2017 – DOMINGO II DE ADVIENTO
En la primera lectura Isaías anuncia el consuelo de Israel y su liberación.
El pueblo ya ha sufrido más que lo que debía por causa de sus pecados y el mensajero, Dios mismo, como un pastor, reunirá a su pueblo para conducirlo finalmente a casa.
Juan el Bautista, anuncia Aquel que viene detrás de él, pero que es más que él y que bautizará en el Espíritu Santo.
Algo grande se está preparando: la venida de Dios en la historia, de la Palabra encarnada en el Espíritu Santo.
Se define a sí mismo como “la voz”. No se debe permitir que la “voz” se vaya extinguiendo en medio del bullicio, del griterío confuso y turbulento de los medios.
En el desierto, en la soledad, en la oración se escucha “la voz”.
La Iglesia, como Israel, debe ir al desierto para escuchar la voz del Mensajero del Señor, invitándola a la conversión.
Debe ir a la orilla del Jordán: Cristo, dicen los Padres, es nuestro Jordán: “Magnum mysterium Iordanis”.
El Salmo 84 canta el encuentro del cielo y de la tierra en Cristo y la Iglesia entona en este tiempo de espera: “Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación”.
Mn. Rafael Serra
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2018, Liturgia fovenda, p.36)