2019 – DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO
Domingo sobre el Dios de vivos, no de muertos.
La primera lectura se propone no por razón del martirio ejemplar de los siete hermanos, en tiempo de Antíoco IV Epífanes, que quería acabar con el judaísmo, sino porque al final del Antiguo Testamento se atisba ya la esperanza de la resurrección.
En el texto están consignadas estas palabras: “El rey del universo nos resucitará para una vida eterna“.
Los saduceos que negaban la resurrección interrogaron a Jesús para ridiculizar tal doctrina a partir de la ley del levirato.
Jesús liquida de un plumazo la cuestión con una afirmación impresionante: “No es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven“.
Recurre para ello a la vivísima imagen de la zarza ardiente que no se consumía en el paraje del libro del Éxodo y a la familiar definición del Dios de los padres: “Dios de Abrahán y Dios de Isaac y Dios de Jacob“.
Ciertamente el Señor es el Dios de la vida, presente y futura.
Es un Dios de vivos y para vivos.
No podemos comprender a Dios sólo para aquellos que han muerto y viven en Él.
Dios es vida “en acto”.
Dios no está únicamente en el más allá, está “en el más acá”.
Dios que nos ha creado “de la nada” no nos ha creado “para la nada“, sino para la vida en plenitud, ya que “para él todos viven“.
El matrimonio pertenece como sacramento a la presente etapa de la historia de la salvación; en la última y definitiva adquiere la forma que sólo Dios y sus ángeles conocen.
Habrá otra manera de reconocerse como hombre y mujer y otra fecundidad en el interior de la vitalidad de Dios Trinidad. Amor que no se consume.
Esta esperanza de plenitud de vida divina se expresa en el Salmo: “Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor“.
En la segunda lectura se escuchan las afectuosas palabras del apóstol Pablo: “Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas“.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2019, Liturgia fovenda, p. 348)