2020-DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO
Domingo del primer anuncio de la muerte y Resurrección del Señor
La segunda lectura es realmente importante hoy.
La Liturgia cristiana es la gran donación al Amor.
Este es el culto verdadero: “Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios“. Todo es todo, sin reservas.
Es una Liturgia que se expresa al mismo tiempo en la celebración y en la vida.
Una ofrenda de amor.
La Liturgia es una existencia celebrada ante el mundo.
Este es el culto de la Nueva Alianza.
El Evangelio de hoy es continuación del leído el pasado Domingo.
Después de la profesión de fe de Pedro, Jesús empieza a anunciar que su camino es el del amor crucificado, que Él camina hacia la oblación total y definitiva de sí mismo que se cumplirá en Jerusalén.
Es como un primer “pregón pascual“.
Es importante el verbo “comenzó a manifestar“: Jesús usa la pedagogía, casi la mistagogia, con relación a los discípulos que había llamado.
Lo comunica en el momento oportuno: cuando ellos pueden comprender.
El horizonte último, sin embargo, es la certesa, la confianza, que Dios le resucitará, pasivo de la divinidad, al tercer día.
La expresión “al tercer día“, que después pasó al Credo, está cargada de teología.
“El tercer día“, el día que ya pertenece a Dios, éste actuará.
Desde ahora, quienes quieran seguirle saben qué les espera: ellos también tienen que tomar la Cruz.
Es el único camino de redención.
Jesús ha redimido el mundo como lo hacen los verdaderos amadores: con un gran amor y con un gran dolor (primera lectura).
Lo contrario es no pensar como Dios, sino “como los hombres“.
Esta mentalidad es lo que expresa con tan buen corazón Pedro, y que recibe el regaño temible de Jesús: “¡Ponte detrás de mí, Satanás!”
La tentación que siempre deberá soportar la Iglesia, y con ella todas las existencias cristianes, es abandonar o rechazar la Cruz. La cual permanecerá siempre como un escándalo y un absurdo (cf. 1Co 1,23).
Jeremías, perseguido e incomprendido, prefigura a Cristo en su pasión (primera lectura).
Y también Jesús, como Jeremías, siendo halagado, “seducido“, por el amor del Padre, se sentirá incomprendido y rechazado: ¿por qué seguir hablando? Sin embargo, el silencio le es insoportable como a todo profeta: “como fuego” interior, el amor del Padre, le mueve al anuncio.
El Salmo expresan los sentimientos orantes de la Iglesia, unida a Jesús.
El agua de la vida es más que una bella metáfora poética.
El orante necesita imperiosamente el agua de la vida: es lo que le hace vivir, de lo contrario moriría.
El agua de la vida es el amor, la “gracia” de Dios que “vale más que la vida“.
La Iglesia Esposa tiene sed del Dios que le da la vida: “mi alma está sedienta de ti“.
No olvidemos que el Señor, según el Evangelio de Juan, murió recitando este salmo: “Tengo sed, como tierra reseca, agostada, sin agua“.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2020, Liturgia fovenda, p.341)