2018-DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO
“Domingo de la curación del sordomudo”.
El apóstol Santiago menciona en la segunda lectura la reunión litúrgica, “en vuestra asamblea” en la cual por el mandamiento divino no debe haber acepción de personas ya que “los pobres según mundo los ha elegido Dios como ricos en la fe y herederos del Reino”.
Somos por consiguiente príncipes.
El Evangelio tiene una clara significación litúrgico-sacramental. El Señor con un gesto sacerdotal, mira al cielo y con la palabra “Effetá” destraba la boca del mudo y abre sus oídos.
Lo hace con su saliva que contiene su hálito divino. Así el Señor por los sacramentos de la Iniciación cristiana, abre los oídos del creyente para escuchar la Palabra de Dios y su boca para cantar su alabanza.
Es Dios quien abre los labios para cantar su alabanza, como se dice en el Invitatorio, al comienzo de la Liturgia de las Horas.
Tanto el signo como la palabra “Effetá” pasó a la liturgia bautismal.
El corazón de la Iglesia canta en el Salmo responsorial: “Alaba, alma mía al Señor”.
La gente admirada “en el colmo del asombro decían: “todo lo ha hecho bien” que recuerda la bondad de la primera creación: “Vio Dios que era bueno”.
El sordomudo anticipa la humanidad nueva, recreada y santificada por el Señor.
La fe y la gracia nos hacen capaces de escuchar la Palabra de Dios, de ser oyentes de la Palabra y oficiantes de una liturgia de alabanza.
El contexto bautismal de la liturgia de la Palabra de hoy se confirma con la antífona de comunión que reza: “como busca la cierva corrientes de agua”.
Es el Salmo de la procesión de la noche pascual al baptisterio y de los sedientos de Dios, los cuales sólo se sacian en este mundo con las aguas del Bautismo y con el banquete de la Eucaristía.