DOMINGO III DE CUARESMA
“Domingo de la purificación del templo”. El Señor, lleno de celo por la casa del Señor, purifica el templo y con su autoridad proclama que Él reconstruirá el “templo de su cuerpo” durante los tres días de su Pascua.
Es un gesto profético (el único violento de su vida). No es baladí el gesto de las palomas liberadas, éstas eran la ofrenda de los pobres como las que llevaban José y María el día de la Presentación.
También se ejercía un monopolio no muy limpio sobre el dinero de los pobres, a los cuales extorsionaban.
El salmista cita directamente el Salmo 68,10. Con este verso empezaba la salmodia del oficio de Tinieblas del Jueves Santo: Zelus domus tuae.
Con este acto Jesús anuncia que purificará a la Iglesia con su muerte, resurrección y donación del Espíritu Santo, levantando así el nuevo templo en el Misterio de los tres días.
Las palabras del evangelista: “El hablaba del templo de su cuerpo” representan la memoria de los discípulos que desde la resurrección comprenden el significado de la purificación del templo (no olvidemos que es uno de los textos evangélicos propios de la Dedicación de las iglesias).
En la primera lectura (alianza sinaítica) la entrega de las Diez Palabras (Mandamientos) y en la segunda lectura, Pablo declara el contenido de la predicación apostólica:“Proclamamos a Cristo crucificado, escándalo para los hombres, pero para los llamados, sabiduría de Dios”.
El bello Salmo responsorial manifiesta la Iglesia enamorada de la Palabra de Dios y de su dulzura. Ella sabe que las Palabras de Dios son vida eterna.
En este Domingo se celebra el primer escrutinio preparatorio al Bautismo de los catecúmenos, que en la Vigilia pascual serán admitidos a los sacramentos de la iniciación cristiana, con oraciones e intercesiones propias.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2018, Liturgia fovenda, p.109)