2019 – DOMINGO III DE CUARESMA
Domingo de la parábola de la higuera que no da fruto.
En la mitad de la Cuaresma, el Evangelio es una invitación fuerte a la conversión.
Todos somos pecadores.
No menos que los que fueron ajusticiados por Pilato, o los dieciocho muertos al caerles encima la torre de Siloé, según explican a Jesús.
Todos debemos convertirnos.
El Señor lo explica con la parábola de la higuera, donde se pone de manifiesto la paciència del propietario, hasta el punto de conceder al árbol una última oportunidad “a ver si da fruto en adelante“.
El propietario, delicadamente, pone los medios a favor del árbol: cava a su alrededor, echa estiércol …
Es una gracia última que el árbol, hasta ahora parásito, no ha merecido.
Dios es infinito pero la vida del hombre es finita: el hombre sólo tiene su existencia para dar fruto, y debe colaborar en todas las oportunidades que la gracia le ofrece.
En la primera lectura, uno de los textos más relevantes del Antiguo Testamento: la revelación del nombre de Dios.
Será Jesús quien revelará el nombre de Dios: como zarza que arde sin consumirse (su Amor).
La segunda lectura es importante y describe la interpretación cristiana del Antiguo Testamento.