2019 – TIEMPO DE NAVIDAD
La celebración de la Navidad abarca la Misa de la vigilia del 24 de diciembre, la Misa de medianoche (con la recomendada vigilia prolongada), la Misa de la aurora y la Misa del día.
En el Misal tenemos tres prefacios, cuyos títulos ya indican las dimensiones teológicas que la comunidad cristiana subraya en esta celebración: “Cristo, luz del mundo“, “La restauración del universo en la Encarnación” y “El intercambio realizado en la Encarnación del Verbo“.
Celebramos esta fiesta, no tanto como un aniversario histórico sino como la acogida de la gracia siempre actual del nacimiento del Señor.
Él es siempre el Dios-con-nosotros, resucitado y glorioso, presente en medio de su pueblo.
Su nacimiento se convierte en un acontecimiento nuevo cada año. No celebramos que hoy fue Navidad, sino que hoy es Navidad.
Él es “el Salvador, nacido para comunicarnos su vida divina” (poscomunión de la Misa del día ), y por eso podemos pedir participar del admirable intercambio: “Dios se hace hombre para que el hombre llegue a compartir la vida de Dios” (oración colecta de la Misa del día).
Para comprender mejor el contenido de las solemnidades navideñas, hay que recordar el sentido teológico de la celebración, expresado en la fórmula litúrgica: “La manifestación del Señor en la carne“.
San León Magno es casi el teólogo de la Navidad, por eso su doctrina resuena estos días en la liturgia.
También en el eucología inspirada por él.
Esta es la celebración in mysterio de la Encarnación del Hijo Unigé- nito del Padre.
Los textos de la liturgia actual están llenos de expresiones dogmáticas que precisan la fe en el misterio de la Encarnación.
Este es realmente el objeto de la celebración eclesial, sin perder nunca de vista que siempre celebramos la Resurrección del Señor por la que todo adquiere sentido.
En el Año litúrgico –propiamente el Año de gracia– todo ist en todo.
De la mistagògia de los Padres
“Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Si nosotros somos los pastores que velamos por nuestros propios rebaños, es para nosotros la voz de los ángeles que nos anuncian la gran alegría.
Elevamos nuestros ojos a los coros celestiales, escuchamos sus divinos himnos: ¿Qué cantan en su alegría? “Gloria a Dios en el cielo“.
¿Por qué la voz de los ángeles glorifica la divinidad que contemplan en las alturas?
Porque añaden “y en la tierra paz a los Hombres“.
Los ángeles se estremecen de alegría por este espectáculo: ¡la paz ha descendido a la tierra!
La tierra que era sólo objeto de una maldición, un desierto de espinas y zarzas, un teatro de guerra, un exilio de los condenados, ¡ahora recibe la paz!
¡Oh, maravilla! “La fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo“.
Jesús es el fruto de la tierra de los hombres!
¡Paz para siempre a los hombres que Dios ama!
Dios se encarna en la naturaleza humana para elevar la humanidad a la vida de Dios.
Gregorio de Nisa, Homilía en el nacimiento del Señor.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2020, Liturgia fovenda, p. 59s)