2021 – VII SEMANA DE PASCUA :: VII SETMANA DE PASQUA
LUNES Habiendo llegado a Éfeso, Pablo realiza la “Iniciación cristiana” de los creyentes. Es un poco extraño encontrar en aquella ciudad creyentes que “sólo habían recibido el bautismo de Juan” en el Jordán. Pablo les habla del verdadero Bautismo que Juan anunciaba: el Bautismo en el nombre de Jesús. Se vislumbra, en el rito del Bautismo y la imposición de las manos, la unidad de los “Sacramentos de la Iniciación“. Reciben la efusión del Espíritu Santo. Con aquellos doce varones la “ecclesia” queda plantada en Éfeso. Pablo se queda en la ciudad durante tres meses, como solía hacer, predicando con libertad el Reino de Dios. Se continúa con el Salmo 67: “Se levanta Dios, y se dispersas sus enemigos“. Los griegos y eslavos repiten hasta la saciedad este verso en la Liturgia pascual y acuñan estas palabras en la representación de la Cruz. Al final de la conversación, los discípulos quieren precipitar el tiempo y dicen que entienden cuando no entienden nada. La fe que alardean poseer muy pronto será puesta a prueba en la Cruz: ellos se irán y lo dejarán sólo. Entonces ya no pensarán que Él ha salido del Padre. Con una inmensa ternura y convicción, Jesús les dice que no quedarán totalmente solos, porque el Padre “siempre está con Él“. Cuando todo sucada, la muerte y la exaltación, entonces encontraran la paz en Él, y más aún: tendrán valor en las luchas del mundo, porque sabrán que Él, con su amor, “ha vencido al mundo“. MARTES En la lectura de los Hechos, Pablo se despide de los presbíteros de Éfeso. Las palabras que les dirige son conmovedoras. Son palabras de despedida, revestidas de seriedad, dictadas desde el corazón. Palabras que contienen todos los sentimientos del apóstol, también sus convicciones más íntimas. Los ama realmente, son “sus presbíteros“. Ellos ya no volverán a ver su rostro, pero les deja su herencia: su obra evangelizadora. Él se va a Jerusalén, “encadenado por el Espíritu. No sabe cómo será su futuro, pero tiene dos certezas: la primera, que vaya donde vaya, le aguardan “cadenas y tribulaciones“; y la segunda, aún más impresionante: “Para mí no me importa la vida, sino completar mi carrera y consumir el ministerio que recibí“. En el Evangelio, escucharemos en tres días consecutivos la llamada “Oración sacerdotal” de Jesús, con la cual termina el extenso bloque de la conversación de Jesús en la Cena. Los Padres ya observaron el valor consagratorio de dicha oración. Jesús “levanta los ojos al cielo“, como en la multiplicación de los panes (Jn 11,41), y se dirige solemnemente al Padre por Él, por los hermanos y por todo el pueblo santo. Lo hace en la primera Cena, madre de toda Cena, eucarística. Así será siempre. Es el Señor quien como pontífice se dispone a entrar en el santuario del cielo, el Padre mismo, con el sacrificio de la sangre, recuérdese la teología de la carta a los Hebreos, y con el olor suave de incienso (Ef 5,2). La santidad divina, por la ofrenda de Jesús, será comunicada al mundo. Debemos escuchar con mucha reverencia la “Oración sacerdotal” de Jesús: es su “anàfora” sobre nosotros. Continúa el Salmo 67 con la misma antífona: “Reyes de la tierra, cantad al Señor“. MIÉRCOLES En la primera lectura, el final del discurso de Pablo a los presbíteros de Éfeso en Mileto y su adiós. El relato conmueve: oran conjuntamente, se dan el ósculo de la paz y “lo acompañan hasta la embarcación“. De las palabras de Pablo hay que resaltar éstas: “Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño sobre el que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia, que Él adquirió con la sangre de su propio Hijo. La densidad teológica y ministerial de esas palabras es extraordinaria. También Pablo transmite una perla, una palabra del mismo Señor fuera de los Evangelios: “Hay más dicha en dar, que en recibir“. En la “Oración sacerdotal“, el Señor reza por los discípulos. Pide al Padre que los guarde en la unidad del amor, fundamentada en la unidad trinitaria misma, y que no los retire del mundo, un mundo que deben evangelizar, aunque deben ser salvaguardados del mundo, que les odiarà, y del Maligno. Ellos “están en el mundo“, pero “no son” de él, en sentido joánico. Tal como el Padre le ha enviado, también Jesús les envía y se consagra a sí mismo para que ellos “sean consagrados en la verdad“. JUEVES Pablo, prisionero, es llevado ante los ancianos y el Sanedrín de Jerusalén. El altercado entre fariseos y saduceos vuelve a aflorar. El tribuno se lo llevó al cuartel. Allí el Apóstol escucha la palabra del Señor: “El testimonio que has dado en Jerusalén (…) tienes que darlo en Roma“. Es una etapa más de su camino y forma parte de los sufrimientos que el Señor le mostró el día de su conversión: “por causa del Nombre“. Fue un largo camino el recorrido por Pablo, un camino que culminará en Roma con el último y mayor testimonio: el martirio. La tercera sección de la “Oración sacerdotal” está dedicada a los futuros discípulos, es decir, a nosotros. Los discípulos de todos los tiempos son un don del Padre para el Hijo y también del Hijo al Padre. Deben permanecer en la unidad y en el amor de la santa Trinidad. Son las últimas palabras del Señor a la Iglesia: desde ahora ya no hablará más, será el Espíritu quien “recordará sus palabras” y la guiará. Todo radica en un conocimiento de amor, de puro amor. Toda la misión del Verbo y del Espíritu radica en esas últimas palabras de Jesús a la Iglesia: “Para que el amor que me tienes esté en ellos y yo en ellos“. Este Amor, amor de ambos, es la persona del Espíritu Santo, substancial al Padre y al Hijo. VIERNES En las iglesias en las que mañana se celebrará la “Misa vespertina de la vigília” de Pentecostés, es muy conveniente que en la Misa de este viernes se lean unidas las lecturas de mañana, tanto de los Hechos como de san Juan. Las lecturas de estos dos días contienen la conclusión de los dos escritos que se han leído durante la Cincuentena Pascual, y si se omiten las lecturas de la “Misa matutina” de mañana, ambos escritos quedarían sin su conclusión. En la primera lectura, cuando Pablo apela a Roma, es una lástima que se haya omitido el texto precedente, el gobernador Festo presenta su caso al rey Agripa y a su esposa Berenice a su llegada a Cesarea. Tal como hicieron Pilatos y Herodes con el Señor, expone el caso desde el estricto “ius romanem“. Llama la atención que Festo describa a Pablo como alguien que habla “de un tal Jesús que él sostiene que está vivo“. El litigio no se ha resuelto y Pablo, que había apelado al César, queda en la cárcel hasta el momento de remitirlo al emperador, es decir, a Roma. En el Evangelio, el último capítulo de Juan (el 21). Jesús pregunta a Pedro si le ama, y se lo pregunta tres veces, porque tres veces había negado al Señor. Al final, de manera conmovedora, Pedro humildemente remite su amor al conocimiento de Jesús: “Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero“. El ministerio apostólico se fundamenta en un acto de amor que abarca toda una vida: “Apacienta mis ovejas“. Es toda la existencia de Pedro la que se convierte en un único y sublime acto de amor a su Señor. SÁBADO Terminamos el Libro de los Hechos. Pablo llega a Roma y queda en prisión preventiva. Incluso en aquellas condiciones “predica el Reino de Dios y enseña todo lo referido a Jesús“. Y allí permanece por dos largos años. El relato termina de manera enigmática. Propiamente, el libro de los Hechos no tiene colofón. Algunos sostienen que el libro termina allí donde finaliza históricamente el relato, no hay que narrar lo que todavía no ha ocurrido, pero otros afirman que el libro no tiene final porque cada comunidad está llamada a continuar los Hechos. Es entonces un libro que no quedará terminado hasta que venga el Señor, de la misma manera como se marchó, ante los “viri Galilae“, sobre las nubes: “en la gloria del Espíritu Santo” (Hch 1,11). Hasta entonces la misión no terminará. Queda claro que la historia teológica de la Iglesia, la historia de los discípulos, no de la institución, llega a su plenitud en el Reino. También hoy se proclama el final del Evangelio de Juan: Evangelio del discípulo que “da testimonio y lo ha escrito“. Es la figura del “discípulo amado“, aquel que se queda siempre, porque “la Iglesia del Amor” precede a “la Iglesia del ministerio“. Aquella, significada en “el discípulo amado“, es evidente que Jesús quiere que “se quede“, no sólo por un tiempo, sino “hasta que yo venga” (Jn 21, 22-23). Es necia la opinión de que Juan no moriría: se trata más bien de que el amor encarnado por el discípulo perdure hasta el final de la Historia. Un discípulo que ama, porque antes es amado. La Iglesia sobrevive a través de él. Él simboliza aquel “permanecer” del amor de Jesús en nosotros: “permaneced en mi amor” (Jn 15,9). De otra forma, la Iglesia desaparecería. Santa Teresa de Lisieux lo describirá así siglos después: “Comprendí que sólo el amor podía ha- cer actuar a los miembros de la Iglesia; que, si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre…” (Manuscrito B, 3vº). Todos los aspectos organizativos y pastorales de la Iglesia no son nada si no permanece en el amor del Señor, como sostienen los místicos, entre ellos San Juan de la Cruz: “el más pequeño acto de amor tiene más mérito a los ojos de Dios y es más pro- vechoso a la Iglesia y a la ánima misma que todas las demás obras juntes” (Cántico Espiritual B 29,2). Este amor es libertad pura; un amor sobre el cual no es lícito interrogar “¿y a ti qué?” puesto que es la libertad soberana del amor que, como “el viento, no se sabe de dónde viene y a dónde va” (cf. Jn 3,8). Sin embargo, a todos el Señor nos dice: “Tú, ¡sígueme!“ (Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2021, Liturgia fovenda, p.265ss)
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DILLUNS Arribat a Efes, Pau realitza la “Iniciació cristiana” dels creients. És un xic estrany trobar en aquella ciutat creients que només havien rebut “el baptisme de Joan” al Jordà. Pau els parla de l’autèntic Baptisme, que Joan anunciava: el Baptisme en el nom de Jesús. S’albira, en el ritu del Baptisme i la imposició de les mans, la unitat dels “Sagraments de la Iniciació“. Reben l’efusió de l’Esperit Sant. Amb aquells dotze homes la “ecclesia” queda plantada a Efes. Pau es queda a la ciutat durant tres mesos, com solia fer, predicant amb llibertat el Regne de Déu. Es continua amb el Salm 67: “S’aixeca Déu, que es dispersin els enemics“. Els grecs i eslaus repeteixen fins a la sacietat aquest vers en la Litúrgia pasqual i encunyen aquestes paraules en la representació de la Creu. A la fi de la conversa, els deixebles volen precipitar el temps i diuen que entenen… quan de fet no entenen res. La fe que presumeixen posseir molt aviat serà posada a prova en la Creu: ells se n’aniran i el deixaran sol. Llavors ja no pensaran que Ell ha sortit del Pare. Amb una immensa tendresa i convicció, Jesús els diu que no quedaran totalment sols, perquè “el Pare està amb mi“. Quan tot succeeixi, la mort i l’exaltació, llavors trobaran la pau en Ell, i més encara: tindran valor en les lluites del món, perquè sabran que Ell, amb el seu amor, “ha triomfat del món“. DIMARTS En la lectura dels Fets, Pau s’acomiada dels preveres d’Efes. Les paraules que els dirigeix són commovedores. Són paraules de comiat, revestides de serietat, dictades des del cor. Paraules que contenen tots els sentiments de l’apòstol, també les seves conviccions més íntimes. Els estima realment, són “els seus preveres“. Ells ja no tornaran a veure el seu rostre, però els deixa la seva herència: la seva obra evangelitzadora. Ell marxa a Jerusalem, “encadenat per l’Esperit“. No sap com serà el seu futur, però té dues certeses: la primera, que vagi on vagi, l’esperen “cadenes i sofriments“; i la segona, encara més impressionant: “Què se me’n dóna, de la vida! Jo el que vull és consumir-me en el compliment del ministeri que vaig rebre“. En l’Evangeli, escoltarem en tres dies consecutius l’anomenada “Pregària sacerdotal” de Jesús, amb la qual acaba l’extens bloc de la conversa de Jesús en la Cena. Els Pares ja van observar el valor consecratori de dita oració. Jesús “alça els ulls al cel“, com en la multiplicació dels pans (Jo 11,41), i es dirigeix solemnement al Pare per ell, pels germans i per tot el poble sant. Ho fa al primer Sant Sopar, mare de tota Cena, eucarística. Així serà sempre. És el Senyor qui, com a pontífex, es disposa a entrar al santuari del cel, el Pare mateix, amb el sacrifici de la sang, recordeu la teologia de la carta als Hebreus, i amb l’olor suau d’encens (cf. Ef 5,2). La santedat divina, per l’ofrena de Jesús, serà comunicada al món. Hem d’escoltar amb molta reverència la “Pregària sacerdotal” de Jesús: és la seva “anàfora” sobre nosaltres. Continua el Salm 67 amb la mateixa antífona: “Canteu a Déu, reialmes de la terra“. DIMECRES En la primera lectura, al final del discurs de Pau als preveres d’Efes a Milet, i el seu adéu. El relat commou: preguen conjuntament, es donen l’òscul de la pau i l’acompanyen “fins a la nau“. De les paraules de Pau cal ressaltar aquestes: “Vetlleu per vosaltres mateixos i per tot el ramat, del qual l’Esperit Sant us ha encarregat perquè pastureu aquesta comunitat de Déu, que ha costat la sang del seu propi Fill“. La densitat teològica i ministerial d’aquestes paraules és extraordinària. També Pau transmet una perla, una paraula del mateix Senyor fora dels Evangelis: “Fa més feliç donar que rebre“. En la “Pregària sacerdotal“, el Senyor resa pels deixebles. Demana al Pare que els guardi en la unitat de l’amor, fonamentada en la unitat trinitària mateixa, i que no els tregui del món, un món que han d’evangelitzar, tot i que han de ser salvaguardats del món, que els odiarà, i del Maligne. Ells romanen “en el món“, però “no són” d’ell, en sentit joànic. Tal com el Pare l’ha enviat, també Jesús els envia i es consagra a sí mateix “perquè ells també siguin consagrats en la veritat“ DIJOUS Pau, presoner, és portat davant “els grans sacerdots i tot el sanedrí” de Jerusalem. L’altercat entre fariseus i saduceus torna a aflorar. El tribú se’l va endur a la caserna. Allà l’Apòstol escolta la paraula del Senyor: “Coratge! El testimoni que has donat a Jerusalem (…) també l’hauràs de donar a Roma“. És una etapa més del seu camí i forma part dels sofriments que el Senyor li va mostrar el dia de la seva conversió : per causa del seu nom. Va ser un llarg camí, el recorregut per Pau; un camí que culminarà a Roma amb l’últim i més gran testimoni: el martiri. La tercera secció de la “Pregària sacerdotal” està dedicada als futurs deixebles, és a dir, a nosaltres. Els deixebles de tots els temps són un do del Pare per al Fill i també del Fill al Pare. Han de romandre en la unitat i en l’amor de la santa Trinitat. Són les últimes paraules del Senyor a l’Església: des d’ara ja no parlarà més, serà l’Esperit qui li “farà recordar” i “entendre” les seves paraules i la conduirà. Tot rau en un coneixement d’amor, de pur amor. Tota la missió del Verb i de l’Esperit rau en aquestes últimes paraules de Jesús a l’Església: “Perquè l’amor amb què m’heu estimat estigui en ells, i també hi estigui jo“. Aquest Amor, amor de tots dos, és la persona de l’Esperit Sant, substancial al Pare i al Fill. DIVENDRES En la primera lectura, és una llàstima que s’hagi omès el text precedent, quan Pau és conduït a Roma, el governador Festus presenta el seu cas al rei Agripa i a la seva esposa Berenica a la seva arribada a Cesarea. Tal com van fer Pilat i Herodes amb el Senyor, exposa el cas des de l’estricte “ius romanem“. Crida l’atenció que Festus descrigui Pau com algú que parla “sobre un tal Jesús mort, que ell afirma que viu“. El litigi no s’ha resolt i Pau, que havia apel·lat al Cèsar, roman custodiat a la presó fins al moment de remetre’l a l’emperador, és a dir, fins quan pugui ser enviat a Roma. En l’Evangeli, el darrer capítol de Joan (el 21), Jesús pregunta a Pere si l’estima, i li ho pregunta tres vegades, perquè tres vegades havia negat el Senyor. A la fi, de manera commovedora, Pere humilment remet el seu amor al coneixement de Jesús: “Senyor, vós ho sabeu tot, ja ho sabeu que us estimo“. El ministeri apostòlic es fonamenta en un acte d’amor que abasta tota una vida: “Pastura les meves ovelles“. És tota l’existència de Pere que es converteix en un únic i sublim acte d’amor al seu Senyor. DISSABTE Finalitzem el Llibre dels Fets. Pau arriba a Roma i queda en presó preventiva. Fins i tot en aquelles condicions “predicava el Regne de Déu i ensenyava la doctrina sobre Jesucrist, el Senyor“. I allí roman per dos llargs anys. El relat acaba de manera enigmàtica. Pròpiament, el llibre dels Fets no té colofó. Alguns afirmen que el llibre acaba allà on finalitza històricament el relat, no cal narrar el que encara no ha passat, però d’altres sostenen que el llibre no té final perquè cada comunitat està cridada a continuar els Fets. És doncs un llibre que no quedarà enllestit fins que vingui el Senyor, de la mateixa manera com va marxar, davant els “viri Galilae“, sobre els núvols: “endut al cel (…) mogut per l’Esperit Sant” (Fets 1,11). Fins llavors la missió no acabarà. Queda clar que la història teològica de l’Església, la història dels deixebles, no de la institució, arriba a la seva plenitud en el Regne. També avui es proclama el final de l’Evangeli de Joan: Evangeli del deixeble que “dóna testimoni de tot això i que ho ha escrit“. És la figura del “deixeble estimat“, aquell que es queda sempre, perquè “l’Església de l’Amor” precedeix “l’Església del ministeri“. Aquella, significada en “el deixeble estimat“, és evident que Jesús vol que “es quedi“, no només per un temps, sinó “fins que vindré” (Jo 21, 22-23). És nècia l’opinió que Joan no moriria: es tracta més aviat que l’amor encarnat pel deixeble perduri fins al final de la Història. Un deixeble que estima, perquè abans ha estat estimat. L’Església sobreviu a través d’ell. Ell simbolitza aquell “romandre” de l’amor de Jesús en nosaltres: “Manteniu-vos en el meu amor” (Jo 15,9). D’altra manera, l’Església desapareixeria. Santa Teresa de Lisieux ho descriurà així segles després: “Vaig comprendre que només l’amor feia actuar els membres de l’Església, que si l’amor s’apagués, els apòstols ja no anunciarien més l’Evangeli, els màrtirs no voldrien vessar la seva sang…” (Manuscrit B, 3v). Tots els aspectes organitzatius i pastorals de l’Església no són res si no romanen en l’amor del Senyor, com sostenen els místics, entre ells Sant Joan de la Creu: “el más pequeño acto de amor tiene más mérito a los ojos de Dios y es más provechoso a la Iglesia y a la ánima misma que todas las demás obras juntes” (Cántico Espiritual B 29,2). Aquest amor és llibertat pura; un amor sobre el qual no és lícit interrogar, “què hi tens a dir?” ja que és la llibertat sobirana de l’amor que, com “el vent, no saps d’on ve ni on va” (cf. Jo 3,8). A desgrat de tot, el Senyor ens diu a tots sense excepció: “Tu vine amb mi” (lit.: “Tu, segueix-me!“). (Calendari-Directori de l´Any Litúrgic 2021, Liturgia fovenda, p.260ss)
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