XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO – 25-30/07/2022 – XVII SETMANA DE DURANT L’ANY
LUNES SANTIAGO, apóstol PATRONO DE ESPAÑA El apóstol Santiago, hijo de Zebedeo, hermano de san Juan evangelista, fue testigo de la Transfiguración y de la agonía del Señor. Con Pedro formó parte del grupo de los dilectos del Señor. Junto al lago de Galilea recibió la vocación, y junto a Juan, “dejó la barca y a su padre, con los jornaleros“, para ir con Jesús. Su vida y su muerte estuvieron vinculadas al Señor (Mc 1, 19). Fue el primero que sufrió el martirio cuando, por orden de Herodes Agripa, le decapitaron, “poco antes de la fiesta de Pascua, en Jerusalén“, como escuchamos en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles. Se cumplió en él la promesa de Jesús: “Mi cáliz lo beberéis“. Esto se extiende a todos los que, como cristianos, viven y anuncian el Evangelio: “Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte por causa de Jesús“, segunda lectura. Su cuerpo se venera en Santiago de Compostela, meta secular de miles de peregrinos de todo el mundo. Santiago, junto con Jerusalén y Roma, son las tres ciudades donde los cristianos secularmente han peregrinado. La liturgia hispano-mozárabe celebra su fiesta el 30 de diciembre, día en que, según la tradición, es la memoria de la “traslatio” de su cuerpo a Compostela, “campus stellae o compositum tellus“. Santiago el Mayor, patrono de España, enraíza la fe de las diócesis españolas en la tradición apostólica y las impulsa a la misión. Misa: Hch 4, 33; 5, 12. 27-33; 12, 2; Sal 66, 2-3. 5. 7-8; 2 Cor 4, 7-15; Mt 20, 20-28 El tesoro del Evangelio que los apóstoles predican es llevado en las “vasijas de barro” de su frágil humanidad. No hay nada de extraordinario que proceda de ellos: la fuerza únicamente la reciben del Señor. La vida apostólica se sitúa siempre al límite de lo soportable, pero jamás hasta derrumbarse o perder la esperanza, porque sabe que Dios, que resucitó al Señor Jesús, también los resucitará a ellos, junto con los que han sido objeto de su evangelización. Ellos “llevan siempre en el cuerpo la muerte de Jesús para que se manifieste la gloria de su resurrección” en el crecimiento de la Iglesia y todo redunde en su acción de gracias, Eucaristía. Así tienen parte en el Misterio de la Pascua del Señor: “La muerte actúa en nosotros, y en vosotros, la vida“. En la Cruz del Señor contemplamos cómo su muerte fue nuestra vida. En el Evangelio, Santiago y Juan podrán beber el cáliz del Señor, pero no ahora, sino “después“, cuando se realice lo más grande y contemplen que el Señor “ha venido no para ser servido, sino para servir y dar la vida en rescate por muchos“. Entonces los pueblos conocerán “los caminos del Señor“, Salmo responsorial: caminos de peregrinación por donde el Señor pasa y nos alcanza, ya que quiere caminar con nosotros. Entre ellos, el camino de Santiago, que conduce al sepulcro del apóstol, donde resplandece como “un astro brillante“, verso aleluyático, que anuncia a Jesucristo, el Señor. MARTES SANTOS JOAQUÍN y ANA, padres de la Bienaventurada Virgen María Según la tradición de los evangelios apócrifos, se conservó la memoria de los nombres de los santos progenitores de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios: Joaquín y Ana. Las iglesias en su Liturgia han venerado a los padres de la joven de Nazaret, así de grande es el amor que le profesan, pues ellos otorgan la descendencia de David a María. Joaquín y Ana son “bienaventurados” porque “vieron lo que muchos profetas y justos desearon ver y no vieron“: que, de su esterilidad, por gracia y don, nacía una hija de Israel. Recibieron del Señor el don de la filiación. ¡Y qué filiación! Una niña que, a su vez, sería madre del Primogénito de muchos hermanos (Rom 8,28), todos hijos e hijas amados del mismo Padre. Esta memoria forma parte de las celebraciones marianas, tal como reza el título: se venera a Joaquín y Ana por ser los “padres de la Bienaventurada Virgen María“. En la iconografía medieval, es común encontrar la representación triple de santa Ana, María y Jesús, conocida como “santa generación“; también la representación del encuentro de san Joaquín y santa Ana en la Puerta Dorada del Templo. Misa: Jer 14, 17-22; Sal 78, 8. 9. 11 y 13; Mt 13, 36-43 Como siempre los discípulos preguntan, en la intimidad de casa, por el significado de la “Parábola del trigo y la cizaña“. La aclaración de Jesús es preciosa: Él mismo, “el Hijo del hombre“, es el que siembra en el campo del mundo. Pero dice algo más: “la buena semilla son los ciudadanos del reino que brillarán como el sol en el reino de su Padre“. Somos buena semilla en el campo del mundo y gavillas del Reino. Lo demás, “la cizaña” pertenece al “Maligno” y no sirve para nada: sólo para ser quemado, como todo lo inútil e inservible. Pero no se debe precipitar nada: a los “ángeles, al fin del tiempo“, les compete la cosecha. Y el tiempo se acaba cuando uno deja este mundo. Una oración litúrgica oriental suplica: “Concédenos una muerte sin dolor y de no avergonzarnos delante del rostro de Cristo“. Los corruptores del mundo no tienen lugar en el Reino del Padre. MIÉRCOLES Misa: Jer 15, 10. 16-21; Sal 58, 2-3. 4. 10-11. 17.18; Mt 13, 44-46 Es evidente que el Señor, y el Reino sorpresivo que hace presente, es el “tesoro escondido” dentro del corazón humano y la “perla de gran valor“. Nada es tan valioso como el don que Dios nos da. Vender todo lo que tiene significa desprenderse para lograr, en el colmo de la alegría, el don más grande. Recuerda aquello de santa Teresa de Jesús: “Nuestra alma [es] como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos. (…) y en el centro y mitad de todas [las moradas] tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma” (Castillo interior o Las Moradas I,1,1). Vendiendo todo lo que poseemos, en el fondo no perdemos nada, al contrario: nos ganamos a nosotros mismos. El cristiano se define por lo que es, no por lo que tiene. JUEVES Misa: Jer 18, 1-6; Sal 145, 1b-2. 3-4. 5-6ab; Mt 13, 47-53 Es la séptima y última de las parábolas del capítulo 13 de Mateo: la “Parábola de la red“. El Reino es una red barredera, tirada en el mar, que recoge de todo para llevarlo a la orilla del Reino: lo bueno y lo malo. Solamente al final se separan, se disciernen, los peces buenos y malos. Es la red del gran Pescador: Él sabe de los tiempos de la gracia e incluso el Padre sabrá al final qué hacer incluso con aquello que no sirve para nada. Para nosotros es una llamada acuciante a la conversión, sabiendo que el juicio pertenece a la misericordia de Dios. Los discípulos, a la pregunta “¿Entendéis bien todo esto?”, responden que sí. La verdad es que ni ellos ni nosotros acabamos de comprender. El “escriba que entiende del reino de los cielos” seguramente es el mismo evangelista. La Iglesia debe dar a sus hijos “lo antiguo y lo nuevo“, sabiendo que lo viejo siempre es nuevo en Cristo: “El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado” (2 Cor 5, 17). VIERNES SANTOS MARTA, MARIA y LÁZARO Por decreto del Papa Francisco, el hasta hace poco título de esta memoria obligatoria “Santa Marta” pasa a ser de los “Santos Marta, María y Lázaro”. Así están inscritos en el Martirologio Romano y es tradición, entre otras, de la Orden Cisterciense de celebrar conjuntamente a los tres hermanos bajo el título “Hos pederos del Señor“. En el Decreto se lee: “En la casa de Betania, el Señor Jesús experimentó el espíritu familiar y la amistad de Marta, María y Lázaro, y por eso el Evangelio de Juan afirma que los amaba. Marta le ofreció generosamente hospitalidad, María escuchó atentamente sus palabras y Lázaro salió rápidamente del sepulcro por mandato de Aquél que ha humillado a la muerte” (“Decreto sobre la celebración de los santos Marta, María y Lázaro en el Calendario Romano General”, Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, 26 de enero de 2021). La eucología de la Misa y los textos litúrgicos propios son nuevos. A pesar de la incertidumbre de la tradición occidental, la figura contemplativa de María, hermana de Marta y Lázaro, no se identifica con santa María Magdalena, cuya memoria se celebra el 22 de julio como fiesta “Apóstol de los apóstoles“. Misa: Jer 26, 1-9; Sal 68, 5. 8-10. 14; Lc 10, 38-42 (o bien Jn 11, 19-27) Opción I (Lc 10, 38-42) Betania, cerca del Monte de los olivos, está a cuatro quilómetros de Jerusalén. Allí vivían las dos hermanas que amaban al Señor. Según la tradición del IV Evangelio, con ellas vivía su hermano Lázaro. Asistimos al diálogo de Jesús con ellas. Marta estaba atareada por servir al Huésped; María, a los pies del Señor, escuchaba su Palabra. Ambas representan el quehacer de la Iglesia: el servicio y la contemplación. Jamás deben contraponerse. Marta es la Iglesia que sirve al Señor en sus hermanos: los pobres y los que sufren. María es la Iglesia orante y atenta a la Palabra del Señor. Lo primero pertenece al tiempo, lo segundo a la eternidad. La oración cristiana jamás es alienante del mundo: el servicio eclesial, “diakonía“, proviene y debe ser fecundado por la contemplación. Siempre habrá cosas por hacer y hay que dejarlas para el “mañana” (Mt 6,34); la oración no puede dejarse, “es de cada día” (Lc 11,3). No debemos pensar “¡qué suerte tuvieron Marta y María en hospedar al Señor en su casa!“, porque los cristianos recibimos al Señor en el amor y en el servicio. Ellas hospedaron y sirvieron al Señor en su hogar, nosotros en la casa del corazón y de la Iglesia. Opción II (Jn 11, 19-27) La fe de Marta en el Evangelio de Juan es muy grande. Marta sale al encuentro del Señor que llega para acompañarlos en el dolor, a ella y a su hermana. Es un gesto inaudito: una mujer en duelo no podía salir de casa y menos aún, dirigirse a un rabí en público. Pero interpela al Señor diciéndole con toda certeza: “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano“. Más aún, deja su fe en Jesús abierta a todo: “Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá“. Marta sabe del poder de la intercesión de Jesús. Éste le anuncia que su hermano resucitará. Ella lo entiende como únicamente lo podía entender una mujer judía: “resucitará en la resurrección del último día“. Entonces Jesús dice las palabras que nadie en el mundo ha pensado y jamás ha dicho: “Yo soy la Resurrección y la Vida (…). ¿Crees esto?“ Ante tal pregunta, Marta responde humildemente, pero sin vacilar, con una fe increíble: “Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo (lit.: el Ungido, el Mesías), el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo“. Marta hace honor a su nombre “teofórico“, “El Señor es mi Dios“. Más todavía: ella representa aquí la fe de la Iglesia, pues hace su “confessio fidei“, como también la hace también Pedro cerca de Cesarea de Filipo (Mt 16,13-20). El Señor pregunta siempre a la Iglesia: “¿Crees, Iglesia mía, que yo soy la Resurrección y la Vida?“. El Señor va a casa de Marta y María y lleva con Él el don más grande, la Resurrección. La resurrección de Lázaro es prenda de la resurrección de todos: no para volver a morir, sino para participar en la vida de Dios. SÁBADO Misa: Jer 26, 11-16. 24; Sal 68, 15-16. 30-31. 33-34; Mt 14, 1-2 Los fieles de las Iglesias orientales consagran con un ayuno rigoroso el día de la decapitación del Bautista ya que por un convite mundano él fue ejecutado. Los sinópticos relatan el contexto de la muerte del Bautista: un banquete en que todo era vaciedad, patochada y frivolidad. También lujuria. Allí todo sonaba a hueco. Para este tipo de gente, las personas que viven en la verdad molestan: se los quitan de en medio. No les interesan, ya que denuncian sus tinieblas. Todo ello contrasta con la verdad y la justicia que vivió y predicó Juan el Bautista, cf. Oración colecta. Él siguió a la Luz incluso en la oscuridad de la mazmorra donde terminó su vida. Predicó al Mesías, pero no vio la gloria del Mesías. Herodes se quedó con su cadáver, nada, pero Juan el Bautista quedó con la Verdad. El Prefacio de su fiesta reza: “Y él dio, por fin, su sangre como supremo testimonio por el nombre de Cristo“. (Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2022, p.360ss) |
DILLUNS SANT JAUME, apòstol Patró d’ESPANYA L’apòstol Jaume, fill de Zebedeu, germà de sant Joan evangelista, va ser testimoni de la Transfiguració i de l’agonia del Senyor. Amb Pere formà part del grup dels dilectes del Senyor. Va rebre la vocació vora el llac de Galilea, i juntament amb Joan, deixà “la barca i el pare“, per anar amb Jesús. La seva vida i la seva mort estigueren vinculades al Senyor (Mc 1,19). Fou també el primer que va sofrir el martiri quan, per ordre d’Herodes Agripa, va ser decapitat a Jerusalem, tal i com escoltem en la primera lectura dels Fets dels Apòstols. S’acomplí en ell la promesa de Jesús: “És cert, vosaltres beureu el meu calze“. Això s’estén a tots els qui, com a cristians, viuen i anuncien l’Evangeli: “Nosaltres vivim, però per causa de Jesús, sempre estem a mercè de la mort “, segona lectura. El seu cos es venera a Santiago de Compostel·la, fita secular de milers de pelegrins d’arreu. Santiago, junt amb Jerusalem i Roma, són les tres ciutats on els cristians secularment han peregrinat. La litúrgia hispanomossàrab celebra la seva festa el 30 de desembre, dia en què, segons la tradició, és la memòria de la “traslatio” del seu cos a Compostel·la, “campus stellæ o compositum tellus“. Jaume el Major, patró d’Espanya, arrela la fe de les diòcesis espanyoles en la tradició apostòlica i les impulsa a la missió. Missa: Fets 4, 33; 5, 12. 27-33; 12, 2; Sal 66, 2-3. 5. 7-8; 2C 4, 7-15; Mt 20, 20-28 El tresor de l’Evangeli que els apòstols prediquen és portat en les “gerres de terrissa” de la seva fràgil humanitat. No hi ha res d’extraordinari que procedeixi d’ells: la força únicament la reben del Senyor. La vida apostòlica se situa sempre al límit del que és suportable, però mai fins ensorrar-se o perdre l’esperança: els apòstols saben que Déu, que va ressuscitar el Senyor Jesús, també els ressuscitarà a ells, juntament amb els qui han estat objecte de la seva evangelització. Ells “sempre i per tot arreu porten la mort de Jesús en el cos, perquè també en el seu cos es manifesti en el seu esclat la vida de Jesús” en el creixement de l’Església, i tot redundi en la seva acció de gràcies, Eucaristia. Així tenen part en el Misteri de la Pasqua del Senyor: “D’aquesta manera, ni la mort no deixa mai de fer en nosaltres la seva obra, ni la vida, en vosaltres“. En la Creu del Senyor contemplem com la seva mort va ser la nostra vida. En l’Evangeli, Jaume i Joan podran beure el calze del Senyor, però no ara, sinó “després“, quan es realitzi allò més gran i contemplin que el Senyor “no ha vingut a fer-se servir, sinó a servir els altres, i a donar la seva vida com a preu de rescat per tots els homes, lit.: per molts“. Llavors els pobles coneixeran “els designis del Senyor“, Salm responsorial: camins de peregrinació per on el Senyor passa i ens ateny, ja que vol caminar amb nosaltres. Entre ells, el camí de Sant Jaume, que condueix al sepulcre de l’apòstol, on resplendeix com “estel lluminós“, verset al·leluiàtic, que anuncia Jesucrist, el Senyor. DIMARTS SANTS JOAQUIM i ANNA, pares de la Benaurada Verge Maria Segons la tradició dels evangelis apòcrifs, es va conservar la memòria dels noms dels sants progenitors de la Benaurada Verge Maria, Mare de Déu: Joaquim i Anna. Les Esglésies, en la seva Litúrgia, han venerat els pares de la jove de Natzaret, així de gran és l’amor que li professen, doncs ells atorguen la descendència de David a Maria. Joaquim i Anna són “benaurats” perquè van veure el que “molts profetes i justos van desitjar veure i no ho veieren“: que, de la seva esterilitat, per gràcia i do, naixia una filla d’Israel. Van rebre del Senyor el do de la filiació. I quina filiació! Una nena que, al seu torn, seria mare del Primogènit de molts germans (Rm 8,28), tots fills i filles estimats del mateix Pare. Aquesta memòria forma part de les celebracions marianes, tal com diu el títol: es venera Joaquim i Anna per ser els “pares de la Benaurada Verge Maria“. En la iconografia medieval, és normal trobar la representació triple de santa Anna, Maria i Jesús, coneguda com a “santa generació“; també la representació de la trobada de sant Joaquim i santa Anna davant la Porta Daurada del Temple. Missa: Jr 14, 17-22; Sal 78, 8. 9. 11. 13; Mt 13, 36-43 Com sempre, els deixebles pregunten, en la intimitat de casa, pel significat de la “Paràbola del blat i el jull“. L’aclariment de Jesús és preciós: Ell mateix, “el Fill de l’home” és qui sembra en el camp del món. Però diu alguna cosa més: “la bona llavor són els dels Regne , lit.: els ciutadans del Regne, els justos que resplendiran com el sol en el Regne del seu Pare“. Som “bona llavor” en el camp del món i garbes del Regne. La resta, “el jull” pertany al “Maligne” i no serveix per a res: només per ser cremat, com tot allò inútil i inservible. Però no s’ha de precipitar res: als “àngels, a la fi del temps“, els competeix la collita. I el temps s’acaba quan un deixa aquest món. Una pregària litúrgica oriental suplica: “Concediu-nos una mort sense dolor i de no avergonyir- nos davant la faç de Crist“. Els corruptors del món no tenen lloc en el Regne del Pare. DIMECRES Missa: Jr 15, 10. 16-21; Sal 58, 2-3. 4-5a. 10-11. 17. 18; Mt 13, 44-46 És evident que el Senyor, i el Regne sorprenent que Ell fa present, és el “tresor amagat” dins el cor humà i la “perla fina de molt preu, lit.: de gran valor“. No hi ha res tan valuós com el do que Déu ens dóna. “Vendre tot el que [es] té” significa desprendre’s per aconseguir, en el súmmum de l’alegria, el do més gran. Fa pensar en allò de santa Teresa de Jesús: “Nuestra alma [es] como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos. (…) y en el centro y mitad de todas [las moradas] tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma” (Castillo interior o Las Moradas I,1,1). Venent tot el que posseïm, en el fons no perdem res, ans al contrari: ens guanyem a nosaltres mateixos. El cristià es defineix pel que és, no pel que té. DIJOUS Missa: Jr 18, 1-6; Sal 145, 1-2. 3-4. 5-6; Mt 13, 47-53 És la setena i última de les paràboles del capítol 13 de Mateu: la “Paràbola de la xarxa“. El Regne és una xarxa d’arrossegament, tirada al mar, que recull de tot per portar-ho a la riba del Regne: allò bo i allò dolent. Solament a la fi es destrien, es discerneixen, els peixos bons i dolents. És la xarxa del gran Pescador: Ell sap dels temps de la gràcia i fins i tot el Pare sabrà a la fi què fer fins i tot amb allò que no serveix per a res. Per a nosaltres és una crida urgent a la conversió, sabent que el judici pertany a la misericòrdia de Déu. Els deixebles, a la pregunta “¿Ho heu entès tot això?“, responen que sí. La veritat és que ni ells ni nosaltres acabem de comprendre. El “mestre de la Llei, lit.: escriba, que es fa deixeble del Regne del cel, lit.: que entén del Regne” segurament és el mateix evangelista. L’Església ha de donar als seus fills i filles “joies modernes i antigues, lit.: l’antic i el nou“, sabent que allò “vell” sempre és “nou” en Crist: “Aquells qui viuen en Crist són una creació nova: tot el que era antic ha passat, ha començat un món nou” (2C 5,17). DIVENDRES SANTS MARTA, MARIA I LLÀTZER Per decret del Papa Francesc, el fins fa poc títol d’aquesta memòria obligatòria, “Santa Marta“, passa a ser dels “Sants Marta, Maria i Llàtzer“. Així estan inscrits en el Martirologi Romà i és tradició, entre altres, de l’Orde Cistercenc de celebrar conjuntament els tres germans sota el títol “hostes del Senyor“. En el Decret es llegeix: “A la casa de Betània, el Senyor Jesús va experimentar l’esperit familiar i l’amistat de Marta, Maria i Llàtzer, i per això l’Evangeli de Joan afirma que els estimava. Marta li va oferir generosament hospitalitat, Maria va escoltar atentament les seves paraules i Llàtzer va sortir ràpidament del sepulcre per mandat d’Aquell que ha humiliat la mort” (“Decret sobre la celebració dels sants Marta, Maria i Llàtzer al Calendari Romà General”, Congregació per al Culte Diví i la Disciplina dels Sagraments, 26 de gener de 2021). L’eucologia de la Missa i els textos litúrgics propis són nous. Tot i la incertesa de la tradició occidental, la figura contemplativa de Maria, germana de Marta i Llàtzer, no s’identifica amb santa Maria Magdalena, la memòria de la qual se celebra el 22 de juliol com a festa, “Apòstol dels apòstols“ Missa: Jr 26, 1-9; Sal 68, 5. 8-10. 14; Lc 10, 38-42 (o bé Jo 11, 19-27) Opció I (Lc 10, 38-42) Betània, prop de la Muntanya de les oliveres, és a quatre quilòmetres de Jerusalem. Allà vivien les dues germanes que estimaven el Senyor. Segons la tradició del IV Evangeli, amb elles vivia el seu germà Llàtzer. Assistim al diàleg de Jesús amb elles. Marta estava enfeinada per servir l’Hoste; Maria, als peus del Senyor, escoltava la seva Paraula. Les dues representen el quefer de l’Església: el servei i la contemplació. Mai han de contraposar-se. Marta és l’Església que serveix al Senyor en els seus germans: els pobres i els que sofreixen. Maria és l’Església orant i atenta a la Paraula del Senyor. Allò primer pertany al temps, allò segon a l’eternitat. L’oració cristiana mai és alienant del món: el servei eclesial, “diakonia“, prové i ha de ser fecundat per la contemplació. Sempre hi haurà coses per fer i cal deixar-les pel “demà” (Mt 6,34); l’oració no pot deixar-se, és “de cada dia” (Lc 11,3). No hem de pensar “¡quina sort van tenir Marta i Maria en allotjar el Senyor a casa seva!“, perquè els cristians rebem el Senyor en l’amor i en el servei. Elles van allotjar i van servir el Senyor a la seva llar, nosaltres a la casa del cor i de l’Església. Opció II (Jo 11, 19-27) La fe de Marta en l’Evangeli de Joan és molt gran. Marta surt a la trobada del Senyor que arriba per acompanyar-les en el dolor, a ella i a la seva germana. És un gest inaudit: una dona en dol no podia sortir de casa i, menys encara, dirigir-se a un rabí en públic. Però interpel·la al Senyor dient-li amb tota certesa: “Senyor, si haguéssiu estat aquí, el meu germà no s’hauria mort“. Més encara, deixa la seva fe en Jesús oberta a tot: “Però fins i tot ara jo sé que Déu us concedirà tot el que li demaneu“. Marta sap del poder de la intercessió de Jesús. Aquest li anuncia que el seu germà ressuscitarà. Ella ho entén com únicament ho podia entendre una dona jueva: “ressuscitarà quan tothom ressusciti el darrer dia“. Jesús diu les paraules que ningú al món ha pensat ni ha dit mai: “Jo sóc la resurrecció i la vida (…). ¿Ho creus això?“ Davant aquesta pregunta, Marta respon humilment, però sense vacil·lar, amb una fe increïble: “Sí, Senyor: Jo crec que vós sou el Messies, lit.: l’Ungit, el Crist, el Fill de Déu que havia de venir al món“. Marta fa honor al seu nom “teofòric“, “El Senyor és el meu Déu“. Més encara: ella representa aquí la fe de l’Església, ja que fa la seva “confessio fidei“, com també la fa Pere prop de Cesarea de Felip (Mt 16,13-20). El Senyor pregunta sempre a l’Església: “¿Creus, Església meva, que jo sóc la Resurrecció i la Vida?“. El Senyor va a casa de Marta i Maria i porta amb Ell el do més gran, la Resurrecció. La resurrecció de Llàtzer és penyora de la resurrecció de tots: no per tornar a morir, sinó per participar en la vida de Déu. DISSABTE Missa: Jr 26, 11-16. 24; Sal 68, 15-16. 30-31. 33-34; Mt 14, 1-12 Els fidels de les Esglésies orientals consagren amb un dejuni rigorós el dia de la decapitació del Baptista ja que per un convit mundà ell va ser executat. Els sinòptics relaten el context de la mort del Baptista: un banquet en què tot era buidor, despropòsit i frivolitat. També luxúria. Allí tot sonava a buit. Per aquest tipus de gent, les persones que viuen en la veritat molesten: se les treuen del mig. No els interessen, ja que denuncien les seves tenebres. Tot això contrasta amb la veritat i la justícia que va viure i va predicar Joan Baptista (cf. Oració col·lecta). Ell va seguir la Llum fins i tot en la foscor de la presó on va acabar la seva vida. Va predicar al Messies, però no va veure la glòria del Messies. Herodes es va quedar amb el seu cadàver, no res, però Joan el Baptista va quedar amb la Veritat. El Prefaci de la seva festa resa: “I, finalment, vessant la seva sang, va donar d’Ell el darrer testimoni“. Sí, aquest fou el suprem testimoni que donà pel nom de Crist aquell que fou designat com a “més que un profeta” (Lc 7,26). (Calendari-Directori de l´Any Litúrgic 2022, p.351ss) |