2019 – DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO
Domingo de las parábolas de la misericordia.
Las parábolas de la misericordia son el punto culminante del anuncio del Evangelio de Lucas, del que se dice que es el “scriba mansuetudinis Christi“.
Es altamente recomendable optar por leer íntegramente el Evangelio y no la versión breve.
La asamblea tiene el derecho de escuchar la integridad de las parábolas de la misericordia.
Es evidente que el Señor describe la cardiografía del corazón del Padre y se identifica a sí mismo en el relato.
A través de estas parábolas el Señor se refiere al Padre, a sí mismo, el Hijo, y al Espíritu Santo.
La misión conjunta del Hijo y del Espíritu da la clave de interpretación de estas parábolas, también de su predicación.
El Señor, “que se arrepintió de la amenaza que había pronunciado” (primera lectura), se revela como el Padre de entrañas de misericordia.
La interpretación es cristológica, ya que el pecado de Adán ha convertido a la humanidad en la oveja perdida, que camina sin rumbo lejos de Dios y necesita al Pastor bueno que la reconduzca a Dios Padre; o también, ha convertido cada hombre en el “hijo prodigo”, que hambriento y malgastando la herencia preciosa, experimenta nostalgia de la casa del Padre y retorna por un impulso de la gracia.
Allí le espera el Padre que, con sus manos, el Hijo, lo abraza y lo pone en su seno, el Espíritu Santo.
Toda la Iglesia canta el camino del regreso con la respuesta del Salmo: “Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre“.
En la segunda lectura, San Pablo, escribiendo a Timoteo, dice de sí mismo que es un modelo. Pero ¿por qué? Sólo porque Jesús se compadeció él. Y el Apóstol profesa la fe: “Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero“.