2019 – DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
El Domingo de Ramos es fundamentalmente un Domingo y celebramos, como cada Domingo, la Resurrección de Cristo.
La liturgia de la conmemoración de la entrada de Jesús en Jerusalén en el rito romano está vinculada a la celebración eucarística.
Es la Iglesia que se dispone a acompañar a su Señor y Esposo en la celebración del Misterio de la Pascua.
Acompañamos al Señor, rey pacífico y humilde, que entra en la ciudad santa para ofrecer el sacrificio de la nueva alianza en su Cuerpo, y llevando a plenitud su obediencia al Padre.
Para la historia litúrgica sabemos que en Roma empezaba con una gran sobriedad la Semana Santa, pero los peregrinos medievales (sobre todo de la Galia) participaban en la liturgia festiva de Jerusalén, la que comenzaba la gran semana con la procesión que desde el monte de los Olivos quería imitar la entrada de Jesús en la ciudad santa.
La costumbre se impuso en occidente y también en Roma.
De ahí el contraste litúrgico entre la conmemoración festiva de la entrada del Señor en Jerusalén y la sobriedad de la Misa, centrada ya en los misterios de la muerte y pasión del Señor.
También con el canto de las palabras que el Señor pronunció desde la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?“
En el Oficio matinal (Oficio de Lectura y Laudes) evoca la entrada del Señor en su ciudad para celebrar la Pascua, no así en Vísperas.
La celebración eucarística está marcada por la proclamación de la Pasión del Señor según el Evangelio de Lucas.
Se caracteriza por la misericordia del Señor en la última hora de su vida “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen“; “Hoy estarás conmigo en el paraíso“.
La proclamación de la Pasión debe ser cuidadosamente preparada y la homilía debe ser breve, pero intensa.
A no ser por causas realmente importantes no debe proclamarse el texto breve de la Pasión.