2021 – Viernes Santo :: Divendres Sant
Primer día del Triduo Pascual VIERNES SANTO EN LA PASIÓN DEL SEÑOR En este día, en que “Cristo nuestro Cordero pascual ha sido inmolado”, la Iglesia, meditando sobre la Pasión de su Señor y Esposo y adorando la Cruz, conmemora su nacimiento del costado de Cristo dormido en la Cruz e intercede por la salvación de todo el mundo. Por una antiquísima tradición, hoy, la Iglesia no celebra la Eucaristía. La celebración comienza en silencio, con la postración de los ministros y toda la asamblea arrodillada: esta es la condición del viejo Adán, si Cristo no la hubiera elevado. Sin decir “oremos”, la asamblea ya está orando, el celebrante recita una de las dos oraciones colectas, en el Misal, cuando se proponen dos oraciones no significa que la primera sea mejor que la segunda, son simplemente alternativas. La segunda opción de esta oración colecta está más acorde con el signo previo de la postración. La encontramos testimoniada en el “Sacramentario Gelasiano”. El centro de la Liturgia es la proclamación de la Palabra: ésta, más que nunca, es actualización del Misterio de la Muerte Salvadora del Señor. Nos sitúa en “la hora de la Cruz”. El fragmento de la carta a los Hebreos proclama la obediencia del Señor hasta la muerte, una obediencia vivida en el sufrimiento, a fin de ser el autor de la salvación eterna. En la proclamación de la Pasión se omiten incienso y cirios. También la salutación inicial. Todo ello obedece a los usos más antiguos de la Iglesia. En el momento en que el diácono, o el lector, narra la muerte del Señor, se interrumpe la lectura y toda la asamblea se arrodilla en silencio. Este silencio, sin ser excesivo, debe ser significativo. Antiguamente, los fieles se postraban o besaban el suelo. La oración de los fieles es hoy inequívocamente universal: ruega por todo y por todos, porque no hay nada ni nadie que quede excluido de la redención de Cristo. Bajo la Cruz del Redentor, la Iglesia, en pie como María, se acuerda también de todos sus hijos e hijas, por los que ha muerto el Salvador. La Iglesia adora con un inmenso amor la Cruz del Señor y se une a sus sufrimientos, incluso con la comunión eucarística. Una Eucaristía que sólo hoy no rompe el ayuno. Del cual el Concilio Ecuménico afirma: “Téngase como sagrado el ayuno pascual; que ha de celebrarse en todas partes el Viernes de la Pasión y Muerte del Señor y aún extenderse, según las circunstancias, al Sábado Santo, para que de este modo se llegue al gozo del Domingo de Resurrección con ánimo elevado y entusiasta” (SC 110). La Cruz, presentada, desvelada, adorada por todos, es entronizada en el altar y la antífona antiquísima y ecuménica se entona: “Tu Cruz adoramos, Señor, y tu santa Resurrección alabamos y glorificamos; por el madero ha venido la alegría al mundo entero”. Dicha antífona expresa admirablemente el gesto litúrgico, casi sacramental. Hay que hacer un esfuerzo para que la asamblea cante el “trisagio” en los “improperios”. El “trisagio”, “Agios o Theós” se canta cuando se manifiesta la santidad de Dios y la Cruz es manifestación suprema de la santidad divina, de su amor. Ciertamente, es un día velado por el llanto de la hija de Sión que llora la muerte del Hijo Unigénito, pero en su llanto se vislumbra ya su victoria: por eso los ornamentos del día no son morados, sino rojos, ya que el Señor es el Rey de los mártires. Es ya un presentimiento de gloria. De la liturgia bizantina “Hoy està unido a la Cruz el que suspendió la tierra sobre las aguas. Se le pone una corona de espinas al que es el Rey de los Ángeles; el que extendió las nubes sobre el cielo está vestido de un púrpura pálido. Bofeteamos a quien, en el Jordán, le dio libertad a Adán. El Novio de la Iglesia está perforado con clavos; el hijo de la Virgen es atravesado con una lanza. ¡Adoramos tus sufrimientos, oh Cristo! ¡Manifiesta también en nosotros tu gloriosa Resurrección! La Oveja vio a su Cordero arrastrarse hasta la muerte. Afligida, María siguió con las otras mujeres, y exclamó: “Hijo mío, ¿a dónde vas? ¿Por qué esta caminata tan presurosa? ¿Todavía hay bodas en Caná, y vas allí a toda prisa para volver a convertir el agua en vino? ¿Debo ir contigo, hijo mío, o debo esperarte? ¡Oh Verbo, dime una palabra; no pases por mi lado sin responderme, Tú que, en tu nacimiento, me mantuviste casta, oh hijo mío y Dios mío!”. ¡Cada miembro de tu cuerpo sagrado ha sufrido la ira del Padre por nosotros, oh Cristo! La cabeza soportó las espinas; la cara, esputos; las mejillas, la bofetada; la boca, el vinagre mezclado con hiel; los oídos, blasfemias impías; la espalda, los latigazos; la mano, la caña; todo el cuerpo, la extensión violenta en la cruz; las extremidades, los clavos; y el costado, la lanza. ¡Tú, que has sufrido por nosotros, que por tu sufrimiento nos has liberado, que por tu humillación nos has elevado, Salvador Todopoderoso, ten piedad de nosotros! Hoy, la Virgen sin mácula que te contempló en la Cruz, oh Palabra, se conmovió por el dolor en su matriz materna. Una herida amarga atravesó su corazón, y desde el fondo de su alma desolada exclamó en un tono lastimero: “¡Hijo mío! Luz del mundo, ¡ay! ¿Por qué desapareciste de mis ojos, Cordero de Dios?”. El ejército de los ángeles lleno de estupor exclama: “Oh, Señor incom- prensible, ¡gloria a ti!”. Del Oficio de los santos sufrimientos de Cristo Celebración de la Pasión del Señor La proclamación de la Palabra de Dios es el centro de la celebración de hoy. Realmente, las lecturas aparecen alrededor de la Cruz de Jesús, que ocupa el centro. Es un misterio tan grande de amor y de donación que en sí mismo es inagotable: sólo puede ser amado y adorado. Las tres lecturas tienen en común que el Señor sufrió pasión y muerte “por nosotros”. El Siervo de Dios de la primera lectura ha sido ultrajado por nosotros: “Nuestro castigo saludable cayó sobre Él, sus cicatrices nos curaron”. La figura del Siervo de Dios quedó sin nombre en la Escritura hasta que adquirió rostro en Jesús Crucificado. La comunidad apostólica interpretó teológicamente la muerte del Señor desde los “cánticos del Siervo sufriente de Yahvé”. Éstos eran un enigma en la antigua Alianza que únicamente se esclarecieron a la luz de la muerte del Señor. Jesús revela la identidad del Siervo de Yahvé. El Salmo es venerabilísimo puesto que contiene las palabras del Señor en la Cruz: “Padre, a tus manos, encomiendo mi espíritu” (Sal 30 y Lc 23,46). En la segunda lectura, es el sumo sacerdote que “a gritos y con lagrimas” se ha ofrecido Él mismo para convertirse en autor de nuestra salvación eterna. Él mismo es el oferente y la ofrenda. Antes del Evangelio se canta la antífona “Christus factus est”. Realmente, el centro de la celebración es la proclamación de la Pasión y Muerte de Jesús, que, según antigua tradición es la de san Juan: “el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero”. La cima del relato son las palabras de Jesús “Está cumplido”: el designio del Padre, la obediencia del Hijo y la entrega del Espíritu Santo. En el Evangelio de san Juan es “el rey entronizado en la Cruz” quien cumple para nosotros todo lo que estaba escrito de Él en la Escritura. Él es “rey” desde la Cruz, y son sus enemigos quienes le entronizan. Antes, sin embargo, su realeza se manifiesta en ser “testimonio de la verdad”, la de Dios Padre. El mismo Pilato lo presenta con ironía ante el pueblo: “¿A vuestro rey voy a crucificar?” Entonces lo entrega, “se lo entregó” para ser crucificado. Su realeza es anotada en el “titulus” de la Cruz en las tres lenguas principales del mundo antiguo, hebreo, latín y griego. La Cruz se manifiesta como el “trono real” desde donde Él atrae a todos los humanos. Desde la Cruz, confía su Madre al discípulo amado, y también desde la Cruz hace la gran súplica por el agua del Espíritu, con el versículo de los Salmos: “Tengo sed”. Aquel que tiene sed del Espíritu es el mismo que entrega el Espíritu a la Iglesia, representada por María y el discípulo amado, “inclinato capite emissit spiritum”. Finalmente, su “costado” abierto se convierte en una fuente de donde brota incesante, por los siglos de los siglos, el “agua” y la “sangre”, Bautismo y Eucaristía. Allí, la Iglesia nace del “costado” abierto del nuevo Adán. La primera experiencia de la Iglesia es sentirse amada por el Señor ya que la muerte del Hijo muestra hasta qué extremo amó Dios al mundo, entregando a su Hijo por nosotros. Desde la Cruz dirá, como última palabra: “Consummatum est”, que significa: “Todo ha llegado a la plenitud” y, por tanto, “nada ha terminado, todo vuelve a empezar”. Sí, todo recomienza, pues la vida cristiana es siempre respuesta, reciprocidad, a este amor inigualable. Bien lo comprendió santa Teresa de Lisieux en su alegoría del “niñito que tira flores ante el trono del buen Dios sólo para alegrarle”, confiando a su hermana Celina: “Si algún día vas allà, a las misiones de Saigón, no pienses que es para completar nada. No hace ninguna falta. Todo está bien, todo es perfecto, “todo está consumado”, sólo cuenta el amor… Si vas allá, será por un capricho de Jesús, nada más. No pienses que será una obra “útil”, será un capricho de Jesús” (Últimas Conversaciones). Impresiona cada Viernes Santo escuchar las palabras del evangelista Juan: “El que lo vio da testimonio”, la Parasceve en las liturgias occidentales. La riqueza simbólica del relato es enorme. (Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2021, Liturgia fovenda, p.195ss) |
Primer dia del Tríduum pasqual DIVENDRES SANT EN LA PASSIÓ DEL SENYOR En aquest dia, en què “Crist el nostre Anyell pasqual ha estat immolat”, l’Església, meditant sobre la Passió del seu Senyor i Espòs i adorant la Creu, commemora el seu naixement del costat de Crist adormit a la Creu i intercedeix per la salvació de tot el món. Per una antiquíssima tradició, avui, l’Església no celebra l’Eucaristia. La celebració comença en silenci, amb la postració dels ministres i de tota l’assemblea agenollada: aquesta és la condició del vell Adam, si Crist no l’hagués elevat. Sense dir “preguem”, l’assemblea ja està pregant, el celebrant recita una de les dues oracions col·lectes, en el Missal, quan es proposen dues oracions no significa que la primera sigui millor que la segona, són simplement alternatives. La segona opció d’aquesta oració col·lecta sembla més adient amb el signe previ de la prostració. La trobem testimoniada al “Sacramentari Gelasià”. El centre de la Litúrgia és la proclamació de la Paraula: aquesta, més que mai, és actualització del Misteri de la Mort Salvadora del Senyor. Ens situa en “l’hora de la Creu”. El fragment de la carta als Hebreus proclama l’obediència del Senyor fins a la mort, una obediència viscuda en el sofriment, a fi de ser l’autor de la salvació eterna. En la proclamació de la Passió s’ometen encens i ciris. També la salutació inicial. Tot això obeeix als usos més antics de l’Església. En el moment en què el diaca o el lector narra la mort del Senyor, s’interromp la lectura i tota l’assemblea s’agenolla en silenci. Aquest silenci, sense ser excessiu, ha de ser significatiu. Antigament, els fidels es prosternaven o besaven el terra. La pregària dels fidels és avui inequívocament universal: prega per tot i per tots, perquè no hi ha res ni ningú que quedi exclòs de la redempció de Crist. Sota la Creu del Redemptor, l’Església, en peu com Maria, es recorda també de tots els seus fills i filles, pels quals ha mort el Salvador. L’Església adora amb un immens amor la Creu del Senyor i s’uneix als seus sofriments, fins i tot amb la comunió eucarística. Una Eucaristia que tant sols avui no trenca el dejuni. Del qual el Concili ecumènic afirma: “Serà sagrat el dejuni pasqual, que s’ha d’observar arreu el Divendres sant i, si hi ha oportunitat, també s’estendrà a Dissabte sant, a fi d’arribar així als goigs del Diumenge de Pasqua amb l’ànima encelada i oberta” (SC 110). La Creu, presentada, desvelada, adorada per tots, és entronitzada damunt l’altar i l’antífona antiquíssima i ecumènica s’entona: “Adorem, Senyor, la vostra Creu, lloem i glorifiquem la vostra santa Resurrecció; per aquest arbre ha vingut el goig a tot el món”. Dita antífona expressa admirablement el gest litúrgic, quasi sacramental. Cal fer un esforç perquè l’assemblea canti el “trisagi” en els “improperis”. El “trisagi”, “Agios o Theós” es canta quan es manifesta la santedat de Déu i la Creu és manifestació suprema de la santedat divina, del seu amor. Certament és un dia velat pel plany de la filla de Sió que plora la mort del Fill Unigènit, però en el seu plor s’hi albira ja la seva victòria: per això els ornaments del dia no són morats, sinó vermells, ja que el Senyor és el Rei dels màrtirs. És ja un pressentiment de glòria. De la litúrgia bizantina “Avui està unit a la Creu el que va suspendre la terra sobre les aigües. Se li posa una corona d’espines al qui és el Rei dels Àngels; el que va estendre els núvols sobre el cel està vestit d’un porpra pàl·lid. Bufetegem a qui, en el Jordà, li va donar llibertat a Adam. El Nuvi de l’Església és perforat amb claus; el fill de la Verge és travessat amb una llança. Adorem els teus sofriments, oh Crist! Manifesta també en nosaltres la teva gloriosa Resurrecció! L’Ovella va veure el seu Xai arrossegar-se fins a la mort. Afligida, Maria va seguir amb les altres dones, i exclamà: “Fill meu, ¿on vas? Per què aquesta caminada tan apressada? Encara hi ha noces a Canà, i vas allà a corre-cuita per tornar a convertir l’aigua en vi? He d’anar amb tu, fill meu, o he d’esperar-te? Oh Verb, digues-me una paraula; no passis pel meu costat sense respondre’m, Tu que, en el teu naixement, em vas mantenir casta, oh fill meu i Déu meu!”. Cada membre del teu cos sagrat ha patit la ira del Pare per nosaltres, oh Crist! El cap va suportar les espines; la cara, esputs; les galtes, la bufetada; la boca, el vinagre barrejat amb fel; les orelles, blasfèmies impies; l’esquena, les fuetades; la mà, la canya; tot el cos, l’extensió violenta a la creu; les extremitats, els claus; i el costat, la llança. Tu, que has patit per nosaltres, que pel teu sofriment ens has alliberat, que per la teva humiliació ens has elevat, Salvador Totpoderós, tingues pietat de nosaltres! Avui, la Verge sense màcula que et va contemplar a la Creu, oh Paraula, es va commoure pel dolor en la seva matriu materna. Una ferida amarga va travessar el seu cor, i des del fons de la seva ànima desolada va exclamar en un to planyívol: “Fill meu! Llum del món, ai! Per què vas desaparèixer dels meus ulls, Anyell de Déu?”. L’exèrcit dels àngels ple d’estupor exclama: “Oh, Senyor incomprensible, glòria a tu!”. De l’Ofici dels sants sofriments de Crist La proclamació de la Paraula de Déu és el centre de la celebració d’avui. Realment, les lectures sorgeixen al voltant de la Creu de Jesús, que n’ocupa el centre. És un misteri tan gran d’amor i de donació que en sí mateix és inesgotable: només pot ser estimat i adorat. Totes tres lectures tenen en comú que el Senyor patí passió i mort “per nosaltres”. El Servent de Déu de la primera lectura ha estat ultratjat per nosaltres: “Complia la pena que ens torna la pau, les seves ferides ens curaven”. La figura del Servent de Déu restà sense nom a l’Escriptura fins que adquirí rostre en Jesús crucificat. La comunitat apostòlica interpretà teològicament la mort del Senyor des dels “Càntics del Servent sofrent de Jahvè”. Aquests romanien un enigma en l’antiga Aliança que únicament s’esclarí a la llum de la mort del Senyor. Jesús revela la identitat del Servent de Jahvè. El Salm és venerabilíssim donat que conté les paraules del Senyor en la Creu: “Pare, confio el meu alè a les teves mans” (Sal 30 i Lc 23,46). A la segona lectura, és el summe sacerdot qui “amb grans clams i llàgrimes” s’ha ofert ell mateix per esdevenir “font de la nostra salvació eterna”. Ell mateix és l’oferent i l’ofrena. Abans de l’Evangeli es canta l’antífona “Christus factus est”. Realment, el centre de la celebració és la proclamació de la Passió i Mort de Jesús, que, segons antiga tradició és la de sant Joan: “En dóna testimoni el qui ho veié. La seva paraula és digna de fe”. El cim del relat són les paraules de Jesús: “Tot s’ha complert”. El designi del Pare, l’obediència del Fill i el lliurament de l’Esperit Sant. A l’Evangeli de sant Joan és “el Rei entronitzat a la Creu” qui acompleix per nosaltres tot allò que estava escrit d’ell a l’Escriptura. Ell és Rei des de la Creu, i són els seus enemics que l’entronitzen. Abans, però, la seva reialesa es manifesta en ser “testimoni de la veritat” la de Déu Pare. El mateix Pilat el presenta amb ironia davant del poble: “Jo haig de crucificar el vostre rei?” Llavors el lliura, “l’entregà”, per a ser crucificat. La seva reialesa és anotada en el “títulus” de la Creu en les tres llengües principals del món antic, hebreu, llatí i grec. La Creu es manifesta com el “tron reial” des d’on Ell atreu tots els humans. Des de la Creu, confia la seva Mare al deixeble estimat, i també des de la Creu fa la gran súplica per l’aigua de l’Esperit, amb el verset dels Salms: “Tinc set”. Qui té set de l’Esperit és el mateix que lliura l’Esperit a l’Església, representada per Maria i el deixeble estimat, “inclinato capite emissit spiritum”. Finalment, el seu “costat” obert esdevé una font d’on brolla incessant, pels segles dels segles, l’ “aigua” i la “sang”, Baptisme i Eucaristia. Allí, l’Església neix del “costat” obert del nou Adam. La primera experiència de l’Església és sentir-se estimada pel Senyor ja que la mort del Fill mostra fins a quin extrem Déu ha estimat el món, lliurant el seu Fill per nosaltres. Des de la Creu dirà, com a darrera paraula: “Consummatum est”, que significa: “Tot ha arribat a la plenitud” i, per tant, “res ha acabat, tot torna a començar”. Sí, tot recomença, doncs la vida cristiana és sempre resposta, reciprocitat, a aquest amor inigualable. Bé ho va comprendre santa Teresa de Lisieux en la seva al·legoria de “l’infant que llença flors davant el tron del bon Déu tant sols per agradar-lo”, confiant a la seva germana Celina: “Si algun dia vas allà, a les missions de Saigon, no pensis pas que és per a completar res. No fa cap falta. Tot està bé, tot és perfecte, “tot està consumat”, tant sols compta l’amor… Si vas allà, serà per un caprici de Jesús, no res més. No pensis pas que serà una obra “útil”, serà un caprici de Jesús” (Últimes Converses). Impressiona cada Divendres Sant escoltar les paraules de l’evangelista Joan: “En dóna testimoni el qui ho veié”, la Parasceve a les litúrgies occidentals. La riquesa simbòlica del relat és enorme. (Calendari-Directori de l´Any Litúrgic 2021, Liturgia fovenda, p.191ss)
|