2022 – TIEMPO ORDINARIO :: TEMPS DE DURANT L’ANY
El Tiempo ordinario no es de ninguna manera un tiempo débil o menos intenso con relación a los tiempos que el lenguaje litúrgico actual indica como “fuertes“, Adviento, Cuaresma y Pascua. Que no sea un tiempo fuerte, según la terminología en uso, no quiere decir que sea un tiempo de menor intensidad. Los tiempos fuertes no debilitan este período del Año litúrgico. Al contrario, el Tiempo ordinario se convierte en un tiempo intensísimo de la vida cristiana. En este tiempo no se celebra ningún misterio particular de Cristo, cada Domingo se celebra su gloriosa Resurrección, escuchando la Palabra y repitiendo la Fracción del Pan: de este modo vamos contemplando el Misterio de Cristo y configurando la vida cristiana. La sucesión del primer día de la semana, el Domingo, “Día del Señor“, constituye lo más determinante y sustancial en el culto cristiano. El ciclo semanal es previo al ciclo temporal e, indudablemente, es de tradición apostólica: pertenece a lo que la Iglesia ha recibido de su Señor y que ha celebrado siempre y en todas partes, “semper et ubique“. La importancia de este período del año para el crecimiento de la vida espiritual cristiana puede constatarse en el hecho de que este tiempo abarca la parte más extensa del Año litúrgico. Los domingos del Tiempo ordinario son motivo para profundizar en la Liturgia de la Iglesia. La comunidad eclesial debe saber realmente lo que hace cuando celebra los Santos Misterios. Sabe que se reúne en obediencia a la Palabra del Señor y que cada Eucaristía es una manifestación del Señor de la gloria, y humildemente acoge su presencia. Sabe también que es presidida por quien, gracias al ministerio del orden sacerdotal, se ha identificado con Cristo Cabeza, por lo que puede saludar a la asamblea como el Señor Resucitado; y como en la Sinagoga de Nazaret, sabe que todos los ojos están puestos en el Señor que proclama la Palabra. Abrimos el “Libro de la vida” y escuchamos las palabras del Señor. Las escuchamos como palabras referidas a nosotros, como relatos abiertos que nos incluyen. El cristiano conoce, ama y vive tanto la Palabra del Señor que él mismo debe formar parte del paisaje y del paraje del Evangelio. Nos ponemos de pie para escuchar el Evangelio y cantar el “aleluya“: significa que lo que vamos a escuchar es la Palabra del Señor Viviente. San Gregorio enseña: “La Palabra de Dios es glorificada cuando es predicada y orada, y sobre todo cuando es vivida y germina en el corazón“. El don inestimable de la Palabra divina, las riquezas inagotables que esconde, la necesidad que de ella tiene la persona humana como luz para su camino existencial y alimento de la vida espiritual, la dificultad de su inteligencia limitada ante la sabiduría infinita que habla en estas páginas, hacen necesario el esfuerzo sincero y el afán generoso en el estudio y en la meditación de éstas. La experiencia del predicador es gratificante si su predicación no busca el protagonismo, si realmente adquiere el tono del Buen Pastor que enseña pacientemente los misterios del Reino, consciente de la limitación de su palabra y de la perentoria necesidad del don de Dios, el único que puede hacer germinar la Palabra que predica. El Espíritu sopla siempre cuando se proclama la Escritura, y permite que las palabras de la predicación sean vivas. También por el Espíritu, los significados de la Escritura adquieren un relieve infinito, siempre nuevo, como un horizonte vastísimo de montañas, abierto totalmente. ¡Esto indica hasta qué punto los lectores han de ejercer el ministerio con unción y preparación! ¡Hasta qué punto la predicación debe ser preparada y debe nacer de la oración ardiente y de la contemplación de la Palabra! La Liturgia de la Palabra debe ser realizada con el máximo respeto. Durante esta Liturgia nada debe distraer. Sólo hay el canto gozoso del Salmo y la atención pura. Hemos de permanecer a los pies de Jesús, escuchándolo como María, y sabiendo que las palabras que recibimos son nuestra vida y para la vida. Uno podría pensar que el Año litúrgico es un ciclo cerrado que se repite de año en año. No porque se repita es lo mismo. El memorial que celebra, durante los tres ciclos, A, B, C, son las maravillas de salvación realizadas por Dios en Jesucristo: así pues, el Año litúrgico no mira al pasado, mira al presente y al futuro. Está orientado hacia un término: la venida del Señor en Gloria, al final del tiempo, y del tiempo de cada uno, que es la muerte. Toda la vida cristiana está orientada hacia el retorno de Cristo y este deseo de encontrarse con Cristo y cara a cara con Dios, requiere que el cristiano enriquezca progresivamente su fe, su vínculo con Dios, es decir, una conversión permanente. El Tiempo ordinario ofrece esta posibilidad y nos invita, en fidelidad al Evangelio, a morir a todo lo que obstaculiza la libertad que Cristo inauguró en la mañana de Pascua. La celebración continua del Domingo, día del Señor, en el tiempo en el cual no celebramos ningún aspecto particular de su misterio, no deja de ser una llamada permanente a la conversión y a la recepción de la gracia que puede convertirnos. Únicamente ella puede convertirnos. Presentación del Leccionario dominical (ciclo C): 1era parte En el Ciclo C se proclama, con muy pocas excepciones, de manera semi continuada el Evangelio según san Lucas. El evangelista no pertenece a la primerísima genera- ción de discípulos que conocieron y trataron al Señor, siendo testigos de su Muerte y Resurrección, sin embargo, trató con ellos y de ellos recopila la información y escribe su Evangelio. Así lo expone en el prólogo (1,1-6). La intención de Lucas es dar a conocer la solidez de las enseñanzas que Teófilo, a quien dedica el escrito, ha recibido. Con ello imita a tantos autores griegos que acostumbran a dedicar sus obras a alguien. En Lucas hay una perfección literaria, una estructura descriptiva y cronológica más integradora de la persona de Jesús, de su mensaje y de sus obras. Esto incide en el ciclo litúrgico dominical hasta tal punto que lo convierte en un ciclo “kerigmático” y eclesial perfecto para la presentación dinámica de la persona del Redentor. Opinamos que la presentación más completa y profunda se da en este ciclo lucano. Es realmente el leccionario catequético por excelencia. Lucas es discípulo dilecto de Pablo, que lo describe como un fiel discípulo suyo (Col 4,12; Flm 24) y colaborador en el trabajo de la evangelización de los gentiles (2 Cor 8,18-19). De ahí surge la necesidad de escribir el III Evangelio, junto con libro de los Hechos, y con el cual forma una unidad literaria. Ambos escritos están precedidos de los correspondientes prólogos (Lc 1,1-4; Hch 1,1-2). La crítica moderna acepta con seguridad que Lucas disponía de diversas fuentes, recopilando las tradiciones orales y escritas. A partir de ahí ordena el material y escribe su Evangelio desde una visión teológica propia. Según la teoría hoy comúnmente aceptada, tiene mucho en común con el resto de la Sinopsis, pero el material lucano específico es significativo e importante. Desde el punto de vista redaccional no únicamente narra, a partir de las fuentes que posee, la sucesión de la vida del Señor, sino que elabora una teología pro- pia muy fijada, preciosa y pulcra. Dada la conocida afinidad con la cristología salvífica de san Pablo, el desarrollo del ciclo lucano ofrece una profundización de Cristo como “Salvador” y a lo largo del Año litúrgico aborda los grandes temas de la espiritualidad cristiana: justificación por la gracia e iniciativa de ésta, universalidad de la salvación, la eficacia del perdón cristiano, la pobreza como lugar de Dios y signo de disponibilidad, la oración, el misterio de la Cruz y la donación del Espíritu Santo. La tradición lo llama: “Scriba mansuetudinis Christi“, narrador de la mansedumbre de Cristo. Ningún otro evangelista transmite las parábolas de la misericordia como él hace en el sobresaliente capítulo 15 de su Evangelio. Hay que resaltar como propio, con relación al esquema de Mc y de Mt, lo siguiente: El “Evangelio de la Infancia del Señor“. Lucas recoge las tradiciones, presentes en los medios de Palestina, seguramente de la mismísima Madre de Jesús. Nadie describe como él a María: su ternura, su fe, su delicadeza. E incluso reporta palabras de la Madre del Señor. Quizá con su descripción evangélica nace la antiquí- sima tradición de denominar a Lucas como “el iconógrafo de María“. El pequeño inciso de 6,20-8: el “Sermón de la llanura“, con material esencial común, paralelo al “Discurso de la montaña” de Mateo, la curación del criado del centurión, en común también con Mateo, la resurrección del hijo de la viuda de Naín, el librito de Juan Bautista, en común igualmente con Mateo, la unción de la pecadora perdonada, las mujeres fieles seguidoras de Jesús… También el gran inciso de 9,51-19,28, llamado “la sección de Perea” o “de la subida del Señor a Jerusalén“. El contenido de las enseñanzas, de los gestos y de las obras del Señor es un tesoro evangélico que enseña, eleva y salva. También 24,13-52: la aparición del Señor Resucitado a los discípulos en Emaús y en el Cenáculo. La teología de Lucas tiene índole propia y se recomienda, a quien presida la Liturgia, se procure un buen comentario de este Evangelio, ayudándose por el estudio científico de algún autor de calidad, con el cual se sienta a gusto en su espiritualidad y le sea útil para la oración y la predicación. Aquí enunciaremos breve y únicamente las grandes líneas teológicas del Evangelio de Lucas. Un Evangelio cuyos destinatarios son los gentiles. Lucas, junto con Pablo, es testigo de cómo los gentiles se abren a la fe en el Señor Resucitado, reciben el Espíritu y entran a formar parte de la comunión eclesial. Es evidente que, inspirando el relato lucano, está el apóstol Pablo y su doctrina. En cierta manera Lucas escribe “el Evangelio según Pablo de Tarso“. Esto se hace muy patente en determinados relatos del III Evangelio y, principalmente, en el libro de los Hechos de los Apóstoles. La salvación de Jesucristo es universal, por consiguiente, la predicación del Evangelio es también universal. Lucas escribe para los medios judío-helenísticos. En esta perspectiva, Jesús no sólo es descendiente de Abraham sino “hijo de Adán“, creado por Dios (3,38). Los ángeles cantan “paz a los hombres de buena voluntad” (2,14); la razón de esto es que Jesús es el Salvador (2,11), y “luz para todas las naciones” (2,32). Un Evangelio de bondad y de misericordia. A través de todo el III Evangelio se percibe una atmósfera de delicadeza, de bondad, de compasión, de misericordia, de perdón, de ternura, de amor. No es posible hacer referencia explícita a todas las circunstancias en que Lucas pone de relieve estas actitudes existenciales del Señor. Baste recordar la misericordia de Jesús hacia los pecadores (7,34); hacia la pecadora pública (7,36-50); hacia el publicano en el Templo (18,10-14); hacia Zaqueo (19,7); hacia Pedro (22,61); hacia sus verdugos (23,34); hacia el buen ladrón (23,39). Es digno de señalar el lugar que concede a las mujeres a lo largo de su Evangelio: además de hablar de María, la madre de Jesús, de Isabel y de Ana, alude a la viuda de Naín (7,11), a la pecadora (7,36), a las piadosas mujeres (8,1;23,49.55), a Marta y María (10,38), a la mujer que alaba a su madre (11,27), a la mujer encorvada (13,11-17), a las mujeres de Jerusalén (23,27); posiblemente a la mujer adúltera (Jn 8,1-11). Ellas serán también las primeras destinatarias del anuncio de la Resurrección y las primeras en anunciar a la Iglesia que el Señor ha Resucitado. Un Evangelio para los pobres. María canta la pobreza y la humildad (1,52); los ángeles se aparecen a los pastores (2,8); José y María son pobres (2,24). Jesús es pobre (9,58) y predica a los pobres (6,21). Los apóstoles lo dejan todo y se hacen pobres (5,11; 14,33; 18,22; cf. 2,24; 4,18; 6,20; 16,15.20; 21,3). Lucas insiste más que los otros evangelistas en la necesidad de la renuncia en el seguimiento de Cristo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome cada día su cruz y sígame” (9,23). Este principio tendrá innumerables consecuencias. La renuncia será no sólo un desprendimiento de las riquezas y de los bienes materiales, sino ante todo una renuncia personal a sí mismo, al ego. El modelo es el mismo Jesús: “Las raposas tienen cuevas y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (9,58). El III Evangelio podría denominarse “del Espíritu Santo“, pues éste es el alma, el principio vital, que anima toda la obra de Lucas, Evangelio y Hechos. Sin el Espíritu Santo no existiría ni Jesús-Mesías, ni la Iglesia. (Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2022, p.91ss) |
El Temps de durant l’any no és de cap manera un temps feble o menys intens en relació als temps que el llenguatge litúrgic actual indica com a “forts“, Advent, Quaresma i Pasqua. Que no sigui un temps fort, segons la terminologia en ús, no vol dir que sigui un temps de menor intensitat. Els temps forts no afebleixen aquest període de l’Any litúrgic. Al contrari, el Temps de durant l’any esdevé un temps intensíssim de la vida cristiana. En aquest temps no se celebra cap misteri particular de Crist, cada Diumenge se celebra la seva gloriosa Resurrecció, escoltant la Paraula i repetint la Fracció del Pa: d’aquesta manera anem contemplant el Misteri de Crist i configurant la vida cristiana. La successió del primer dia de la setmana, el Diumenge, “Dia del Senyor“, constitueix allò més determinant i substancial en el culte cristià. El cicle setmanal és previ al cicle temporal i, indubtablement, és de tradició apostòlica: pertany al que l’Església ha rebut del seu Senyor i que ha celebrat sempre i per tot arreu, “semper et ubique“. La importància d’aquest període de l’any per al creixement de la vida espiritual cristiana pot constatar-se en el fet que aquest temps abasta la part més extensa de l’Any litúrgic. Els Diumenges del Temps de durant l’any són motiu per aprofundir en la Litúrgia de l’Església. La comunitat eclesial ha de saber realment el que fa quan celebra els Sants Misteris. Sap que es reuneix en obediència a la Paraula del Senyor i que cada Eucaristia és una manifestació del Senyor de la glòria, i humilment acull la seva presència. Sap també que és presidida per qui, gràcies al ministeri de l’Orde sacerdotal, s’ha identificat amb Crist Cap, de manera que pot saludar l’assemblea com el Senyor Ressuscitat; i, com a la Sinagoga de Natzaret, sap que tots els ulls estan posats en el Senyor que proclama la Paraula. Obrim el “Llibre de la vida” i escoltem les paraules del Senyor. Les escoltem com paraules referides a nosaltres, com relats oberts que ens inclouen. El cristià coneix, estima i viu tant la Paraula del Senyor que ell mateix ha de formar part del paisatge i del paratge de l’Evangeli. Ens posem drets per escoltar l’Evangeli i cantar l’”al·leluia“: significa que allò que anem a escoltar és la Paraula del Senyor Vivent. Sant Gregori ensenya: “La Paraula de Déu és glorificada quan és predicada i orada, i sobretot quan és viscuda i germina en el cor“. El do inestimable de la Paraula divina, les riqueses inesgotables que amaga, la necessitat que en té la persona humana com a llum per al seu camí existencial i aliment de la vida espiritual, la dificultat de la seva intel·ligència limitada davant de la saviesa infinita que parla en aquestes pàgines, fan necessari l’esforç sincer i l’afany generós en l’estudi i en la meditació de les mateixes. L’experiència del predicador és gratificant si la seva predicació no busca el protagonisme, si realment adquireix el to del Bon Pastor que ensenya pacientment els misteris del Regne, conscient de la limitació de la seva paraula i de la peremptòria necessitat del do de Déu, l’únic que pot fer germinar la Paraula que predica. L’Esperit bufa sempre quan es proclama l’Escriptura, i permet que les paraules de la predicació siguin vives. També per l’Esperit, els significats de l’Escriptura assoleixen un relleu infinit, sempre nou, com un horitzó vastíssim de muntanyes, obert totalment. Això indica fins a quin punt els lectors han d’exercir el ministeri amb unció i preparació! Fins a quin punt la predicació ha de ser preparada i ha de néixer de l’oració ardent i de la contemplació de la Paraula! La Litúrgia de la Paraula ha de ser realitzada amb el màxim respecte. Durant aquesta Litúrgia res ha de distreure. Només hi ha el cant joiós del Salm i l’atenció pura. Hem de romandre als peus de Jesús, escoltant-lo com Maria, i sabent que les paraules que rebem són la nostra vida i per a la vida. Hom podria pensar que l’Any litúrgic és un cicle tancat que es repeteix d’any en any. No perquè es repeteixi és el mateix. El memorial que celebra, durant els tres cicles, A, B, C, són les meravelles de salvació realitzades per Déu en Jesucrist: així doncs, l’Any litúrgic no mira al passat, mira el present i vers el futur. Està orientat cap a un terme: la vinguda del Senyor en Glòria, a la fi del temps, i del temps de cada un, que és la mort. Tota la vida cristiana està orientada vers el retorn de Crist, i aquest desig de trobar-se amb Crist i cara a cara amb Déu requereix que el cristià enriqueixi progressivament la seva fe, el seu vincle amb Déu, és a dir, una conversió permanent. El Temps de durant l’any ofereix aquesta possibilitat i ens convida, en fidelitat a l’Evangeli, a morir a tot el que obstaculitza la llibertat que Crist va inaugurar el matí de Pasqua. La celebració contínua de cada Diumenge, dia del Senyor, en el temps on no es celebra cap aspecte particular del seu misteri, no deixa de ser una crida permanent a la conversió i a la recepció de la gràcia que pot convertir-nos. Únicament ella pot convertir-nos. Presentació del Leccionari dominical (cicle C): 1era part En el cicle C es proclama, amb molt poques excepcions, de manera semi continuada l’Evangeli segons sant Lluc. L’evangelista no pertany a la primeríssima generació de deixebles que van conèixer i van tractar el Senyor, sent testimonis de la seva Mort i Resurrecció, però amb tot, va tractar amb ells i d’ells recopila la informació i escriu el seu Evangeli. Així ho exposa en el pròleg (1,1-6). La intenció de Lluc és donar a conèixer la solidesa de l’ensenyament que Teòfil, a qui dedica l’escrit, ha rebut. En això imita tants autors grecs que acostumen a dedicar les seves obres a algú. En Lluc hi ha una perfecció literària, una estructura descriptiva i cronològica més integradora de la persona de Jesús, del seu missatge i de les seves obres. Això incideix en el cicle litúrgic dominical fins a tal punt que el converteix en un cicle “kerigmàtic” i eclesial perfecte per a la presentació dinàmica de la persona del Redemptor. Opinem que la presentació més completa i profunda es dóna en aquest cicle llucà. És realment el leccionari catequètic per excel·lència. Lluc és deixeble dilecte de Pau, que el descriu com un fidel deixeble seu (Col 4,12; Flm 24) i col·laborador en el treball de l’evangelització dels gentils (2C 8,18-19). D’aquí sorgeix la necessitat d’escriure el III Evangeli, junt amb el llibre dels Fets, i amb el qual forma una unitat literària. Ambdós escrits són precedits dels corresponents pròlegs (Lc 1,1-4; Fets 1,1-2). La crítica moderna accepta amb seguretat que Lluc disposava de diverses fonts, recopilant les tradicions orals i escrites. A partir d’aquí ordena el material i escriu el seu Evangeli des d’una visió teològica pròpia. Segons la teoria avui comunament acceptada, té molt en comú amb la resta de la Sinopsi, però el material llucà específic és significatiu i important. Des del punt de vista redaccional no únicament narra, a partir de les fonts que posseeix, la successió de la vida del Senyor, sinó que elabora una teologia pròpia molt fixada, preciosa i pulcra. Donada la coneguda afinitat amb la cristologia salvífica de sant Pau, el desenvolupament del cicle llucà ofereix un aprofundiment de Crist com a “Salvador” i tot al llarg de l’Any litúrgic aborda els grans temes de l’espiritualitat cristiana: justificació per la gràcia i iniciativa d’aquesta, universalitat de la salvació, eficàcia del perdó cristià, la pobresa com a lloc de Déu i signe de disponibilitat, la pregària, el misteri de la Creu i la donació de l’Esperit Sant. La tradició l’anomena “Scriba mansuetudinis Christi“, “narrador de la mansuetud de Crist”. Cap altre evangelista transmet les paràboles de la misericòrdia com ell ho fa en l’excel·lent capítol 15 del seu Evangeli. Cal ressaltar com a propi, en relació a l’esquema de Mc i de Mt, el següent: “L’Evangeli de la Infància del Senyor“. Lluc recull les tradicions, presents en els àmbits de Palestina, segurament de la mateixa Mare de Jesús. Ningú descriu com ell a Maria: la seva tendresa, la seva fe, la seva delicadesa. I fins i tot reporta paraules de la Mare del Senyor. Potser amb la seva descripció evangèlica neix l’antiquíssima tradició de denominar Lluc com “l’iconògraf de Maria“. El petit incís de 6,20-8: el “Sermó de la planúria“, amb material essencial comú, paral·lel al “Discurs de la muntanya” de Mateu), la guarició del criat del centurió, en comú també amb Mateu, la resurrecció del fill de la vídua de Naïm, el “llibret” de Joan Baptista, en comú igualment amb Mateu, la unció de la pecadora perdonada, les dones fidels seguidores de Jesús… També el gran incís de 9,51–19,28, anomenat “la secció de Perea” o “de la pujada del Senyor a Jerusalem“. El contingut dels ensenyaments, dels gestos i de les obres del Senyor és un tresor evangèlic que ensenya, eleva i salva. També 24,13-52: l’aparició del Senyor Ressuscitat als deixebles a Emaús i al Cenacle. La teologia de Lluc té índole pròpia i es recomana, a qui presideixi la Litúrgia, es procuri un bon comentari d’aquest Evangeli, ajudant-se per l’estudi científic d’algun autor de qualitat, amb el qual se senti a gust en la seva espiritualitat i li sigui útil per a la pregària i la predicació. Aquí enunciarem breument i única les grans línies teològiques de l’Evangeli de Lluc. Un Evangeli que té per destinataris els gentils. Lluc, juntament amb Pau, és testimoni de com els gentils s’obren a la fe en el Senyor Ressuscitat, reben l’Esperit i entren a formar part de la comunió eclesial. És evident que, inspirant el relat llucà, hi ha l’apòstol Pau i la seva doctrina. En certa manera, Lluc escriu “l’Evangeli segons Pau de Tars”. Això es fa molt patent en determinats relats del III Evangeli i, principalment, en el llibre dels Fets dels Apòstols. La salvació de Jesucrist és universal, per tant, la predicació de l’Evangeli és també universal. Lluc escriu per als ambients jueu-hel·lenístics. En aquesta perspectiva, Jesús no és tant sols descendent d’Abraham sinó “fill d’Adam“, creat per Déu (3,38). Els àngels canten “pau als homes de bona voluntat” (2,14); la raó d’això és que Jesús és el “Salvador” (2,11), i “llum per a totes les nacions” (2,32). Un Evangeli de bondat i de misericòrdia. A través de tot el III Evangeli es percep una atmosfera de delicadesa, de bondat, de compassió, de misericòrdia, de perdó, de tendresa, d’amor. No és possible fer referència explícita a totes les circumstàncies en què Lluc posa en relleu aquestes actituds existencials del Senyor. Només cal recordar la misericòrdia de Jesús envers els pecadors (7,34); envers la pecadora pública (7,36- 50); envers el publicà al Temple (18,10-14); envers Zaqueu (19,7); envers Pere (22,61); envers els seus botxins (23,34); envers el bon lladre (23,39). És digne d’assenyalar el lloc que concedeix a les dones tot al llarg del seu Evangeli: a més de parlar de Maria, la mare de Jesús, d’Isabel i d’Anna, al·ludeix a la vídua de Naín (7,11), a la pecadora (7,36), a les piadoses dones (8,1; 23,49.55), a Marta i Maria (10,38), a la dona que lloa la seva mare (11,27), a la dona encorbada (13,11-17), a les dones de Jerusalem (23,27); possiblement a la dona adúltera (Jo 8,1-11). Elles seran també les primeres destinatàries de l’anunci de la Resurrecció i les primeres a anunciar a l’Església que el Senyor ha Ressuscitat. Un Evangeli per als pobres. Maria canta la pobresa i la humilitat (1,52); els àngels s’apareixen als pastors (2,8); Josep i Maria són pobres (2,24). Jesús és pobre (9,58) i predica als pobres (6,21). Els apòstols ho deixen tot i es fan pobres (5,11; 14,33; 18,22; cf. 2,24; 4,18; 6,20; 16,15.20; 21,3). Lluc insisteix més que els altres evangelistes en la necessitat de la renúncia en el seguiment de Crist: “Si algú vol venir amb mi, que es negui ell mateix, que prengui cada dia la seva creu i m’acompanyi” (9,23). Aquest principi tindrà innombrables conseqüències. La renúncia serà no només un despreniment de les riqueses i dels béns materials, sinó abans de res una renúncia personal a si mateix, a l’ego. El model és Jesús mateix: “Les guineus tenen caus, i els ocells, nius, però el Fill de l’home no té on reposar el cap” (9,58). El III Evangeli podria denominar-se “de l’Esperit Sant“, ja que aquest és l’ànima, el principi vital, que anima tota l’obra de Lluc, Evangeli i Fets. Sense l’Esperit Sant no existiria ni Jesús-Messies, ni l’Església. (Calendari-Directori de l´Any Litúrgic 2022, p.89ss)
|