DOMINGO DE PASCUA – 17/04/2022 – DIUMENGE DE PASQUA
DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR Vigilia Pascual en la noche Santa La oración colecta, previa a la lectura del Apóstol, invoca a Dios que ha iluminado “esta noche santísima con la gloria de la Resurrección del Señor“. Es la noche en que se celebra la “Madre de todas las vigilias“: la Iglesia alaba a Dios porque “Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado” (Prefacio I de Pascua). La Pascua de Cristo es también nuestra Pascua: “En la muerte de Cristo nuestra muerte ha sido vencida, y en su gloriosa Resurrección hemos resucitado todos” (Prefacio II de Pascua). El protocolo fi nal y común a todos los prefacios reza: “Con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría“. La liturgia hispano-mozárabe lo designa como “el Domingo de la alegría de la Pascua“. La Iglesia se siente participante del paso-éxodo de Cristo a través de la muerte a la vida. Ella misma renace y disfruta suplicando “que los sacramentos pascuales que inauguramos nos hagan llegar, con tu ayuda, a la vida eterna“: (Oración sobre las ofrendas). Por el Bautismo se sumerge con Cristo en su Pascua; por la Confirmación recibe el Espíritu de la vida a modo de sello; y en la Eucaristía participa del Cuerpo y la Sangre de Cristo, como memorial de su Muerte y Resurrección. En la noche de Pascua todo es sacramental: la misma noche significa la tiniebla del mundo sin la luz de Cristo. Los ritos significativos del “lucernario“: la bendición del fuego, el cirio pascual llameante con luz que se propaga en los iconos vivos que son los fieles. El cántico único del “Praeconium paschale” bajo la luz del cirio de Pascua que ilumina las vestiduras del diácono. El cirio de la Pascua como la columna de fuego que ilumina el peregrinaje del pueblo de Dios en la Escri- tura que se va a proclamar. El cirio pascual es signo de Cristo, nuestra luz y la del mundo. Es bendecido e incensado. Tiene impresa la Cruz gloriosa del Señor y el número del año del Señor, pues Él contiene el tiempo, Él es “alfa y omega“. Lleva las incisiones de las llagas del Señor con los cinco granos de incienso: son las llagas gloriosas e imborrables del Señor nuestro. Impresionan las palabras del celebrante: “La luz de Cristo, que resucita glorioso, disipe las tinieblas del corazón y del espíritu“. La luz se propaga en la asamblea ya que los fieles, servidos por los ministros, van encendiendo sus can- delas. Luz creciente, que propagándose no disminuye. Luz en las manos, luz de la gracia y de la Gloria encendido en los corazones, que nos ilumina y a la vez nos hace radiantes. Los fieles son los iconos vivientes de Cristo. Hay que dar el máximo valor a la proclamación del Evangelio. Es el primer Evangelio, Evangelio “alpha“, el que los contiene todos y por el cual todos adquieren sentido. Es realmente la Buena Noticia, magnífica e inaudita de la Resurrección de Cristo. Para alcanzar este Evangelio se han escuchado las “Profecías” del Antiguo Testamento, creación, sacrificio de Isaac, éxodo, el anuncio de la nueva alianza, el agua de la vida. Las profecías están acompañadas con el canto de los Salmos, transidos del sentido pascual y de las oraciones colectas que indican la interpretación cristológica de cada texto. Son oraciones antiquísimas y bellísimas teológicamente hablando. El Evangelio de la Resurrección es el punto culminante, “punctum saliens” de la celebración de la Liturgia de la Palabra, tanto en la Vigilia como en el día de Pascua. La salmodia en la Noche de Pascua es muy bella y hay que hacer todo lo posible para que sea cantada. Son Salmos de amor, de la Esposa enamorada del Señor que ha entregado su vida por ella. Si alguna vez adquiere sentido pleno la ornamentación floral es alrededor del ambón, ya que recuerda el jardín de la Resurrección y los diáconos, según los comentarios patrísticos, representan a los ángeles también de la Resurrección. En algunas Liturgias, como ya consta en la peregrina Egeria, es el mismo obispo quien proclama el Evangelio de la Resurrección la noche de Pascua, por ello no hay inconveniente alguno en que la noche de Pascua, en la catedral, sea el obispo quien, si así lo desea, proclame hoy el Evangelio. Porque Cristo ha Resucitado y vive en la gloria del Padre y en la donación constante del Espíritu Santo, la Iglesia celebra con eficacia salvadora la “Iniciación cristiana” para los catecúmenos y también para los fieles que renuevan el Bautismo, “renovar” significa partir de la primera gracia, y celebran el Banquete eucarístico. Después prosigue la Liturgia del Bautismo con la procesión al baptisterio, la letanía de los santos, la “tal nube de testigos” de que habla Heb 12,1, la bendición del agua, como “anamnesis” de las maravillas de Dios obradas por el signo del agua. Y la “epíclesis” del Espíritu: el Espíritu de la C ruz, de la Resurrección, de Pentecostés, de la divina Plenitud. También el Bautismo de los elegidos y/o la renovación del Bautismo de los fieles. “Renovar” tiene, esta noche, el sentido fuerte de “hacer nuevo” el Bautismo, como si acabáramos de ser bautizados aquellos que con cirios encendidos en las manos hemos efectuado la triple renuncia y la triple ad- hesión a la fe. Finalmente, como plenitud de todo, el Banquete eucarístico: banquete nupcial, luminoso y festivo. Los dones son presentados por los “neófitos” o por los fieles. Dones que el Señor mismo devolverá a la Iglesia como ofrendas más excelentes: como su Cuerpo y su Sangre. Lo hace por la plegaria siempre escuchada, la “Pleg a ria eucarística“, con el memorial de toda la historia de la salvación, desde los inicios, la creación, hasta la culminación, la Resurrección y Pentecostés. Oración que incluye también la narración de la Santa Cena, la ostensión de los Dones con la invocación, precedente y procedente, del Espíritu Santo sobre las ofrendas y sobre nosotros, con la intercesión por toda la Iglesia, por los vivos y por los difuntos. Nuestra conversión hace más grande el gozo de los santos, “en el cielo habrá más alegría” según Lc 15,7), y hacemos memoria de quienes nos han precedido en el “signo de la fe“, el Bautismo. Habiendo recitado la Plegaria eucarística, habiéndonos dado el ósculo de la paz, ¡tan lleno de gozo en esta noche!, y habiendo partido el Pan, los fieles ansiosos participarán del Banquete del Reino en la noche llena de luz, y así “gustarán y verán qué bueno es el Señor“. Es la Iglesia que escucha la palabra de su Esposo: “Iglesia mía, no ayunes más. Entra en mi alegría y en mi reposo“. Vigilia del Domingo de Pascua, Domingo de todos los Domingos, el Domingo perenne, fiesta de todas las fiestas. El misterio del día octavo que entra en la eternidad divina. El Canon romano llama a este día “sacratissimum diem celebrantes“, y la Liturgia hispánica: “Domingo de la alegría de Pascua”. De la mistagogia los Padres “Día de la Resurrección. Resplandezcamos de gozo en esta fiesta. Abracémonos, hermanos, mutuamente. Llamemos hermanos nuestros incluso a los que nos odian. Perdonemos todo por la Resurrección y cantemos así nuestra alegría: “Cristo ha resucitado de entre los muertos, “con su muerte ha vencido la muerte, y a los que estaban en los sepulcros les ha dado la vida”. De la Liturgia pascual bizantina VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA: I lectura Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno Gén 1, 1–2, 2 (o bien más breve: 1, 1. 26-31a); Sal 103, 1-2a. 5-6. 10 y 12. 13-14. 24 y 35c (o bien 32, 4-5. 6-7. 12-13. 20 y 22) Todas las familias litúrgicas inician la proclamación de la Palabra con el relato de la creación. Escuchar el poema de la creación la Noche de Pascua es maravilloso, a fin de que, como dice la oración colecta “tus redimidos comprendan cómo la creación del mundo, en el comienzo de los siglos, no fue obra de mayor grandeza que el sacrificio de Cristo, nuestra Pascua inmolada, en la plenitud de los tiempos“. Con un gozo indecible la asamblea canta el Salmo de la creación: “Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra“. Canta con alegría porque la primera creación está en función de la segunda creación. II lectura El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe Gén 22, 1-18 (o bien más breve: 22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18); Sal 15, 5 y 8, 9-10. 11 Es la profecía del sacrificio de Isaac, que representa el Hijo inmolado. Resuena todavía el pregón de Pascua: “¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!“. Los creyentes renovados en Cristo y los catecúmenos que recibirán ahora el Bautismo formamos parte del Pueblo de la fe, numerosos “como las estrellas del cielo y como la arena de la playa” que contempló Abrahán. Con la gracia de la adopción, Dios multiplica por toda la tierra los hijos e hijas que prometió a Abrahán, nuestro padre en la fe. La Iglesia, esta noche más que nunca, se alegra y festeja la herencia y la posesión que le ha sido dada: “El Señor es el lote de mi heredad“, Salmo responsorial. III lectura Los hijos de Israel entraron en medio del mar, por lo seco Éx 14, 15–15, 1a; Sal Éx 15, 1b-2. 3-4. 5-6. 17-18 En la tercera lectura, la profecía del Éxodo: la pascua de Israel ya no tiene para nosotros ningún otro significado sino éste: “el Mar Rojo fue imagen de la fuente bautismal, y el pueblo, liberado de la esclavitud, imagen de la familia cristiana” (Oración colecta II). Sin interrupción, la asamblea canta el “cántico nuevo“, el de Moisés y el del Cordero: “Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria“. Cántico sublime donde suplicamos al Señor que introduzca la Iglesia, su pueblo, “en el monte de su heredad, lugar del que hiciste tu trono, Señor; santuario que fundaron tus manos, es decir, el santuario no construido por manos humanas” (Heb 9,24): el Cuerpo glorificado del Señor. El libro del Éxodo dice que fue María, la hermana de Moisés, quien hizo cantar al pueblo; ahora es la nueva María, la madre del Señor, que hace cantar a modo de solista al nuevo pueblo de Dios, ella que es la “tympanistria nostra” (San Agustín), la que marca el compás gozoso del pueblo de Dios, pueblo en fiesta, que esta noche ha pasado de muerte a vida. IV lectura Con amor eterno te quiere el Señor, tu libertador Is 54, 5-14; Sal 29, 2 y 4. 5-6. 11 y 12a y 13b La lectura de Isaías es casi una oda y un poema de amor. El Señor en su Resurrección llama a la Esposa abandonada. La mira con un amor inmenso: “Por un instante te es- condí mi rostro, pero con amor eterno te quiero“. Y promete que jamás desaparecerá el amor que le tiene. Y la “abandonada, afligida, azotada por el viento“, habitará la nueva Jerusalén. Con la Resurrección de Cristo, la multitud de los pecadores, dispersados, ha sido convocada, redimida y santificada, y ha entrado a formar parte de la Esposa, ahora consolada, ardiente de amor, fuerte en la esperanza. Esta noche cantamos intensamente himnos de alabanza, porque Cristo ha subido glorioso de los infiernos, y el llanto se ha acabado, el gozo llega. Lo canta maravillosamente el Salmo 29: Al atardecer nos visita el llanto; por la mañana, el júbilo“. Son el anochecer del Viernes santo y el amanecer de Pascua. V lectura Venid a mí, y viviréis. Sellaré con vosotros una alianza perpetua Is 55, 1-11; Sal Is 12, 2-3. 4bcde. 5-6 En la segunda oda de Isaías, Dios mismo llama a los hambrientos y “sedientos“, los que no pueden nutrirse por sí mismos, perdidos en el desierto de la vida, para que vayan a Él, dador del agua de la vida, el Espíritu Santo. También son invitados al banquete del Reino y establecidos en una alianza nueva. Queda claro que los designios de Dios son diferentes de los nuestros y se realizan siempre en virtud de su Palabra, eficaz e irrevocable. Hoy es la noche en que el Señor se encuentra, se deja encontrar: “Buscad al Señor mientras se deja encontrar, invocadlo mientras está cerca“. Los Padres consideran este “ahora” como realizado en la celebración de Pascua. Se canta, después un Salmo que no está en el salterio: el cántico de la fiesta de las Tiendas. Su respuesta “Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación” es una clara referencia a la liturgia bautismal. VI lectura Camina al resplandor del Señor Bar 3, 9-15. 32–4, 4; Sal 18, 8. 9. 10. 11 La sexta lectura pertenece a la Sabiduría. El pueblo ha abandonado la sabiduría, pero hoy la reencuentra en Cristo Resucitado. Él es la sabiduría divina, increada, preexistente antes de la creación y enviada por el Padre en el Espíritu Santo: “Después apareció en el mundo y vivió en medio de los hombres“. Los cristianos, en esta noche santa, nos convertimos en las estrellas que el profeta contempla, estrellas que brillan para su Creador, y lo hacen gozosas. La Iglesia hoy abraza la Sabiduría de Dios y “camina a la claridad de su luz“, un camino iluminado por la luz pascual. La Iglesia sabe que el Señor le ha dado “palabras de vida eterna“, como cantamos en el Salmo, todo él un elogio de la Palabra. VII lectura Derramaré sobre vosotros un agua pura, y os daré un corazón nuevo Ez 36, 16-17a. 18-28; Sal 41, 3. 5cdef; 42, 3. 4 (o bien Is 12, 2-3. 4bcde. 5-6; o bien Sal 50, 12-13. 14-15. 18-19) La profecía de Ezequiel es maravillosa. Finalmente, el Señor llamará a quienes el pecado dispersó y los reunirá en su Iglesia, donde reverenciarán y santificarán su Nombre con la plegaria que les enseñó, el Padrenuestro. Verterá sobre ellos el “agua pura” del Bautismo y les será dado un “corazón de carne” donde habitará su Santo Espíritu, pactando con ellos una alianza nueva: “Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios“. Con el misterio pascual del Señor, el Padre ha hecho suyo para siempre su pueblo y ya nada ni nadie podrá arrebatarlo de sus manos (Jn 10,28). Después se canta el Salmo “Sicut cervus” que expresa la sed de la Esposa, que sin el Señor muere de sed: la imagen parece bucólica pero no lo es en absoluto. La fuente del agua que la hace vivir es el Bautismo. Es el Salmo por excelencia de la noche pascual. Epístola Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más Rom 6, 3-11 Toda la concentración cristológica del Antiguo Testamento es dada en el Nuevo Testamento. Habiendo cantado la gran doxología “Gloria in excelsis“, iluminada completamente toda la nave de la celebración y resplandecientes las luces del altar, a modo de heraldo, escuchamos la palabra apostólica, fuerte y convincente, que se puede resumir así: “Ha resucitado y resucitaremos con Él“. Es la catequesis última para los catecúmenos, que ahora ya son electi, y también para los que renovarán el santo bautismo: “Cuando fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Aleluya: Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23 “Ha llegado la hora del “aleluya“, dígnate entonarlo“, decía antiguamente el diácono al obispo en este momento. El “aleluya” prepara el anuncio más alto de toda la Liturgia de la Iglesia. El celebrante entona “in crescendo” el aleluya, como una oda infinita, como un “iubilus” que resuena por toda la eternidad. La Iglesia canta el “aleluya” de la noche de Pascua con el Salmo 117, el “hal-lel” de la Pascua de Israel. “Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente“. Es una alegría infinita, es un canto infinito. Evangelio ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? Lc 24, 1-12 La Resurrección del Señor, Dios y Salvador, es el anuncio culminante del Evangelio. Es el centro de la fe del Nuevo Testamento y de nuestra fe, como afirma san Agustín: “Fides christianorum resurrectio Christi est“. Por su Resurrección, el Señor crea la Iglesia, que espera la gloria de su advenimiento. El que fue crucificado es el que vive, el Viviente. Según Lucas esto ocurrió en el claroscuro del primer día de la semana, el día octavo, que para la comunidad será ya desde entonces el Día del Señor, “Dies Domini“, el inicio de una nueva creación (Gén 1,1). Las tinieblas ceden para siempre cuando amanece el nuevo día. En continuidad con toda la narración lucana son las mujeres quienes se acercan amorosamente al sepulcro del Señor, de éstas, sólo se dan el nombre de tres: María, la Magdalena; Juana y María, la de Santiago. Ellas son las que han seguido al Señor, como en Lc 8,1-13, presentes incluso en el momento de la Cruz, y ahora van allí para la última “diaconía“. Entran en el sepulcro y no encuentran el cuerpo del Señor, Kýrios, Jesús. La teofanía de Lucas es particular: hay dos hombres, los mismos de la Ascensión en Hch 1,10-11, vestidos de blanco, símbolo de alegría, victoria y convite nupcial. Las mujeres reaccionan con “timor et tremor“, temor y temblor, y no osan ni mirarles, “con las caras mirando al suelo“. Ellas reciben entonces el anuncio más sublime y álgido: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? Ha Resucitado“. Es la Palabra-Anuncio de la Resurrección. En estas palabras se fundamenta todo, absolutamente todo. Las mensajeras completarán el mensaje: ellas recuerdan ahora que Jesús, estando en Galilea, lo había anunciado. Y habiendo regresado del sepulcro, lo anuncian a los Once. Esta es la verdadera y la más gran diakonía de las mujeres: “Ser apóstoles de la Resurrección“. Lucas se permite enjuiciar la actitud de los apóstoles: “Se lo tomaron por un delirio y no las creyeron“. Sólo Pedro se levantó y se fue al sepulcro. Él también se llena de asombro al encontrarlo vacío. Las mujeres, al ser las primeras en recibir el mensaje-anuncio de la Resurrección tendrán siempre este honor en la Iglesia antigua: ver cómo se les reserva asiento en la parte de la nave debajo del ambón, allí donde el diácono proclama el Evangelio. A partir del hecho incontestable de ser en la Iglesia las primeras depositarias del anuncio de la Resurrección, se puede elaborar una bella teología sobre lo femenino en la Iglesia, como expresión de la “Ecclesia amoris” que precede siempre a la Iglesia del ministerio, “Ecclesia ministerio“. Las santas mujeres representan también a la Iglesia-Esposa que reencuentra a Cristo-Esposo en el esplendor de su gloria. La Iglesia que, “radiante de tanta luz“, es Madre fecunda, gozosa por los hijos e hijas que engendra en el Bautismo, y se adorna de fiesta por su Señor, a quien recibe en el banquete nupcial de la Eucaristía. Ella vive del amor del Esposo y por ello esparce este amor divino allí donde va. Sólo por don y gracia, tanto las mujeres como Pedro y los discípulos, podían interpretar el acontecimiento de un sepulcro vacío. Humanamente era imposible: ¿quién podía comprender algo semejante? Pero la admiración de Pedro es el camino de la fe. Todavía hoy, para muchos, la Resurrección del Señor es una quimera. Sin embargo, para nosotros, si Cristo no hubiese resucitado absurda sería nuestra fe (1Cor 15,12-19): Él es nuestra justificación (Rom 4,22). Misa del día de Pascua Misa del día: Hch 10, 34a. 37-43; Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23; Col 3, 1-4 (o bien 1 Cor 5, 6b-8); Jn 20, 1-9 (en lugar de este Evangelio, puede leerse el de la Vigilia pascual). Juan y Pedro, en el amanecer del día de Pascua, corren hacia el sepulcro y constatan que está vacío. Ambos son representantes simbólicos de la Iglesia: Pedro, del ministerio eclesial y Juan, del amor eclesial, y ambos comprue-ban que el lugar de la sepultura está vacío. El amor precede a la fe, por eso el discípulo amado “Vio y creyó“. Al discípulo le es dado comprender el epílogo de la Alianza de Dios “pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos“. En la primera lectura, comienza la proclamación del libro de los Hechos, es realmente una costumbre ecuménica y universal. Es Pedro quien proclama el “kerigma“. La asamblea no se cansa de cantar una y otra vez el Salmo: “Este es el día que hizo el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo“. Como segunda lectura, se propone, como alternativa a la carta a los Colosenses, el texto clásico y antiguo de la primera carta a los Corintios, donde se nos exhorta a celebrar la Pascua, no con “levadura vieja, levadura de corrupción y de maldad, sino con los “panes ácimos” de la sinceridad y de la verdad. El texto del mismo Apóstol a los Colosenses exhorta a buscar los bienes de “allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios“. El verso aleluyático, tras la venerable secuencia “Victimae paschalis laudes“, nos invita a celebrar la Pascua en el Señor. De las dos opciones como antífona de entrada hay que resaltar la primera, ya que es el mismo Señor quien canta “He resucitado, y aún estoy contigo, aleluya“. La eucología es teológicamente densa: en el Prefacio se escuchan las palabras: “Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría” que resonarán en todos los Prefacios del tiempo pascual. La Secuencia de Pascua La Secuencia pascual “Victimae paschali laudes” es una joya de la espiritualidad pascual del cristianismo. Casi como en un duelo medieval, vida y muerte lucharon: el diálogo entre el orante y María Magdalena es delicioso. En la Secuencia uno no sabe qué admirar más si la letra o la músi- ca, ya que ambas son sublimes para expresar la victoria del Señor. La Secuencia es una expansión incontenible de gozo por parte de la asamblea para cantar la Resurrección del Señor. Su uso es muy recomendable durante la Octava y adorna el Domingo de todos los Domingos. También se puede cantar como himno durante toda la Cincuentena pascual. Es la Secuencia más antigua, data del siglo IX, atribuyéndose a Wipo de Burgundia (+1048). La versión en lengua española es muy bella y bien dispuesta en el nuevo Leccionario. (Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2022, p.2016ss) |
DE LA RESURRECCIÓ DEL SENYOR Vetlla Pasqual a la nit Santa L’oració col·lecta, abans de la lectura de l’Apòstol, invoca Déu que fa resplendir aquesta nit santíssima amb la glòria de la Resurrecció del Senyor“. És la nit en què se celebra la “Mare de totes les vigílies“: l’Església lloa Déu perquè “Crist, la nostra Pasqua, ha estat immolat” (Prefaci I de Pasqua). La Pasqua de Crist és també la nostra Pasqua: “En la seva mort, la nostra mort ha estat vençuda, en la seva resurrecció tots hem retornat a la vida” (Prefaci II de Pasqua). El protocol final i comú a tots els prefacis pasquals resa: “Ple de la gran joia de la Pasqua, d’un cap a l’altre de la terra tot el món exulta». La litúrgia hispanomossàrab el designa com “el Diumenge de la joia de la Pasqua“. L’Església se sent participant del pas-èxode de Crist a través de la mort a la vida. Ella mateixa reneix i gaudeix suplicant “que la vida nova que arrenca dels sagraments pasquals, assoleixi la seva plenitud en el vostre Regne” (Oració sobre les ofrenes): pel Baptisme se submergeix amb Crist en la seva Pasqua; per la Confirmació rep l’Esperit de la vida a manera de segell; i en l’Eucaristia participa del Cos i la Sang de Crist, com a memorial de la seva Mort i Resurrecció. En la nit de Pasqua tot és sacramental: la mateixa nit significa la tenebra del món sense la llum de Crist. Els ritus significatius del “lucernari“: la benedicció del foc, el ciri pasqual flamejant amb llum que es propaga en les icones vivents que són els fidels. El càntic únic del “Praeconium paschale” sota la llum del ciri de Pasqua que il·lumina les vestidures del diaca. El ciri de la Pasqua com a columna de foc que il·lumina el pelegrinatge del poble de Déu en l’Escriptura que tot seguit es proclamarà. El ciri pasqual és signe de Crist, la nostra llum i la del món. És beneït i encensat. Té impresa la Creu gloriosa del Senyor i el nombre de l’any del Senyor, doncs Ell conté el temps, Ell és “alfa i omega“. Duu també les incisions de les llagues del Senyor amb els cinc grans d’encens: són les nafres glorioses i inesborrables de nostre Senyor. Les paraules del celebrant són realment impressionants: “Que la llum de Crist Ressuscitat gloriosament dissipi les tenebres del cor i de l’esperit“. La llum es propaga en l’assemblea ja que els fidels, servits pels ministres, van encenent llurs candeles. Llum creixent, que propagant-se no minva. Llum a les mans, llum de la gràcia i de la Glòria encesa en els cors, que ens il·lumina i al mateix temps ens fa radiants. Els fidels són les icones vivents del Crist. Cal donar el màxim valor a la proclamació de l’Evangeli. És el primer Evangeli, Evangeli “alpha” que els conté tots i pel qual tots adquireixen sentit. És realment la Bona Notícia, magnífica i inaudita, de la Resurrecció de Crist. Per arribar a aquest Evangeli s’han escoltat les “profecies” de l’Antic Testament: creació, sacrifici d’Isaac, èxode, l’anunci de la Nova aliança, l’aigua de la vida. Les profecies són acompanyades amb el cant dels Salms, traspassats de sentit pasqual, i de les Oracions col·lectes que indiquen la interpretació cristològica de cada text. Són pregàries antiquíssimes i molt belles teològicament. L’Evangeli de la Resurrecció es el punt culminant, “punctum saliens” de la celebració de la Litúrgia de la Paraula, tant en la Vetlla com en el dia de Pasqua. La salmòdia en la Nit de Pasqua és molt bella i cal fer tot el possible perquè sigui cantada. Són Salms d’amor de l’Esposa enamorada: el Senyor ha lliurat la seva vida per ella. Si alguna vegada adquireix sentit ple l’ornamentació floral és al voltant de l’ambó, ja que recorda el jardí de la Resurrecció i els diaques, segons els comentaris patrístics, representen els àngels també de la Resurrecció. En algunes Litúrgies, com ja consta en la peregrina Egèria, és el mateix bisbe qui proclama l’Evangeli de la Resurrecció la nit de Pasqua, per això no hi ha cap inconvenient en què la nit de Pasqua, a la catedral, sigui el bisbe qui, si així ho desitja, proclami avui l’Evangeli. Perquè Crist ha Ressuscitat i viu a la glòria del Pare i en la donació constant de l’Esperit Sant, l’Església celebra amb eficàcia salvadora la “Iniciació cristiana” per als catecúmens i també per als fidels que renoven el Baptisme, “renovar” vol dir “partir de la primera gràcia” i celebren el Banquet eucarístic. Després prossegueix la Litúrgia del Baptisme amb la processó al baptisteri, la lletania dels sants, el “núvol tan gran de testimonis” de què parla He 12,1), la benedicció de l’aigua, com “anamnesis” de la meravelles de Déu obrades pel signe de l’aigua. I l’”epiclesi” de l’Esperit: l’Esperit de la Creu, de la Resurrecció, de la Pentecosta, de la divina Plenitud. També el Baptisme dels “elegits” i/o la renovació del Baptisme dels fidels. “Renovar” té, aquesta nit, el sentit fort de “fer nou” el Baptisme, talment acabéssim de ser batejats els qui amb les candeles enceses a les mans hem fet la triple renúncia i la triple adhesió a la fe. Finalment, com a plenitud de tot, el Banquet eucarístic: Banquet nupcial, lluminós i festiu. Els dons són presentats pels “neòfits” o pels fidels. Dons que el Senyor mateix retornarà a l’Església com a ofrenes més excel·lents: com el seu Cos i la seva Sang. Ho fa per la pregària sempre escoltada, la “Pregària eucarística“, amb el memorial de tota la història de la salvació, des dels inicis, la creació, fins a la culminació, la Resurrecció i la Pentecosta. Pregària que inclou també la narració de la Santa Cena, l’ostensió dels Dons amb la invocació, precedent i procedent, de l’Esperit Sant sobre les ofrenes i sobre nosaltres, amb la intercessió per tota l’Església, pels vius i pels difunts. La nostra conversió fa més gran el goig dels sants, “en el cel hi haurà més alegria” segons Lc 15,7, i fem memòria dels qui ens han precedit en el “signe de la fe“, el Baptisme. Havent recitat la “Pregària eucarística“, havent-nos donat l’òscul de la pau, tant ple de goig en aquesta nit!, i havent partit el Pa, els fidels adelerats participaran del Banquet del Regne en la nit plena de llum i així tastaran i veuran “que n’és de bo el Senyor“. És l’Església que escolta la paraula del seu Espòs: “Església meva, no dejunis més. Entra en el meu goig i en el meu repòs“. Vetlla del Diumenge de Pasqua, Diumenge de tots els Diumenges, Diumenge perenne, festa de totes les festes. El misteri del dia vuitè que entra en l’eternitat divina. El Cànon romà anomena aquest dia “sacratissimum diem celebrantes“, “celebrant el dia santíssim” i la Litúrgia hispana: “Diumenge de l’alegria de Pasqua“. De la mistagògia dels Pares “Dia de la Resurrecció. Resplendim de goig en aquesta festa. Abracem-nos germans, mútuament. Anomenem germans fins i tot aquells que ens odien. Perdonem-ho tot per la Resurrecció i cantem així la nostra joia: “Crist ha Ressuscitat d’entre els morts, amb la seva mort ha vençut la mort, i a aquells que eren als sepulcres, els ha infós la vida”. De la Liturgia pasqual bizantina Lects. bíbliques: I lectura Déu veié tot el que havia fet, i era bo de debò Gn 1, 1—2, 2 (o bé més breu: Gn 1, 1. 26-31a); Sal 103, 1-2a. 5-6. 10 i 12. 13-14. 24 i 35c (o bé 32, 4-5. 6-7. 12-13. 20 i 22) Totes les famílies litúrgiques inicien la proclamació de la Paraula amb el relat de la creació. Escoltar el poema de la creació la Nit de Pasqua és meravellós, a fi que, com diu l’Oració col·lecta “els redimits comprenguin que la creació del món, al començament del temps, no fou pas més excel·lent que la immolació de Crist, la nostra Pasqua, a la plenitud del temps“. Amb un goig indicible l’assemblea canta el Salm de la creació: “Quan envieu el vostre alè, reneix la creació, i renoveu la vida sobre la terra“. El canta amb goig perquè la primera creació està en funció de la segona creació. II lectura Sacrifici d’Abraham, el nostre pare en la fe Gn 22, 1-18 (o bé més breu: Gn 22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18); Sal 15, 5 i 8, 9-10. 11 Es la profecia del sacrifici d’Isaac, que representa el Fill immolat. Ressona encara el pregó de Pasqua: “Oh incalculable predilecció amb què ens heu estimat! Per redimir l’esclau, heu sacrificat el Fill“. Els creients renovats en Crist i els catecúmens que rebran ara el Baptisme formem part del Poble de la fe, nombrosos “com les estrelles del cel i com els grans de sorra de les platges del mar” que contemplà Abraham. Amb la gràcia de l’adopció, Déu multiplica per tota la terra els fills que va prometre a Abraham, el nostre pare en la fe. L’Església, aquesta nit més que mai, se n’alegra i en fa festa, per l’herència i la possessió que li ha estat donada: “Vós m’heu triat la possessió“, Salm responsorial. III lectura Els israelites caminaren per terra eixuta enmig del mar Ex 14, 15-15, 1; Sal Ex 15, 1-2. 3-4. 5-6. 17-18 En la tercera lectura, la profecia de l’Èxode: la pasqua d’Israel ja no té per a nosaltres cap altre significat sinó aquest: “el Mar Roig fou imatge de la font baptismal, i el poble alliberat de l’esclavitud, imatge del poble cristià” (Oració col·lecta). Sense interrupció, l’assemblea canta el “càntic nou“, el de Moisès i el de l’Anyell: “Cantem al Senyor que s’ha cobert de glòria“. Càntic sublim on demanem al Senyor que introdueixi l’Església, el seu poble “al santuari que han construït les seves mans“, és a dir, “el santuari no construït per mans humanes” (He 9,24): el Cos glorificat del Senyor. El llibre de l’Èxode diu que fou Maria, la germana de Moisès, la que féu cantar el poble; ara és la nova Maria, la mare del Senyor, que fa cantar a manera de solista el nou poble de Déu, ella que és la “tympanistria nostra” (sant Agustí), la que marca el compàs joiós del poble de Déu, poble en festa, que aquesta nit, ha passat de mort a vida. IV lectura El Senyor que t’ha reclamat t’estima amb un amor etern Is 54, 5-14; Sal 29, 2 i 4. 5-6. 11 i 12a i 13b La lectura d’Isaïes és gairebé una oda i un poema d’amor. El Senyor en la seva Resurrecció crida l’Esposa abandonada. La mira amb un amor immens: “Jo t’havia abandonat per poca estona, però ara et recobro amb un amor immens“. I promet que ja mai més desapareixerà l’amor que li té. I la “pobra, batuda per les tempestes, desolada“, habitarà la nova Jerusalem. Amb la Resurrecció de Crist, la multitud dels pecadors, dispersats, ha estat convocada, redimida i santificada, i ha entrat a formar part de l’Esposa, ara consolada, ardent d’amor, forta en l’esperança. Aquesta nit cantem intensament himnes de lloança, perquè Crist ha pujat gloriós dels inferns, el plany s’ha acabat, la joia és aquí. Ho canta meravellosament el Salm 29: “Cap al tard tot eren plors, l’endemà són crits de joia“. Són el captard del Divendres sant i l’endemà de l’albada de Pasqua. V lectura Veniu a mi, i us saciaré de vida. Pactaré amb vosaltres una aliança eterna Is 55, 1-11; Sal Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6 En la segona oda d’Isaïes, Déu mateix crida els afamats i “assedegats“, els qui no poden nodrir-se per si mateixos, perduts al desert de la vida, per tal que vagin a Ell, donador de l’aigua de la vida, l’Esperit Sant. També són convidats al Banquet del Regne i establerts en una aliança nova. Queda ben clar que els designis de Déu són diferents dels nostres i es realitzen sempre en virtut de la seva Paraula, eficaç i irrevocable. Avui és la nit en què el Senyor es troba, es deixa trobar: “Cerqueu el Senyor, ara que es deixa trobar“. Els Pares consideren aquest “ara” com a realitzat en la celebració de Pasqua. Es canta després un Salm que no està en el saltiri: el Càntic de la festa dels Tabernacles. La seva resposta: “Cantant de goig sortirem a buscar l’aigua de les fonts de salvació” és una clara referencia a la litúrgia baptismal. VI lectura Avança pel camí que condueix a la claror del Senyor Ba 3, 9-15. 32—4, 4; Sal 18, 8. 8. 10. 11 La sisena lectura pertany a la Saviesa. El poble ha abandonat la saviesa però avui la retroba en Crist Ressuscitat. Ell és la saviesa divina, increada, preexistent abans de la creació i enviada pel Pare en l’Esperit Sant: “S’aparegué aquí a la terra, on convisqué amb els homes“. Els cristians, en aquesta nit santa, esdevenim les estrelles que el profeta contempla, estrelles que brillen pel seu Creador, i en fan festa. L’Església avui abraça la Saviesa de Déu i “avança pel camí que condueix a la claror de la seva llum“, un camí il·luminat per la llum pasqual. L’Església sap que el Senyor li ha donat “paraules de vida eterna“, com cantem al Salm, tot ell un elogi de la Paraula. VII lectura Abocaré sobre vosaltres aigua pura i us donaré un cor nou Ez 36, 16-28; Sal 41, 3. 5bcd; 42, 3. 4 (o bé 50, 12-13. 14-15. 18-19) La profecia d’Ezequiel és meravellosa. Finalment el Senyor cridarà als qui el pecat havia dispersat i els reunirà en la seva Església, on reverenciaran i santificaran el seu Nom amb la pregària que els ensenyà, el Parenostre. Abocarà sobre ells l’”aigua pura” del Baptisme i els serà llevat el “cor de pedra“, per donar-los “un cor nou” on habitarà el seu Sant Esperit, pactant amb ells una aliança nova: “Vosaltres sereu el meu poble, i jo seré el vostre Déu“. Amb el misteri pasqual del Senyor, el Pare ha fet seu per sempre el seu poble i ja mai res ni ningú li prendrà de les mans (Jo 10,28). Després es canta el Salm “Sicut cervus” que expressa la set de l’Esposa, que sense el Senyor mor de set: la imatge sembla bucòlica però no ho és en absolut. La font de l’aigua que la fa viure és el Baptisme. És el Salm per excel·lència de la nit pasqual. Epístola Crist, un cop ressuscitat d’entre els morts, ja no mor més Rm 6, 3-11 Tota la concentració cristològica de l’Antic Testament és donada al Nou Testament. Havent cantat la gran doxologia, “Gloria in excelsis“, il·luminada plenament tota l’aula de la celebració i resplendents els llums de l’altar, a manera d’herald, escoltem la paraula apostòlica, forta i convincent, que es pot resumir així: “Ha Ressuscitat i ressuscitarem amb ell“. És la catequesi darrera pels catecúmens, que ara ja són “electi“, i també pels qui renovaran el sant Baptisme: “Tots els qui hem estat batejats en Jesucrist, hem estat submergits en la seva mort (…) i gràcies al poder admirable del Pare, [Ell] va ser ressuscitat d’entre els morts, [perquè] també nosaltres emprenguem una nova vida. Al·leluia: Sal 117, 1-2. 16ab-17. 22-23 “Ha arribat l’hora de l’al·leluia“, digneu-vos entonar-lo“, deia antigament el diaca al bisbe en aquest moment. L’al·leluia prepara l’anunci més alt de tota la Litúrgia de l’Església. El celebrant entona “in crescendo” l’al·leluia, com una oda infinita, com un “iubilus” que ressona per tota l’eternitat. L’Església canta l’”al·leluia” de la nit de Pasqua amb el Salm 117, el “hal·lel” de la Pasqua d’Israel. És el Senyor qui ho ha fet, i els nostres ulls se’n meravellen. És una joia infinita, és un cant infinit. Evangeli ¿Per què busqueu entre els morts aquell que viu? Lc 24, 1-12 La Resurrecció del Senyor, Déu i Salvador, és l’anunci culminant de l’Evangeli. És el centre de la fe del Nou Testament i de la nostra fe com afirma sant Agustí: “Fides christianorum Resurrectio Christi est“. Per la seva Resurrecció, el Senyor crea l’Església, que espera la glòria del seu adveniment. El que va ser crucificat és el que viu, el Vivent. Segons Lluc això va ocórrer en el clarobscur del primer dia de la setmana, el dia vuitè, que per a la comunitat serà ja des d’aleshores el Dia del Senyor, “Dies Domini“, l’inici d’una nova creació (Gn 1,1). Les tenebres cedeixen per sempre quan arriba l’albada del nou dia. En continuïtat amb tota la narració llucana, són les dones qui s’acosten amorosament al sepulcre del Senyor, d’aquestes, només es donen el nom de tres: Maria, la Magdalena; Joana i Maria, la de Jaume. Elles són les que han seguit el Senyor, com en Lc 8,1-13), presents fins i tot en el moment de la Creu, i ara hi van per a l’última “diaconia“. Entren al sepulcre i no hi troben el cos del Senyor, “Kýrios“, Jesús. La teofania de Lluc és particular: hi ha dos homes, els mateixos de l’Ascensió a Fets 1,10-11, vestits de blanc, símbol d’alegria, victòria i convit nupcial. Les dones reaccionen amb “timor et tremor“, “temor i tremolor“, i no gosen ni mirar-los, “s’inclinaren amb la cara fins a terra“. Elles reben llavors l’anunci més sublim i àlgid: “Per què busqueu entre els morts aquell que viu? No hi és, aquí: ha Ressuscitat“. És la Paraula-Anunci de la Resurrecció. En aquestes paraules es fonamenta tot, absolutament tot. Les missatgeres completaran el missatge: elles recorden ara que Jesús, estant a Galilea, ho havia anunciat. I havent tornat del sepulcre, ho anuncien als Onze. Aquesta és la veritable i la més gran “diakonía” de les dones: “Ser apòstols de la Resurrecció“. Lluc es permet enjudiciar l’actitud dels apòstols: “Els semblà una quimera, i no se les cregueren“. Només Pere es va aixecar i se’n va anar al sepulcre. Ell també s’omple de sorpresa en trobar-lo buit. Les dones, en ésser les primeres a rebre el missatge-anunci de la Resurrecció, tindran sempre aquest honor en l’Església antiga: veure com se’ls reserva lloc a la part de la nau situada sota l’ambó, allà on el diaca proclama l’Evangeli. A partir del fet incontestable de ser en l’Església les primeres dipositàries de l’anunci de la Resurrecció, es pot elaborar una bella teologia sobre el femení en l’Església, com a expressió de la “Ecclesia amoris” que precedeix sempre l’Església del ministeri, “Ecclesia ministerii“. Les santes dones representen també l’Església-Esposa que retroba el Crist-Espòs en l’esplendor de la seva glòria. L’Església que, “radiant de tanta llum“, és Mare fecunda, joiosa pels fills i filles que engendra en el Baptisme, i s’orna de festa pel seu Senyor, a qui rep en el Banquet nupcial de l’Eucaristia. Ella viu de l’amor de l’Espòs i per això escampa aquest amor diví allà on va. Tant sols per do i gràcia, tant les dones com Pere i els deixebles, podien interpretar l’esdeveniment d’un sepulcre buit. Humanament era impossible: ¿qui podia comprendre alguna cosa semblant? Però l’admiració de Pere és el camí de la fe. Encara avui, per a molts, la Resurrecció del Senyor és una quimera. No obstant això, per a nosaltres, si Crist no hagués Ressuscitat absurda seria la nostra fe (1C 15,12-19): Ell és la nostra justificació (Rm 4,22).
Missa del dia de Pasqua Missa del dia: Fets 10, 34a. 37-43; Sal 117, 1-2. 16ab-17. 22-23; Col 3, 1-4 (o bé 1C 5, 6b-8); Jo 20, 1-9 (en lloc d’aquest Evangeli, es pot llegir el de la Vetlla pasqual). Joan i Pere, a l’alba del dia de Pasqua, corren cap al sepulcre i constaten que està buit. Ambdós són representants simbòlics de l’Església: Pere, del ministeri eclesial i Joan, de l’amor eclesial, i tots dos comproven que el lloc de la sepultura està buit. L’amor precedeix la fe, per això el deixeble estimat “Ho veié i cregué“. Al deixeble li és donat de comprendre l’epíleg de l’Aliança de Déu ja que “fins aquell moment encara no havien entès que, segons les Escriptures, Jesús havia de ressuscitar d’entre els morts. En la primera lectura comença la proclamació del llibre dels Fets dels Apòstols, és realment un costum ecumènic i universal. És Pere qui proclama el “kerigma“. L’assemblea no es cansa de cantar una i altra vegada el Salm: “Avui és el dia que ha obrat el Senyor“. Com a segona lectura, es proposa, com alternativa a la Carta als cristians de Colosses, el text clàssic i antic de la Primera carta als de Corint, on se’ns exhorta a celebrar la Pasqua, no amb “llevat vell (el llevat que érem abans, el llevat de la dolenteria i de la malícia)”, sinó amb els pans sense llevat (pans sense fermentar) de la sinceritat i de la veritat“. El text del mateix Apòstol als Colossencs exhorta a cercar els béns de “dalt, on hi ha el Crist, assegut a la dreta de Déu“. El vers al·leluiàtic -després de la venerable seqüència “Victimae paschalis laudes“- ens convida a celebrar la Pasqua en el Senyor. De les dues opcions com a antífona d’entrada, cal ressaltar la primera, donat que és el mateix Senyor qui canta “He ressuscitat, m’he retrobat amb vós, al·leluia“. L’eucologia és teològicament densa: al Prefaci s’escolten les paraules que ressonaran a tots els Prefacis del temps pasqual: “Per això, ple de la gran joia de la Pasqua, d’un cap a l’altre de la terra tot el món exulta“. LA SEQÜÈNCIA DE PASQUA La Seqüència pasqual “Victimae paschali laudes” és una joia de l’espiritualitat pasqual del cristianisme. Gairebé com en un duel medieval, vida i mort van lluitar: el diàleg entre l’orant i Maria Magdalena és deliciós. En la Seqüència un no sap què admirar més, si la lletra o la música, ja que totes dues són sublims per a expressar la victòria del Senyor. La Seqüència és una expansió incontenible de goig per part de l’assemblea per cantar la Resurrecció del Senyor. El seu ús és molt recomanable durant l’Octava i adorna el Diumenge de tots els Diumenges. També es pot cantar com a himne durant tota la Cinquantena pasqual. És la Seqüència més antiga, data de segle IX, atribuint a Wipo de Burgundia (+1048). Les versions en llengua catalana i castellana són de gran bellesa. (Calendari-Directori de l´Any Litúrgic 2022, p.212ss) |