2019 – DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO
Domingo del Señor que enseña a orar a sus discípulos.
Sólo Lucas hace notar que la enseñanza del Padre nuestro es fruto de la misma oración del Señor “cuando terminó de orar“. Es entonces cuando el Señor enseña la oración dominical.
El Evangelio de hoy es realmente una transmisión “traditio” de la oración del Señor.
El “Padre nuestro” forma parte de lo que hemos recibido de Jesús.
Hay que tener siempre presente la venerable e insuperable monición del Ordinario de la Misa: “Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir“.
En las Iglesias orientales el Padre nuestro utiliza siempre al principio y al fin de las Horas Santas, también en el Ordo vetus, para manifestar que todo es “Padre nuestro“.
Todas las palabras de la celebración, incluso la salmodia, se incluyen dentro del “Padre nuestro“, compendio y plenitud de la oración cristiana.
Jesús acompaña la “traditio” del “Padre nuestro” con una catequesis sobre la oración. Por ello explica dos parábolas.
La vida cristiana es un continuo pedir que Dios se dé; buscar para que Él sea encontrado; y llamar para que seamos recibidos por Él en su presencia.
Por otra parte, Dios está siempre dispuesto a darnos el Espíritu Santo, su amor, lo que le es más propio. Dios sólo puede darnos su amor.
Podemos invocar a Dios como Padre “Abba” porque hemos resucitado en Cristo (segunda lectura).
Los hombres que viven según la Alianza, como Abrahán, tienen poder sobre el corazón de Dios, son audaces y obstinados en su oración de intercesión.
Vemos como Abrahán regatea, como si fuera un mercader oriental, el favor de Dios sobre Sodoma.
Todos los números son múltiplos de 5 y, por tanto, la Misericordia de Dios se multiplica hasta el infinito.
El Salmo glorifica a Dios, quien escucha siempre las oraciones: “Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor“.