2019 – DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO
Domingo de la mesa del Reino.
Lucas cuenta que durante el camino hacia Jerusalén, un interlocutor anónimo pregunta:” Señor, ¿son pocos los que se salvan?“
El Señor contesta que hay que “esforzarse para entrar por la puerta estrecha“.
No basta con participar en las celebracions, comer y beber con Él y escuchar la Palabra, hay que ponerla en práctica.
A Israel le costó mucho aceptar la predicación del profeta sobre los paganos, que algún día llevarían ofrendas santes, en jarras pures, en el Templo, ellos que lo tenían como lugar santísimo y consideraban a los paganos como impuros.
Lo mismo dice el Señor: “Y vendrán de oriente y de occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa del Reino de Dios“.
No sean para nosotros “el llanto y el rechinar de dientes” al contemplar que el Reino de Dios ha sido entregado, a quiénes nosotros, los cristianos, considerábamos extraños y alejados, pero no lo son para Dios.
Los que se creían elegidos pueden ser los últimos.
Ahora bien, ocupar el último lugar no es el lugar de la desesperación, sino de la vergüenza: incluso de estos tiene miseri- cordia el Señor.
En este Evangelio resplandece la universalidad de la salvación de Dios.
Nadie está excluido de la Mesa del Reino.
Un Reino que, como dice, la Lumen Gentium: “Ya está presente en este mundo, aunque misteriosamente, y con la venida del Señor llegará a su perfección“.
Celebrar la Eucaristía es pregustar cada Domingo la Mesa del Reino.