2019 – ASUNCIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA
También hoy de manera sinfónica todas las Santas Iglesias de oriente y de occidente celebran al Señor glorificado en el Espíritu Santo para la gloria del Padre en la solemnidad de la Asunción gloriosa de la siempre bienaventurada Virgen.
Esta fiesta antiquísima procede de Jerusalén y recibe varios nombres, ya sea kóimêsis (dormición) o análêmpsis (asunción).
En sustancia celebran el mismo misterio: la glorificación de la Virgen como esperanza de la glorificación de toda la Iglesia en Cristo.
María fue asimilada total y para siempre a la gloria del Señor Resucitado.
La que concibió el Verbo de Dios por obra del Espíritu Santo ha sido asunta a la gloria del Hijo en el Espíritu Santo en su condición maternal y virginal, cuerpo y alma.
Realmente es una fiesta maior.
La celebración de los santos Misterios y de la Liturgia de las Horas ofrece un riquísimo tesoro litúrgico, de una extraordinaria profundi- dad. Celebremos con gozo la Asunción de la Virgen.
Complace transcribir el n. 69 de la Lumen Gentium: “Es motivo de gran gozo y consuelo para este santo Concilio el que también entre los hermanos separados no falten quienes tributan el debido honor a la Madre del Señor y Salvador, especialmente entre los Orientales, que concurren con impulso ferviente y ánimo devoto al culto de siempre Virgen Madre de Dios. Ofrezcan todos los fieles súplicas apremiantes a la Madre de Dios y Madre de los hombres para que ella, que ayudó con sus oraciones a la Iglesia naciente, también ahora, ensalzada en el cielo por encima de todos los ángeles y bienaventurados, interceda en la comunión de todos los santos ante su Hijo, hasta que todas las familias de los pueblos, tanto los que se honran con el título de cristianos como los que todavía desconocen a su Salvador, lleguen a reunirse felizmente, en paz y concordia, en un solo Pueblo de Dios, para gloria de la Santísima e indivisible Trinidad».
De la mistagogía de los Padres:
“Queriendo crear una imagen de la belleza absoluta y manifestar claramente a los ángeles y a los hombres la potencia de su arte, Dios ha hecho a María totalmente bella. Ha reunido en ella las bellezas parciales que ha distribuido a las otras criaturas y la ha constituido como el común ornamento de todos los seres visibles e invisibles; o mejor, ha hecho de ella como una plenitud de todas las perfecciones divinas, angélicas y humanas, una belleza sublime que embellece los dos mundos, elevándola de la tierra hasta el cielo y sobrepasando incluso este último».
San Gregorio Palamás (1296-1359), teólogo de la visión de la luz increada.