SAN BERNARDO, abad y doctor de la Iglesia – 20 de agosto
Bernardo fue recibido en el monasterio del Císter por el abad Esteban Harding, el año 1122.
A los tres años de profesar, con tan sólo veinticinco años de edad, fundó la abadía de Claraval (Clairvaux).
Por razón de su personalidad, verdaderamente carismática y atrayente, la Orden creció de manera extraordinaria y las vocaciones afluyeron ingentes.
Numerosas abadías filiales, hasta 63, surgieron ya durante su vida.
Promovió, consolidó y organizó la Orden del Císter con extraordinario éxito.
Monje, profeta y místico.
Viajero incansable, arbitró en muchos lugares la paz y la verdad de la fe.
El Papa Eugenio III, discípulo suyo, emitió en sus manos la profesión monástica.
Predicó la segunda Cruzada y fomentó la Orden del Temple.
Su actividad itinerante no le fue impedimento para cultivar la contemplación.
Bernardo es fundamentalmente un monje: un hombre unificado.
Su contemplación, fruto de la “lectio divina“, llega a momentos de plenitud mística de unión con Dios.
Una de las obras más preciosas es “De diligendo Deo“: cuando el hombre ve que no puede subsistir por sí mismo y empieza a buscar a Dios por la fe, a partir de la oración y la meditación, conoce a Dios y pasa a amar a Dios por Dios mismo, no por el hombre.
Gradual y procesualmente, llega al último estadio: unirse a Dios y ser un único espíritu con Él.
Al final de su vida exclamó: “Mi gran deseo es ir a ver a Dios y estar con él, pero el amor que tengo a mis hermanos me mueve a seguir ayudándoles: que el Señor haga aquello que le sea más placentero“.
El mismo Señor le llamó a su descanso tal día como hoy del año 1153: tenía sesentaitrés años.
Su obra es extensa y fecunda: comunica un amor inmenso a la humanidad de Jesús y a la Bienaventurada Virgen María.
Se le considera el último padre de la Iglesia y es llamado el “doctor melifluus“, por la dulzura y ternura de la Palabra de Dios en su predicación.
Él compuso el bellísimo himno “Iesu dulcis memoria.
El año de su muerte, monjes cistercienses procedentes de la comunidad de Fontfroide -cerca de Narbona y en el corazón de Occitania- llegaron a los bosques de Poblet (Tarragona) para fundar allí una abadía.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2020, Liturgia fovenda, p.330)