2020 – ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR
Esta solemnidad, antigua y celebrada por todas las Iglesias, influye poderosamente en el desarrollo del Año cristiano ya que se creía universalmente que ese día Dios había creado el mundo, que era el día de la muerte del Señor y, al mismo tiempo, el día que el Señor había sido concebido por obra del Espíritu Santo.
Fue así como se determinó el día de la Navidad del Señor.
Disposiciones conciliares antiquísimas disponen que este día se celebre como si fuera el Día del Señor.
El articulo del Credo ocupa el centro: “Incarnatus est de Spiritu Sancto, ex Maria Virgine et homo factus est“.
En plena Cuaresma nos puede hacer descubrir la relación intrínseca entre Encarnación y Pascua: la muerte de Jesús es salvadora porque es la muerte del Hijo de Dios, de lo contrario nada tiene sentido. Se proclama, como no puede ser de otra manera, el Evangelio primero, el de la Anunciación.
Realmente es el Evangelio alpha.
El acento de la solemnidad es más cristológico que mariano.
La Anunciación del Señor es un texto verdaderamente “maior” de la Escritura.
Realmente, está repleto de significados dogmáticos y espirituales, y en este sentido es inagotable.
El contexto es la teofanía del ángel (mensajero de Dios y mediador de Dios mismo).
Éste saluda a la joven de Nazaret, desposada con José.
Tanto el saludo “Alégrate“, como la expresión “no temes“, tienen resonancias de los relatos de las apariciones del Resucitado.
La llama “llena de gracia” y le dice “el Señor está contigu” (Emmanuel).
Le anuncia que será la madre del Mesías: “Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús“.
El ángel comunica el Misterio con elementos del Misterio pertenecientes a las categorías bíblicas del Antiguo Testamento: “Será grande (Dios mismo), se llamará Hijo del Altísimo (hijo del Dios inaccesible y trascendente), el Señor Dios le dará el trono de David, su padre y su reino no tendrá fin“.
Reinar, bíblicamente) significa salvar.
Las últimas palabras, “non eris finis“, entraron en la Profesión de fe.
Ante la turbación y el anuncio, la virgen de Nazaret pregunta comprensiblemente: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” (lit: “¿Cómo se hará esto?).
Será por obra del Espíritu Santo, que “la cubrirá con su sombra“, como la nube que acompañaba al pueblo santo de Dios en el desierto.
El fruto que nacerá de ella será el “Santo“, el gran Sacerdote) y será “Hijo de Dios“, consustancial con el Padre como Dios y consustancial a la madre como ser humano.
La virgen de Nazaret acepta total y humildemente la Palabra-Evento: “Hágase en mi (por parte de Dios) según tu palabra “(que son la Palabra de Dios).
El anuncio viene acompañado de la buena nueva de la concepción de Isabel.
No es una cuestión menor. Como en las mujeres bíblicas estériles (Sara), la fecundidad resplandece más como un don de Dios, Señor, incluso, de lo impossible, que la virginidad de la “Siempre Virgen María“.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2020, Liturgia fovenda, p.161)