2020 – DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO
Domingo de los obreros de la última hora
Durante su último peregrinaje a Jerusalén, el Señor predica esta maravillosa parábola.
Hace la bella comparación del dueño de la viña que, al llegar el tiempo de la vendimia, contrata los labradores que necesita.
Lo hace todo por su viña, ¡hasta cinco veces sale a buscar trabajadores!
Desde la primera hora de la mañana hasta la última de la tarde busca trabajadores.
La sorpresa es que los de la última hora cobran lo mismo, de hecho, es el trato verbal que habían hecho.
Era necesario que el dueño cumpliera la ley santa de pagar a los trabajadores el salario del día (Lv 19,13 y par.).
Los que habían trabajado todo el día murmuran y protestan.
El dueño no los quiere ver sumidos en el odio y en la dureza de corazón y les habla de los demás como compañeros y no como rivales: “Quiero darle a este último igual que a ti” (Mt 20,14b).
O también: “¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”
Todos tienen necesidad del salario.
Es cierto que algunos han trabajado más que los otros, pero no por culpa de estos últimos: sencillamente, nadie les había contratado hasta entonces.
La generosidad de Dios no debe suscitar jamás la envidia o la murmuración, sino la acción de gracias y la alegría fraterna.
La justicia de Dios no es humana simplemente, es también divina: la justicia divina es la plenitud de la caridad.
La bondad de Dios para con los demás va más allá de lo debido y merecido.
Es una justicia que trastorna.
He aquí que los primeros que se oponen al bien de los últimos son los verdaderamente injustos: su mirada no es divina, es mezquina.
En la Iglesia, nadie puede decir “yo he trabajado más que tú“: lo importante es que unos y otros hayamos trabajado humildemente en la viña del Señor.
San Pablo es sublime en la segunda lectura: “Para mí la vida es Cristo y el morir una ganancia“, pero ama tanto a la Iglesia que incluso renuncia a descansar ya en Cristo, “que es con mucho lo major” para continuar sirviendo a la comunidad.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2020, Liturgia fovenda, p.362)