2019 – DOMINGO VIII DEL TIEMPO ORDINARIO
Domingo de la parábola del árbol que da buenos frutos.
Tiene que existir una correspondencia entre el corazón y la palabra.
Con razón hemos escuchado del Señor esta sentencia: “De lo que rebosa el corazón habla la boca“.
Esto se realiza plenamente en Jesús, Él es la expresión exacta como Verbo de lo que habla el Padre.
Sólo si tenemos el Espíritu Santo dentro del corazón, como vivencia transformadora de nuestra vida, el corazón desbordado del amor de Dios se manifiesta en las palabras.
Nadie puede atreverse a decir palabras sobre Dios si su misterio de amor no está presente dentro del corazón (exabundantia cordis).
De igual manera las otras sentencias del Evangelio de hoy: sólo el que ve espiritualmente puede corregir a los demás, yaque “un ciego no puede guiar a otro ciego“.
Si queremos ser guías de los demás sin habernos ajustado a la medida de Cristo, fracasamos y podemos caer en el mismohoyo.
Si uno pretende esto puede merecer el nombre de hipócrita.
Si el amor de Dios está en nuestro corazón podemos acompañar a los demás.
Sólo porque hemos acogido el amor de Dios llegamos a ser el árbol que da mucho fruto.
La sentencia: “Cada árbol se conoce por su fruto“ significa cada existencia cristiana, ya que por los frutos que da, se sabe si lleva el amor de Dios.
Resuena entonces preciosa la otra sentencia: “El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón, saca el bien“.
Un bien que participa de la bondad de Dios, Él que es Bondad infinita.
Los frutos de bondad y de justicia son cantados en el Salmo: “En la vejez seguirá dando fruto y estará lozano yfrondoso“.
San Pablo, habiendo anunciado la victoria pascual de Jesucristo, exhorta al trabajo apostólico.
Ser cristiano es una tarea a realizar: “Entregaos siempre sin reserva a la obra del Señor“.
Si nuestro trabajo es “en el Señor“ nunca es en vano.
Huelga decir que el árbol que ha dado el mejor fruto es el árbol de la santa Cruz: “Nulla talem silva profert, flore, fronde,germine“.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2019, Liturgia fovenda, p. 116).