2025 – El beato Francisco Castelló en la peregrinación a Chartres
BEATO FRANCISCO CASTELLÓ ALEU
Lunes: “Impregnar la sociedad del espíritu cristiano”, con el beato Francisco Castelló Aleu
MEDITACIÓN 7
Queridos peregrinos,
Hoy, durante el transcurso del día, llegaremos a la catedral de Chartres, final de nuestra peregrinación.
Caminaremos bajo la mirada del beato Francisco Castelló Aleu. Este español que supo mantener su fe en Dios, murió al grito de “Viva Cristo Rey”. Este grito no fue solo para él una fórmula que suena bien, sino el último acto de caridad que realiza antes de morir bajo las balas de los republicanos.
La cristiandad, brota de la santidad
Francisco Castelló es español, tiene 22 años; es guapo, elegante, ingeniero, comprometido con una chica encantadora. Es santo. Muere fusilado, arrojado a una fosa común, sobre los cadáveres del obispo de su diócesis y de más de 200 sacerdotes, religiosos y católicos de élite, mártires también de la fe.
Amigo peregrino, era un chico de tu edad, que disfrutaba de la vida. Era un santo como tú puedes serlo, como tú debes serlo. Así que, ¡escucha! Este joven, cuya vida te voy a contar rápidamente, debe ser tu modelo. Que la belleza de esta mañana de peregrinación te ayude a gustar la belleza del alma de un hombre joven que se parece a ti.
Una sólida educación católica
Francisco nació en 1914, en Cataluña. Tiene dos hermanas mayores que él. Su padre murió algunos meses después de su nacimiento. Por lo tanto, su madre le educará sola; ella le transmite con mucho celo la doctrina católica, así como un intenso amor por la santa eucaristía.
Esta es la base de la santidad de Francisco: una sólida formación doctrinal, desde sus primeros años, y un gran amor por la misa y la santa comunión.
Queridos padres que me escucháis y queridos amigos que pensáis que estáis llamados al matrimonio, ¡vosotros sois el punto de partida de la santidad de vuestros hijos! No dudéis en ser exigente con ellos en lo que respecta a la fe, al catecismo, a la práctica de los sacramentos. ¡Y sed ejemplos para ellos!
Francisco es un chico guapo, inteligente, simpático, risueño, con una gran pureza de alma. Consciente de sus numerosas cualidades, se muestra a veces vanidoso. Es, por tanto, un chico normal, con sus defectos como todo el mundo.
Un verdadero empujón: los Ejercicios de san Ignacio
En 1929, Francisco tiene 15 años. Tiene el dolor de perder a su madre que muere repentinamente. Esta prueba le va a hacer crecer rápidamente. Él y sus hermanas, ahora huérfanos, se consagran espontáneamente a la Virgen Santísima. Ellos van a vivir en casa de su tía en Lérida, siempre en Cataluña.
Al año siguiente, aprobó su bachillerato brillantemente. Es también el año en el que hace su primer retiro de san Ignacio. Durante este retiro, Francisco recibe grandes gracias. “Desde ese momento, entre los dieciséis y los veintidós años, no hubo ningún momento en su vida que no estuviera marcado por una obra de amor hacia el prójimo, fuese cual fuese”[1]. Francisco fue un gran promotor de los ejercicios, que hizo varias veces antes de su muerte: “¡Si la obra de los ejercicios no se hubiera descuidado tanto, la política de hoy presentaría un aspecto completamente diferente!”, afirmaba con convicción.
Amigo peregrino, ¿has hecho alguna vez un retiro de san Ignacio?
Si quieres ser santo como Francisco Castelló, aquí tienes una excelente manera de seguir el camino correcto. Te invito encarecidamente a que te inscribas pronto en uno de estos retiros (encontrarás las direcciones correctas al final de esta meditación): en unos días Dios te convertirá en un alma pura y brillante, te iluminará en las grandes decisiones de tu vida, te hará un valiente soldado de Cristo Rey. Así que no lo dudes, ¡sé generoso!
Un alma de apóstol: a la Verdad por la Caridad
En 1931, Francisco comenzó sus estudios de ingeniero químico en Barcelona. Estudiante brillante, obtendrá su licenciatura en 1934, antes de ser contratado en un fábrica de fertilizantes.
Su vida de estudiante en Barcelona es un buen ejemplo. Te preguntas, pero ¿cómo actuar concretamente por Cristo Rey? Bueno, querido amigo, escucha, medita y reflexiona en lo que puedes hacer.
Trabajar por el reino de Cristo equivale a darle el primer puesto en todo lugar y en todo momento, es transmitir el don de Dios a aquellos que nos rodean, el don de la Verdad a través del don de sí mismo.
Y esto Francisco lo ha entendido bien. Visita a los enfermos y va a los hospitales. Atiende a un patronato (oratorio), los domingos y festivos, donde enseña tanto pin-pon como catecismo a los niños. También imparte cursos de Doctrina Social de la Iglesia a los jóvenes aprendices para evitar que sean corrompidos por el ambiente anticlerical de los talleres y las fábricas. Una vez contratado en la fábrica de fertilizantes, da clases de química a los trabajadores, lo que le permite hablar de Dios de vez en cuando, y así revelar la verdad.
Pero su asociación preferida es la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña, que tiene como objetivo ofrecer una sólida formación doctrinal a una élite para penetrar después en todos los estratos sociales y en todos los sectores del trabajo, la cultura, el ocio, el deporte… Se entregará con todo su corazón a esta obra.
¡Darse para dar a Dios! Esta fue la obra de su vida.
Mariona
Infatigable, jovial, apreciado por todos por su confianza, su franqueza, su caridad, apasionado del alpinismo, amante de la montaña que purifica alma y cuerpo, Francisco se enamora de una joven, María Pelegrí, apodada cariñosamente Mariona. Se comprometen en mayo de 1936.
Ofrece libros de formación a su prometida. Pero nunca pudo darle “las ternuras que le había reservado”. Porque una tormenta de inusual violencia se cierne sobre España.
El testimonio de los más valientes
En efecto, la revolución resuena. El 1 de julio de 1936, Francisco es llamado a filas. Un día un oficial instructor osa decir palabras hirientes contra la Iglesia. Francisco se levanta y protesta con energía diciendo: “Le ruego que se limite a cumplir con su deber y se abstenga de herir los sentimientos de los creyentes. Yo soy católico y me ofenden sus palabras”. Un pesado silencio se posó sobre los presentes. El oficial continúa su entrenamiento, pero no olvidará la audacia de este chico…
En la cárcel por ser católico
La revolución estalla. El desorden es total. Es la caza del hombre, sobre todo de sacerdotes y laicos comprometidos. En su casa, Francisco recibe la orden de incorporarse al destacamento al que es asignado. Su familia intenta disuadirlo para que no vaya: “No os preocupéis por mí. ¿Qué me puede pasar? No tengo ningún enemigo en el destacamento. Tal vez pueda hacer mucho bien”. Y se va. Horas más tarde, su familia recibe una nota escrita a toda prisa: “Estoy prisionero en el cuartel, firmado Francisco”.
El tribunal popular, compuesto por trabajadores y soldados marxistas, lo convoca para interrogarlo. Oficialmente está encarcelado porque es acusado de ser fascista: se han encontrado libros de química escritos en italiano y en alemán sobre su escritorio. ¿No son estos países fascistas? Esta mentira le hiere profundamente; hará todo lo posible para restablecer la verdad. No, él jamás ha pertenecido a partido político alguno. Pide a sus compañeros de la fábrica que defiendan su caso. Pero a pesar de su adhesión a Francisco, el miedo les hace declarar que es un “miserable”, es decir, en la jerga del momento, “un católico practicante”. Se le ofrece la libertad con la condición de que abjure de su fe. Él se niega rotundamente.
En el terrible ambiente del calabozo, Francisco permanece alegre, sorprendentemente sereno. Organiza el rezo del rosario, así como pequeñas charlas nocturnas para explicar el sentido de la vida cristiana a sus compañeros de prisión. Organiza juegos, da clases, sostiene la moral de sus compañeros, va de celda en celda buscando al prisionero que necesita ser animado. Envía a los que van a morir a confesar con un sacerdote, prisionero con ellos… ¡incluso va a organizar un coro! Y por la noche, tomando tiempo de su descanso, se entrega a la oración.
La sentencia de muerte
El 29 de septiembre de 1936, de nuevo es llamado por el tribunal popular. Sabe que va a la muerte. Hace una ferviente confesión general ante el único sacerdote que aún sobrevive.
Ante sus jueces, anula los débiles argumentos con que le acusan de ser fascista. La acusación pública pregunta entonces: “¡Acabemos! ¿Eres católico?” De una forma clara y con el rostro iluminado, Francisco responde: “¡Sí, así es! ¡Soy católico!” La acusación pide entonces la pena de muerte. Al presidente que le pregunta si tiene algo que decir en su defensa, Francisco contesta: “¿Para qué? Si el hecho de ser católico es un delito, acepto de buen grado ser delincuente”.
De vuelta en la prisión, Francisco tiene tiempo de escribir tres cartas, a sus hermanas y a su tía, a su padre espiritual, y finalmente, la más bella, a su novia Mariona. Este es un extracto:
“Me sucede algo extraño: no logro sentir pena por mi muerte. Una alegría asombrosa, interna, intensa, fuerte, me invade por completo. Me gustaría enviarte una carta de despedida triste, pero no puedo. Estoy lleno de pensamientos alegres, como un presentimiento de la gloria.
Me gustaría decirte cuánto te habría querido, las ternuras que te había reservado, la felicidad que hubiéramos tenido. Pero todo esto es secundario para mí. Debo dar un gran paso”.
Iba a la muerte cantando
El 30 de septiembre de 1936, Francisco subió con sus compañeros de condena en el camión que les condujo al cementerio donde serán ejecutados. Entona el credo. Creo en Dios… los otros prisioneros cantan con él. Después cantan el himno de los ejercitantes: “¡Arriba los corazones, mis hermanos! ¡Ascendamos cantando!”
Llegados al cementerio, los prisioneros se ponen en línea. El pelotón de ejecución también. Francisco grita: “¡Un momento, por favor! Os perdono a todos. Os espero en la eternidad”.
Francisco tiene las manos juntas, los ojos fijos en el cielo, una oración en los labios: “¡Fuego!”, grita una voz decidida. Francisco lanza un último grito: “¡Viva Cristo rey!” Los disparos resuenan.
Conclusión
El 11 de marzo de 2011, Juan Pablo II eleva al honor de los altares a 233 mártires españoles, asesinados por odio a la fe durante la Guerra Civil en España, incluido el gran Francisco Castelló Aleu.
Amigo peregrino, ¿qué debes recordar de este ejemplo?
Tres cosas:
La formación doctrinal es primordial
Si Francisco pudo transmitir tanto la verdad a su prójimo, es gracias a su gran dominio de la doctrina católica. ¡Así que a trabajar! Toma la resolución de trabajar regularmente el catecismo, de leer obras doctrinales, de leer las encíclicas de los papas. Conoces el dicho: solo se puede dar aquello que se ha recibido. Eres capaz, la verdad es simple. Dios se pone a tu alcance. Trabaja para conocerlo cada vez mejor.
No dejar pasar la oportunidad de hacer el bien
En tu familia, tu parroquia, tu colegio, el trabajo, se te ofrecen miles de pequeñas oportunidades. No esperes la gran oportunidad que nunca llegará, actúa aquí y ahora. Dónate. Da tu tiempo. Todo católico debería tener al menos un compromiso, en el que se entregue gratuitamente por la gloria de Dios. ¿Has encontrado el tuyo?
Sé la luz del mundo
Dios, que está en ti por la gracia, desea atraer hacia él a todos aquellos que te rodean. Sé un instrumento dócil entre sus manos. Ten la preocupación de transmitir: transmitir la fe, transmitir la doctrina, transmitir la bondad de Dios. Aumenta el brillo de tu llama con la oración, haz oración, reza durante mucho tiempo, reza a menudo.
Bibliografía
Il allait à la mort en chantant, Jacinto Peraire Ferrer, Ed. Traditions monastiques, 2007.
[1] Padre Romualdo Díaz, su biógrafo.