2020 – DOMINGO VI DE PASCUA
Domingo del Paráclito que está siempre con nosotros
Domingo de la promesa del Espíritu Santo.
“Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre“: por la donación del Espíritu Santo, los discípulos comprenderán la unidad de amor entre el Padre y el Hijo.
Con “el Espíritu de la verdad“, la verdad es Dios-Amor,
Él volverá a ellos y no quedarán “huérfanos“.
Así le volverán a ver y, además, “dentro de poco“, a diferencia del mundo.
Ensanchará aún más el círculo: no sólo comprenderán la unidad de amor entre el Padre y el Hijo, sino que sabran, ¡esto es sublime!, que ellos mismos entran en la unidad trinitaria “yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros“.
Esta unidad es realizada en el Espíritu Santo: él mismo es unidad, y él mismo la crea.
De aquí brota la antropología cristiana: la condición del hombre nuevo es “ser en Cristo”.
San Pedro, en la lectura continuada de la carta de estos Domingos, segunda lectura, nos exhorta a “dar razón de nuestra esperanza“.
Hay que hacerlo, no desde la arrogancia y la prepotencia, sino “con delicadeza y con respeto“.
Un testimonio acompañado de la “buena conducta en Cristo“, de modo que queden confundidos, en ridículo, los que despotrican, pero también acompañada de la capacidad de sufrir por amor a la verdad: sólo así se realiza la semejanza con Cristo que, siendo “justo, murió por los injustos, para conducirnos a Dios“.
Sólo podemos dar testimonio si el Espíritu anima nuestra vida.
Nadie puede evangelizar si no lleva el Espíritu Santo en su corazón.
Si no está el Espíritu Santo, el testimonio es apologética vacía e ideológica.
En el libro de los Hechos, primera lectura, los apóstoles Pedro y Juan van a confirmar la fe de los que habían sido sólo bautiza- dos.
Este texto es fundamental en la teología del sacramento de la Confirmación.
La Confirmación es, en relación con el Bautismo, lo que es Pentecostés en relación con la Pascua: su plenitud y madurez.
El Salmo 65 es pascual: “Aclamad al Señor, tierra entera“, por las maravillas que Él ha hecho, siendo la más grande de todas la Resurrección del Hijo.
El salmista, lleno de estupor, canta: “Venid a ver las obras de Dios, sus temibles proezas en favor de los Hombres“.
Los ha salvado y por el Bautismo los ha hecho hijos e hijas de Dios.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2020, Liturgia fovenda, p.234)