2019 – DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO
Domingo del fariseo y del publicano
Jesús explica los misterios del Reino de Dios y el evangelista explica él mismo a quiénes va dirigida la paràbola: “a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos, y despreciaban a los demás.
En el Reino de Dios nadie puede justificarse a sí mismo.
La salvación es siempre don de Dios y es gratis.
El publicano, llenándose de sí mismo, encuentra el vacío de Dios en su corazón.
Y el pecador, experimentando el vacío de su corazón, encuentra la Misericordia de Dios.
Propiamente el fariseo era un “ateo” ya que sólo creía en sí mismo.
La actitud de ambos es sugerente: el primero está como si el templo fuese suyo, el otro, como quien no osa entrar.
No hay pecado peor que autoglorificarse a sí mismo, no hay nada que impida más el advenimiento de Reino de Dios. Sobre todo los que creen que dan gloria a Dios, cuando, de hecho, se dan gloria a sí mismos.
Los que invocan la Misericordia de Dios, aunque sean grandes pecadores, al final encuentran la gloria de Dios; la de Dios, no la suya.
Hay cristianos que sólo pueden ofrecer la vergüenza por sus propios pecados, y su compunción.
En el libro del Eclesiástico (Sirácida), en la primera lectura, se escucha: “Su plegaria sube hasta las nubes“.
En la segunda lectura de San Pablo, a manera de testamento espiritual, el Apóstol explica sus sentimientos.
Es un texto realmente impresionante.
Todos los santos terminan igual: con el abandono de todos; por el cual participan del abandono del Señor en la cruz, en la sola fe y de la pura fidelidad: “He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe“.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2019, Liturgia fovenda, p. 333)