2019 – DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO
Domingo de las bienaventuranzas
Lucas es el evangelista que remarca, más que ningún otro, que Jesús es el orante incansable.
De su oración y de su contemplación del Padre nace su predica- ción.
Una predicación que comienza con las bienaventuranzas.
El marco escénico, a diferencia de Mateo no es la montaña, sino el valle.
Su predicación empieza con la mirada de Jesús a sus discípulos que están delante de él. De los labios de Jesús brotan las cuatro bienaventuranzas.
La primera, como en Mateo, es la de los pobres.
Estos son directamente apelados y se les dice que el Reino de Dios es para ellos.
Después de los pobres, son interpelados los hambrientos, los que lloran y los perseguidos.
A las cuatro bienaventuranzas siguen los cuatro “ayes” que subrayan la seriedad de la enseñanza de Jesús.
En cuanto a la caridad, a la justicia y a los deberes para con el prójimo, Lucas, en cierto sentido es más radical que Mateo y Marcos.
La comunidad de los cristianos no hace ninguna concesión en relación a estos principios.
A modo de contraportada, la primera lectura de Jeremías y el Salmo manifiestan la bendición de Dios sobre el justo y su maldición para con el injusto.
El justo que escucha la palabra de Dios es “como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón“.
Es el agua de la gracia que nos lleva a vivir la caridad sobrenatu- ral que procura como primer fruto la justicia.
La Iglesia está llamada a ser el pueblo en el que los pobres ocuparán el primer lugar. Son los “príncipes de sangre real de la Iglesia” que escribe Georges Bernanos.