2018 – TODOS LOS SANTOS
El Espíritu Santo Santo, en tanto que es el amor de Dios, derramado en nuestros corazones (Rm 5.5) santifica constantemente la Iglesia del Señor.
La santidad inaccesible de Dios se ha comunicado por el Hijo y el Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo.
La gracia divina ha precedido, ha acompañado y ha transformado a los que llamamos santos en la gloria.
Hoy realmente es una fiesta eclesial, la Iglesia del cielo (1ª lectura) y la que peregrina en este mundo por los caminos de la santidad revelados por el Hijo, las bienaventuranzas del Reino (Evangelio).
La Iglesia glorificada y peregrina se une a la santa liturgia de hoy para celebrar la santidad de Dios.
El seno del Padre, comunicándose por el Espíritu Santo que el Hijo nos ha entregado, es la fuente de toda santidad.
Realmente todo celebrante debe meditar profundamente el Prefacio propio de hoy para saborear y así poder transmitir el sensus ecclesiae de la solemnidad de hoy.
La solemnidad que celebra en un solo “los méritos de todos los santos” resplandece, como ninguna otra, con toda la gloria y la luz de la Pascua del Señor.
Se proclama el Evangelio de las bienaventuranzas del Reino. Ellas son como un poema divino que canta los caminos de la bienaventuranza que en el Reino ya consumado será plena.
Son bienaventurados los que escogen estos caminos para vivir. Pero estos caminos empiezan ya ahora, en este mundo.
No hay nada más grande en la liturgia de hoy que los fieles se acerquen a la mesa eucarística cantando las bienaventuranzas. Sólo en comunión con Cristo podemos transitar por los ocho caminos de felicidad.
Una felicidad según Dios, no según el mundo. Y que es expresión de la santidad que ya tenemos en germen, pero plena, desde el Bautismo tal como testimonia san Juan en la 2ª lectura: “Ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos“.
En la visión poética y simbólica del Apocalispsis se contempla la inmensamente infinita fiesta de los Tabernáculos eternos, la fiesta del cumplimiento último de las promesas, la gozosa “Pangyris“, la total fiesta.
Participan de ella en número de plenitud (144.000) todos los marcados por el Espíritu que, junto, con los ángeles, los cuatro vivientes (el universo) y los veinticuatro ancianos, (los oficiantes de la liturgia celestial y terrenal) claman: “¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!”. Todos llevan la túnica blanca del Bautismo, lavada en la Sangre del Cordero. “todo el que tiene esta esperanza en Él se purifica a sí mismo“, dice la 2ª lectura.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2018, Liturgia fovenda, p. 294)