” que ressonaran a tots els Prefacis del temps pasqual. (Calendari-Directori de l´Any Litúrgic 2021, Liturgia fovenda, p.201ss)
|