2019 – DOMINGO VII DEL TIEMPO ORDINARIO
Domingo del sed misericordiosos.
La misericordia del Padre, manifestada en el Hijo con el Espíritu Santo, es divinizante.
Todos los discípulos de Jesús deberán vivir la compasión del Padre en su corazón y deberán llevar en su rostro y en sus obras el icono de la misericordia del Padre del cielo.
Una misericordia que es fruto de su unión con Cristo y del don del Espíritu Santo en sus corazones.
La magnanimidad y la generosidad de David que perdona la vida a Saúl, que le quería mal, son profecía de la bondad que el Señor pide a sus discípulos.
El Salmo 102 es un himno al amor de Dios y ha sido definido como un Salmo evangélico porque celebra doxológicamente el Amor del Señor: infinito, lleno de ternura y subsistente en la gloria de la Trinidad.
San Agustín, ante la pregunta: ¿Es posible amar a los enemigos con el amor que el Señor pide? predica: “Contemplad la vida de los santos, de los mártires y de tantos fieles anónimos que han vivido el amor que perdona”.
San Francisco de Asís, al final de su vida añade en el Cántico de las criaturas las palabras: “Bienaventurados los que perdonan por tu amor, porque la segunda muerte no les hará daño”.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2019, Liturgia fovenda, p. 111).