2020 – DOMINGO III DE CUARESMA
Domingo de la Samaritana
El Domingo de la Samaritana es contemplación y enseñanza (didascalia) sobre el Señor, fuente del agua viva.
Esta fuente brotará incesante y gozosamente en la noche de Pascua para engendrar los hijos e hijas de Dios.
La Samaritana es figura de la humanidad sedienta de la vida divina, también de los que piden el don de la fe, y de la Iglesia penitente.
El maravilloso relato se expresa en un doble lenguaje, el de Jesús y el de la mujer.
He aquí que Aquel que pide agua se convierte en fuente de donde brota el agua viva: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y Él te daría agua viva“.
Y aún más: “el que beba del agua que yo le daré (…) se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna” (antífona de comunión).
En este diálogo maravilloso, la Samaritana es incapaz de comprender.
Sólo en virtud del conocimiento que Jesús tiene de su vida, la gracia de la fe penetra en su corazón, y Jesús se auto-manifiesta como el Mesías: “Soy yo, el que habla contigo“.
He aquí que el agua de la gracia ha penetrado hasta el fondo del alma de la mujer pecadora, la ha purificado y la ha impulsado a la acción apostólica.
Su pecado ya no reviste ninguna importancia, deviene insignificante comparado con el don, tanto que la mujer deja la jarra: ya no la necesita, ha encontrado el agua verdadera, el agua viva del Espíritu Santo.
En el Prefacio leemos estas palabras: “Al pedir agua a la Sama- ritana, ya había infundido en ella la gracia de la fe y, si quiso estar sediento de la fe de aquella mujer, fue para encender en ella el fuego del amor divino“.
Recordemos las palabras de San Agustín: “El que pedía de beber, tenía sed de la fe de aquella mujer” (In Io. Ev XV, 11).