2018-DOMINGO XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO: JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
La solemnidad de Cristo, Rey del universo, es una fiesta reciente, del siglo XX, año 1925, se inscribe en la gran tradición litúrgica por su contenido bíblico y teológico.
Es el último Domingo del tiempo durante el año y celebra la gloria del Señor Resucitado en el esplendor de su realeza.
Una realeza que El ejerce desde la Cruz, desde el amor entregado.
La antigua interpolación cristiana del Salmo 98: “Regnavit Deus a ligno” adquiere todo su sentido.
Cuando los cristianos cantamos los Salmos reales y aclamamos “El Señor reina, vestido de majestad” confesamos la Resurrección de Cristo, como en el Salmo responsorial de hoy.
Proclamar que el Señor és Rey es lo mismo que decir el Señor ha Resucitado.
El Señor és Rey del universo por el título de la creación “ya que por Él y para Él ha sido creado todo el universo“.
También es Rey por el título de la Redención ya que todo ha sido redimido con su Sangre preciosa. Como proclama el texto del Apocalipsis: “Al que nos ama, y nos ha liberado de nuestros pecados con su Sangre, y nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre “.
En una paradoja suprema Jesús, en el Evangelio, proclama, preso y atado, delante de Pilato, su realeza: “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venida al mundo: para dar testimonio de la verdad“. Pilato no estaba preparado para discernir lo que pertenece a “este mundo” de lo que pertenece “al testimonio de la verdad “, es decir, al mundo divino,
La segunda lectura del Apocalipsis es la misma que se lee en la Misa Crismal. Es un texto densamente cristológico.
La primera lectura se abre con la venida del Hijo del hombre, el Mesías.
En la celebración de la Liturgia de las Horas se cantan los Salmos reales, especialmente los Salmos 71, 109, 144.
La realeza de Cristo celebrada ya en la Epifanía, en cierta manera el Domingo de Ramos, en este Domingo se amplía en el tiempo, alpha y omega, y en el espacio, Rey del universo. Realmente es el Pantocrator.
El Prefacio propio de la fiesta, de reciente composición, merece un puesto de honor en el tesoro eucológico de la liturgia de la Iglesia Madre.
El Señor vendrá, es “el que vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo”, con esta fe y firme esperanza, comenzaremos un nuevo Adviento, un año nuevo de gracia, en un tiempo que va hacia Dios Trinidad, que nunca vuelve sobre sí mismo ni nunca se repite. Todo el tempo le pertenece como dice la bella estrofa del himno al Señor: “solus ante saecula spes atque centrum temporum“.