2019-Tiempo Ordinario
El Tiempo ordinario no es de ninguna manera un tiempo débil o menos intenso en relación a los tiempos que el lenguaje litúrgico actual dice «fuertes» (Adviento, Cuaresma y Pascua).
Que no sea un tiempo fuerte, según la terminología en uso, no quiere decir que sea un tiempo débil, o de menor intensidad.
Los tiempos fuertes no debilitan este período del Año litúrgico. Al contrario: es en la sucesión del ritmo de los Domingos donde se sobreponen los ciclos en que la Iglesia celebra la Navidad y la Pascua.
La sucesión del primer día de la semana, el Domingo, Día del Señor, constituye el más determinado y sustancial en el culto cristiano.
El ciclo semanal es previo al ciclo temporal, e indudablemente es de tradición apostólica (pertenece al que la Iglesia ha recibido de su Señor y que ha celebrado siempre y en todas partes, semper et ubique).
La importancia de este período del año para el crecimiento de la vida espiritual cristiana puede constatarse en el hecho de que este tiempo abarca la parte más extensa del Año litúrgico.
Pastoralmente hay que ser muy sobrios y medidos en la celebración de las jornadas eclesiales (Domund, Octavario de oración por la unidad, etc.) que nunca han de desplazar la liturgia dominical. Si se incide demasiado en ellas pueden aparecer como calcomanías puestas sobre los Domingos.
Las referencias a estas jornadas eclesiales encuentran su lugar en la homilía, en la monición inicial y, como lugar propio, en la Oración de los fieles.
El Tiempo ordinario comprende 34 semanas y se divide en dos etapas: una antes del Ciclo Pascual, y la segunda después de concluido éste.
En este año 2019 la primera etapa va desde el 14 de enero hasta el 5 de marzo y comprende 8 semanas (desde la I hasta la VIII); la segunda etapa va desde el 10 de junio hasta el 30 de noviembre (desde la semana X hasta la XXXIV, dado que 2019 sólo tiene 33 semanas del tiempo ordinario, y hay que omitir la primera semana que tocaría después de Pentecostés a fin de que se lean las lecturas de las últimas semanas, que son de índole escatológica).
En este tiempo no se celebra ningún aspecto particular del misterio de Cristo sino que se procura profundizar en el sentido conjunto de la Historia Santa, sobre todo a través de una contemplación continuada, fundamentalmente cronológica, del mensaje bíblico vivido en su desarrollo progresivo.
Los ejes fundamentales de este tiempo son el Domingo y los respectivos ciclos de lectura continuada de la Misa dominical, ferial y del Oficio de lectura.
Para la espiritualidad de los ordenados y contemplativos, es fundamental la lectura completa, meditada y profunda de la Sagrada Escritura (repartida y organizada parte en las Misas feriales, parte en el Oficio de lectura según el ciclo completo o bienal).
Esta lectura (la del ciclo bienal del Oficio), la única completa de todos los leccionarios, consigue que los ministros de la Palabra y los contemplativos “cumplan con el deber que a ellos les atañe con particular razón de acoger en los sus propios corazones la Palabra de Dios, por lo que crecen en la perfección de discípulos del Señor y saborean más a fondo las insondables riquezas de Cristo” (IGLH, n. 29).
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2019, Liturgia fovenda, p. 76).