DOMINGO DE PENTECOSTÉS -2022/06/05 – DIUMENGE DE PENTECOSTA
Pentecostés es la plenitud de la cele bración de Pascua. Es la Pascua consumada y continuada, perenne. Pentecostés es el último día de la fiesta, el día que hace cincuenta después de Pascua. El último día es la memoria del Don del Espíritu Santo. Los santos Padres enseñan que Cristo ha sufrido pasión y muerte y ha Resucitado “para entregar el Espíritu“ Santo Tomás dice que, dando el Espíritu, Dios no da un don inferior a sí mismo, sino que se da a sí mismo. El Espíritu convoca la Iglesia, la une en la diversidad y le regala los dones de la unidad, de la santidad y de la apostolicidad. Desde el primer Pentecostés, Cristo, Sacerdote eterno, es quien invoca incesantemente el Espíritu sobre la Iglesia. El Espíritu es también el artífice de los sacramentos. Del mismo modo que vivifica el pan y el vino para que sean el Cuerpo y la Sangre del Señor, vivifica el libro de la Escritura para que sea Palabra viva para nosotros. Dentro de nosotros, en el corazón de cada creyente, es agua viva e impetuosa que clama: “Ven al Padre“· (San Ignacio de Antioquía). Por Él entramos en la comunión trinitaria ya en este mundo, aunque todavía no se ha manifestado la gloria de los hijos e hijas de Dios. Mucho más: la Liturgia es la obra conjunta del Espíritu y de la Iglesia. Sin el Espíritu no hay Liturgia cristiana. “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros co razones” (Rom 5,5). Este mismo amor nos lleva siempre a los pobres: no sin razón, la Secuencia invoca al Espíritu como “Padre de los pobres“, “Pater pauperum“. Misa de la Vigilia: Gén 11, 1-9 (o bien: Éx 19, 3-8a. 16-20b; o bien: Ez 37, 1-14; o bien: Jl 3, 1-5); Sal 103, 1-2a. 24. y 35c. 27-28. 29bc-30; Rom 8, 22-27; Jn 7, 37-39 Observaciones sobre la Vigilia de Pentecostés La Misa vespertina de la Vigilia se puede celebrar, y es recomendable hacerlo así, en forma prolongada, con la proclamación de las cuatro lecturas del Antiguo Testamento y las dos del Nuevo, como figura en el Leccionario I (Domingos y fiestas del Señor). Los Salmos se encuentran en dicho Leccionario, pero las oraciones propias que deben intercalarse entre las lecturas están en el Misal (págs. 374-375). Después de la oración de la 4ª lectura, se entona el “Gloria a Dios en el cielo“, se dice la oración colecta propia, y se continúa con la lectura del Apóstol. La Misa prosigue con la forma acostumbrada. También existe la posibilidad de celebrar la Vigilia con la oración de I Vísperas, como se explicita en el Misal, en la pág. 373, 2a (cf. OGLH, nn. 94 y 96). Téngase presente que cuando no se celebra la forma más extensa de la Vigilia, se escoge simplemente una de las cuatro lecturas del AT con el Salmo responsorial y, en este caso no se dice ninguna oración colecta de la lectura. La Misa de Vigilia de Pentecostés no tiene ninguna analogía con la Vigilia Pascual, es simplemente la Misa de Pentecostés que, como las grandes solemnidades, tiene un formulario propio de Vigilia. En este caso, una lectura más abundante de la Palabra de Dios. Se proclaman cuatro lecturas del Antiguo Testamento haciendo excepción de la ley de la Liturgia romana de no leer jamás el AT durante la Cincuentena, porque las cuatro lecturas explicitan y hacen más comprensible la teología simbólica y litúrgica del acontecimiento de Pentecostés. Cada lectura, con el correspondiente Salmo, va acompañada, según el sistema antiguo, de una oración colecta precedida con el “Oremos“. Pastoralmente no debe parangonarse esta Vigilia a la Vigilia Pascual, que es única e insubstituible. La diferencia respecto a la solemnidad pascual reside en que no se suprime el Oficio de lectura para los que participan en esta Vigilia, como en Pascua, y que las Anáforas contienen los elementos propios de la solemnidad. Es muy significativa desde el punto de vista de la teología litúrgica la colecta de la Misa de la Vigilia. Celebrada la Misa como Vigilia, más si es ya nocturna, se acentúa el aspecto orante de la comunidad eclesial que imita a la comunidad apostólica esperando el Don de Pentecostés, véase la monición del celebrante antes de la Liturgia de la Palabra. La reforma litúrgica quiso recuperar la unidad de la Cincuentena pascual y omitió elementos que la desvirtuaban, la octava de Pentecostés, por ejemplo. La Pentecostés litúrgica es siempre una efusión del Espíritu Santo, cosa que implica una “epíclesis” de la comunidad y al mismo tiempo una “paráclesis” del mismo Espíritu. La “epíclesis” se manifiesta en la eucología menor, en la Secuencia, en el versículo aleluyático, en la oración de todos. A la “epíclesis” corresponde la “paráclesis” del mismo Espíritu. El Señor Resucitado da sin medida el Espíritu Santo transformando el pan y el vino en el Sacramento de su Amor, signo de comunión eclesial, en el deseo de proclamar las maravillas de Dios, en el don de lenguas, en la intercesión y, sobre todo, en la caridad. La creatividad pastoral alrededor de esta Vigilia debe equilibrarse con una buena teología litúrgica, pues de ningún modo debe convertirse en un duplicado de la Vigilia pascual ni en una fiesta del Espíritu Santo, por ejemplo, no hay signos de ningún tipo de lucernario ni menos de Liturgia bautismal. Es simplemente la plenitud de la Pascua. El Espíritu Santo es el primer don de la Resurrección de Cristo que los incluye a todos. Pascua es el acontecimiento fundante e irrepetible y Pentecostés es la vigencia del acontecimiento, siempre vivo, perenne. Es la Pascua consumada y perpetuada. “Se llama Babel, porqué allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra“ En la primera lectura, el relato ancestral de Babel: la “hbris” de los hombres, “vamos a construir una ciudad y una torre que alcance el cielo“, a fin de que los habitantes de la tierra no se dispersen. Pero el Señor los confundió y los dispersó por toda la tierra, además de confundir sus lenguas de manera que nadie se entendiese. La pretensión del espíritu humano, engreído y herido por el pecado original es objeto de la salvación de Dios: en Pentecostés se realiza un Babel contrario. El Espíritu de Dios convocará de nuevo el pueblo y le dará un lenguaje nuevo: el lenguaje de la misma fe y de la misma caridad. “Éste será el pueblo que Dios escogió por heredad“, canta el Salmo responsorial. Será la familia santa congregada por el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo: sacramento de unidad en el mundo, como reza la primera oración colecta. “El Señor descendió al monte Sinaí a la vista del pueblo“ En la segunda lectura, la teofanía del Sinaí. La tierra tembló y el fuego santo descendió sobre el monte de la primera Alianza. La casa donde estaban reunidos los apóstoles, con María y las demás mujeres, también los hermanos del Señor, es el nuevo Sinaí, donde aquellos signos teofánicos se reproducen: el viento, el fuerte sonido, las llamas de fuego. Las palabras de Dios se inscriben no en piedra, sino en los corazones. Allí nace el verdadero pueblo sacerdotal y la nación santa, la posesión personal del Señor. Hoy, dice la oración colecta, se manifiesta en el fuego del Espíritu Santo, la alianza nueva y la ley nueva del amor. En los Salmos se canta a Dios que se manifiesta desde el cielo (opción A) o bien se elogia la Ley nueva con la aclamación del Salmo 18: “Señor, tú tienes palabras de vida eterna“. “Huesos secos, infundiré espíritu sobre vosotros y viviréis“ En la tercera lectura, la célebre visión de Ezequiel sobre los huesos secos, a los que el Espíritu da vida, como signo de la resurrección del pueblo. Éste había adorado a los ídolos y simbólicamente estaba muerto. El Espíritu recibe el nombre según el canon de la fe de las Iglesias: “Señor y dador de vida“. Según su poder, resucitó a Jesús de entre los muertos, y con Él nos resucita a nosotros, muertos por el pecado, para que tengamos vida y “vida en abundancia“. La lectura de la visión de Ezequiel es sorprendente y portentosa, incluso como relato literario. La lectura encuentra eco en la predicación de los apóstoles el día de Pentecostés. La Iglesia es un pueblo de resucitados a la gracia y a la vida eterna, por eso la oración colecta suplica al Señor que dilate el pueblo de los bautizados y el Espíritu sea su guía e inspiración. El precioso Salmo es la acción de gracias de los redimidos: “Que lo confiesen los redimidos por el Señor (…) los que reunió de todos los países, oriente y occidente, norte y sur“. “Sobre mis siervos y siervas derramaré mi Espíritu“ La lectura de la profecía de Joel es obligada, ya que está citada en el capítulo 2 del libro de los Hechos de los Apóstoles, versículos 14-21. El profeta anuncia que el Espíritu será derramado y profetizarán todos, mayores y jóvenes. Pedro, en la mañana de Pentecostés, ante la evidencia de los carismas del Espíritu, predica que la profecía de Joel se cumplía aquel día. El Salmo es por excelencia el propio de Pentecostés: “Envía tu espíritu y repuebla la faz de la tierra“. Es el Salmo primero de la Vigilia Pascual que se repite en la Liturgia del día. Es una lástima que la versión castellana no recoja el sentido de la Vulgata: “Emitte spiritum tuum, et renovabis faciem terrae“. “Renovar” no es lo mismo que “repoblar”. “El Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables“ La epístola es un fragmento del grandioso capítulo 8 de la carta a los Romanos donde el apóstol expone la pneumatología más sublime. En esta creación, donde habitamos, que está gimiendo y sufre dolores de parto, está presente el Espíritu de Dios. Tenemos sus primicias, que dan testimonio en nuestro interior de que somos hijos de Dios. Este Espíritu anima la esperanza e intercede dentro de nosotros “con gemidos inefables“. El cristiano jamás ora solo: su oración está dentro del gemido del Espíritu, a manera de respiración. Debemos orar según los deseos del Espíritu: propiamente, sólo María y los santos oran e interceden según los deseos del Espíritu. Solo Dios sabe cuál es el deseo del Espíritu y si nuestra intercesión es según Dios. “Manarán ríos de agua viva“ Se ha recuperado el Evangelio propio de la antigua Vigilia de Pentecostés (Jn 7, 37-39). “El último día, el más solemne de la fiesta” indica la fiesta judía de los Tabernáculos, y en este caso se refiere a Pentecostés. En el Evangelio escuchamos no la palabra, sino el “grito de Jesús“: “El que tenga sed que venga a mí, ya que dice la Escritura: de sus entrañas (no de los creyentes, sino del Mesías) manarán ríos de agua viva“. El evangelista comenta con una gran profundidad teológica: “Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado“. Estos “ríos de agua viva” manan del costado abierto de Jesús, en un río de gracia que inunda toda la historia teológica de la Iglesia. Misa del día: Hch 2, 1-11; Sal 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34; 1Co 12, 3b-7. 12-13 (o bien: Rom 8, 8-17); Jn 20, 19-23 (o bien: Jn 14, 15-16. 23b-26) La lectura primera, de los Hechos de los Apóstoles, narra el gran acontecimiento de Pentecostés. El Espíritu hace nacer la Iglesia. Realmente hoy es su día fundacional. El Espíritu se manifiesta con toda la riqueza simbólica bíblica, sonido, viento y fuego. Se revela también en forma de “lenguas, como llamaradas“, sobre los apóstoles, para que también sus palabras sean ardientes para anunciar, ya sin miedo, y a todos los pueblos, la Resurrección de Jesucristo. El Espíritu llena en su totalidad la Iglesia, y a cada uno de los discípulos y discípulas. Comienza la misión universal de la comunidad apostólica. Los destinatarios de la misión son todos los pueblos representados por “los extranjeros que se encontraban en Jerusalén“. El Espíritu Santo, a diferencia de Babel, hará comprensible todos los lenguajes en el idioma de una misma fe y de una misma caridad. Ese mismo Espíritu, según enseña Pablo en la segunda lectura, se manifiesta en la diversidad de “carismas“, de “ministerios” y de “actuaciones” distribuidos a la comunidad. Todos proceden de su unidad y tienden a su unidad. y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo“. Cada manifestación particular está al servicio de la plenitud de la unidad, ya que “lo mismo que el cuerpo es uno y tiene, muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo”. En el Evangelio se relata la presencia del Señor Resucitado en medio de la comunidad apostólica. El Señor de la gloria que se manifiesta con las marcas de su pasión y que comunica a los suyos la paz. La paz de un mundo reconciliado con Dios en su persona. Más todavía: Él que murió entregando su espíritu al Padre, ahora expira el Espíritu a los discípulos. Lo exhala sobre ellos, como una nueva creación; desde ahora la comunidad apostólica será “pneumatófora“, portadora del Espíritu, y por eso podrá perdonar los pecados. Este Espíritu no actúa sólo en el interior de la comunidad. Actúa hacia lo exterior, en el relato del primer Pentecostés, para que la Iglesia, impulsada por el Espíritu se abra al mundo y predique que Jesús es el Señor. Desde el primer Pentecostés siempre es Pentecostés en la casa de la Iglesia. Allí donde los hombres confiesan que Jesús es el Señor, el Espíritu es regalado, “ubi ecclesia, ibi Spiritus” y este mismo Espíritu enriquece al Cuerpo de Cristo con una gran abundancia de dones y carismas. Así lo enseña san Pablo en la segunda lectura. No hay que olvidar las lecturas para el Ciclo C que son opcionales. El Evangelio por excelencia del día de Pentecostés es el del Ciclo A. Para el ciclo C se propone como segunda lectura un fragmento del capítulo 8 de la Carta a los Romanos donde el Apóstol expone claramente que debemos dejarnos guiar por el Espíritu que nos ha sido dado. Ello no se lleva a cabo sin lucha contra aquello que la sagrada Escritura llama carne, todo lo mundano. Pablo afirma lo más grandioso: “Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos“. Hay que ser hombres y mujeres de oración para entender y experimentar esto. El Espíritu se manifiesta en la libertad de los hijos de Dios para hacer el bien y practicar la justicia. El texto evangélico se ha seleccionado de un fragmento del discurso de despedida de Jesús donde habla de la promesa del Espíritu Santo. Él será la memoria de las palabras de Jesús en la Iglesia y quien hará posible la inhabitación trinitaria, ya que sólo por el Espíritu es posible que el Padre y Jesús nos amen y habiten en nosotros: “Vendremos a él y haremos morada en él“. Esto es real por la donación del Paráclito: Dios en tanto que participado por noso tros como gracia. Con la celebración de las II Vísperas, concluye el tiempo de Pascua. (Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2022, p.288ss) |
Pentecosta és la plenitud de la celebració de Pasqua. És la Pasqua consumada i continuada, perenne. Pentecosta és l’últim dia de la festa, el dia que fa cinquanta després de Pasqua. L’últim dia és la memòria del Do de l’Esperit Sant. Els sants Pares ensenyen que Crist ha sofert passió i mort i ha Ressuscitat “per lliurar- nos l’Esperit“. Sant Tomàs diu que, donant l’Esperit, Déu no dóna un do inferior a si mateix, sinó que es dóna Ell mateix. L’Esperit convoca l’Església, la uneix en la diversitat i li regala els dons de la unitat, de la santedat i de l’apostolicitat. Des de la primera Pentecosta, Crist, Sacerdot etern, és qui invoca incessantment l’Esperit sobre l’Església. L’Esperit és també l’artífex dels sagraments. De la mateixa manera que vivifica el pa i el vi perquè siguin el Cos i la Sang del Senyor, vivifica el llibre de l’Escriptura perquè sigui Paraula viva per a nosaltres. Dins de nosaltres, al cor mateix de cada creient, és aigua viva i impetuosa que clama: “Vine cap al Pare” (Sant Ignasi d’Antioquia). Per Ell entrem dins la comunió trinitària ja en aquest món, malgrat encara no s’ha manifestat la glòria dels fills i filles de Déu. Molt més: la Litúrgia és l’obra conjunta de l’Esperit i de l’Església. Sense l’Esperit no hi ha Litúrgia cristiana. “L’amor de Déu ha estat vessat en els nostres cors” (Rm 5,5). Aquest mateix amor ens porta sempre als pobres: no sense raó, la Seqüència invoca l’Esperit com a “Pare dels pobres“, “Pater pauperum“. Missa de la vigília Lects. bíbliques:: Gn 11, 1-9 (o bé: Ex 19, 3-8a. 16-20b; o bé: Ez 37, 1-14; o bé: Jl 3, 1-5); Sal 103, 1-2a. 24. i 35c. 27-28. 29bc-30; Rm 8, 22-27; Jo 7, 37-39 La Missa vespertina de la Vigília es pot celebrar, i és recomanable fer-ho així, en forma perllongada, amb la proclamació de les quatre lectures de l’Antic Testament i les dues del Nou, com figura al Leccionari dominical. Els Salms no es troben en aquest Leccionari sinó al Missal Romà (pàgs. 312-317), així com les oracions pròpies que s’han d’intercalar entre les lectures. Després de l’oració de la 4a lectura, s’entona el “Glòria a Déu a dalt del cel“, es diu l’oració col·lecta pròpia, i es continua amb la lectura de l’Apòstol. La Missa prossegueix amb la forma acostumada. També hi ha la possibilitat de celebrar la Vigília amb la pregària de I Vespres, com s’explicita al Missal, a la pàg. 312 (cf. OGLH, nn. 94 i 96). Cal tenir present que quan no se celebra la forma més extensa de la Vigília, s’escull simplement una de les quatre lectures de l’AT amb el Salm responsorial i, en aquest cas, no es diu cap oració col·lecta de la lectura. La Missa de la Vigília de Pentecosta no té cap analogia amb la Vetlla Pasqual, és simplement la Missa de Pentecosta que, com les grans solemnitats, té un formulari propi de Vigília. En aquest cas, una lectura més abundant de la Paraula de Déu. Es proclamen quatre lectures de l’Antic Testament fent excepció de la llei de la Litúrgia romana de no llegir mai l’Antic Testament durant la Cinquantena, perquè les quatre lectures expliciten i fan més comprensible la teologia simbòlica i litúrgica de l’esdeveniment de Pentecosta. Cada lectura, amb el Salm corresponent, va acompanyada, segons el sistema antic, d’una oració col·lecta precedida amb el “Preguem“. Pastoralment, no ha de comparar-se aquesta Vigília amb la Vetlla Pasqual, que és única i insubstituïble. La diferència respecte la solemnitat pasqual rau en que no se suprimeix l’Ofici de lectura pels qui participen en aquesta vetlla, com a Pasqua, i que les “anàfores” contenen els elements propis de la solemnitat. És molt significativa des del punt de vista de la teologia litúrgica la col·lecta de la Missa de la Vigília. Celebrada la Missa com a “vigília“, més si és ja nocturna, s’accentua l’aspecte orant de la comunitat eclesial que imita la comunitat apostòlica esperant el Do de Pentecosta, vegi’s la monició del celebrant abans de la Litúrgia de la Paraula. La reforma litúrgica va voler recuperar la unitat de la Cinquantena pasqual i va ometre elements que la desvirtuaven, l’octava de Pentecosta, per exemple. La Pentecosta litúrgica és sempre una efusió de l’Esperit Sant, cosa que implica una “epiclesis” de la comunitat i ensems una “paràclesis” del mateix Esperit. Dita “epiclesis” es manifesta en l’eucologia menor, a la Seqüència, en el verset al·leluiàtic, en l’oració de tots. A la “epiclesis” correspon la “paràclesis” del mateix Esperit. El Senyor Ressuscitat dóna “sense mesura” l’Esperit Sant transformant el pa i el vi en el Sagrament del seu Amor, signe de comunió eclesial, en el desig de proclamar les meravelles de Déu, en el do de llengües, en la intercessió i, sobretot, en la caritat. La creativitat pastoral al voltant d’aquesta Vigília s’ha d’equilibrar amb una bona teologia litúrgica, doncs de cap manera pot convertir-se en un duplicat de la Vetlla pasqual ni en una festa de l’Esperit Sant, per exemple, no hi ha signes de cap tipus de lucernari i molt menys de Litúrgia baptismal. És simplement la plenitud de la Pasqua. L’Esperit Sant és el primer Do de la Resurrecció de Crist que els inclou tots. Pasqua és l’esdeveniment fundant i irrepetible i Pentecosta és la vigència de l’esdeveniment, sempre viu, perenne. És la Pasqua consumada i perpetuada. “La ciutat porta el nom de Babel, perquè allà el Senyor posà la confusió en el llenguatge de tot el món“ En la primera lectura, el relat ancestral de Babel: la “hýbris” dels homes, “construïm-nos una ciutat, amb una torre que arribi fins al cel” per tal que els habitants de la terra no es dispersin. Però el Senyor els desbaratà i els va dispersar per tota la terra, a més de confondre les seves llengües de manera que ningú s’entengués. La pretensió de l’esperit humà, cregut i ferit pel pecat original, és objecte de la salvació de Déu: en la Pentecosta es realitza un Babel contrari. L’Esperit de Déu convocarà de nou el poble i li donarà un llenguatge nou: el llenguatge de la mateixa fe i de la mateixa caritat. “Feliç el poble que el Senyor s’ha escollit per heretat“, canta el Salm responsorial. Serà “aquell poble que, reunit i unificat, en el Pare, el Fill, i l’Esperit Sant, manifesti al món el misteri de santedat i unitat divina” (cf. primera oració col·lecta). “El Senyor baixà a la muntanya del Sinaí davant de tot el poble“ En la segona lectura, la teofania del Sinaí. La terra tremolà i el foc sant baixà sobre la muntanya de la primera Aliança. La casa on estaven reunits els apòstols, amb Maria i les altres dones, també els germans del Senyor, és el nou Sinaí, on aquells signes teofànics es reprodueixen: el vent, el so fortíssim, les flames de foc. Les paraules de Déu ja no s’inscriuen en pedra, sinó en els cors. Allí neix el veritable poble sacerdotal i la nació santa, la possessió personal del Senyor. Avui, diu l’oració col·lecta, es revela “amb el foc de l’Esperit Sant” l’aliança nova i la llei nova de l’amor. En els Salms es canta Déu que es manifesta “al firmament del cel” (primera opció) o bé s’elogia la Llei nova amb l’aclamació del Salm 18 (segona opció): “Senyor, vós teniu paraules de vida eterna“. “Ossos descarnats, faré entrar dins vostre l’esperit, i recobrareu la vida“ En la tercera lectura, la cèlebre visió d’Ezequiel sobre els “ossos del tot descarnats“, als que l’Esperit dóna vida, com a signe de la resurrecció del poble. Aquest havia adorat els ídols i simbòlicament era mort. L’Esperit rep el nom segons el cànon de la fe de les Esglésies: “És Senyor i infon la vida“. Segons el seu poder, va ressuscitar Jesús d’entre els morts, i amb Ell ens ressuscita a nosaltres, morts pel pecat, perquè tinguem vida i “vida a desdir“. La lectura de la visió d’Ezequiel és sorprenent i portentosa, fins i tot com a relat literari. Troba ressò en la predicació dels apòstols el dia de Pentecosta. L’Església és un poble de ressuscitats a la gràcia i a la vida eterna, per això l’oració col·lecta (primera opció) suplica al Senyor que acreixi el poble dels batejats i l’Esperit sigui la seva guia i inspiració. El preciós Salm és l’acció de gràcies dels redimits: “Que parlin els que el Senyor ha redimit, (…) els que ha aplegat de tots els països, de llevant i de ponent, del nord i del migdia“. “Abocaré el meu Esperit sobre els meus esclaus i esclaves“ La lectura de la profecia de Joel és obligada, ja que està citada al capítol 2 de llibre dels Fets dels Apòstols (versets 14-21). El profeta anuncia que l’Esperit serà vessat i profetitzaran tots, joves i grans. Pere, el matí de Pentecosta, davant l’evidència dels carismes de l’Esperit, predica que la profecia de Joel s’acomplia aquell dia. El Salm és per excel·lència el propi de Pentecosta: “Quan envieu el vostre alè, Senyor, renoveu la vida sobre la terra“. És el Salm primer de la Vetlla Pascual que es repeteix en la Litúrgia del dia. És un goig que la versió catalana reculli el sentit de la Vulgata: “Emitte Spiritum tuum, et renovabis faciem terrae“. “Renovar” o “renéixer” significa molt més que “repoblar“. “L’Esperit intercedeix amb gemecs que no es poden expressar“ L’epístola és un fragment del grandiós capítol 8 de la carta als Romans on l’Apòstol exposa la pneumatologia més sublim. En aquesta creació, on habitem, que està gemegant i pateix dolors de part, és present l’Esperit de Déu. Tenim les seves primícies, “com a primers fruits“, que donen testimoni en el nostre interior que som fills de Déu. Aquest Esperit anima l’esperança i intercedeix dins nostre “amb gemecs que no es poden expressar“, inefables. El cristià mai prega sol: la seva pregària és dins “els gemecs” de l’Esperit, a manera de respiració. Hem de pregar segons els desitjos de l’Esperit: pròpiament, només Maria i els sants preguen i intercedeixen segons “el deler de l’Esperit“. Només Déu sap quin és el desig de l’Esperit i si la nostra intercessió és segons Déu. “Naixeran rius d’aigua viva“ S’ha recuperat l’Evangeli propi de l’antiga Vigília de Pentecosta (Jo 7,37-39). “El darrer dia, el dia més solemne de tota la vuitada” indica la festa jueva dels Tabernacles, i en aquest cas es refereix a la Pentecosta. En l’Evangeli escoltem no la paraula, sinó “el crit de Jesús“: “Si algú té set, que vingui a mi, i que begui. Com diu l’Escriptura, naixeran rius d’aigua viva de l’interior“, no dels creients, sinó del Messies. L’evangelista comenta amb una gran profunditat teològica: “Llavors encara no havia vingut l’Esperit, perquè Jesús encara no havia estat glorificat“. Aquests “rius d’aigua viva” brollen del costat obert de Jesús, en un riu de gràcia que inunda tota la història teològica de l’Església. Missa del dia: Fets 2, 1-11; Sal 103, 1ab i 24ac. 29bc-30. 31 i 34; 1C 12, 3b-7. 12-13 (o bé: Rm 8, 8-17); Jo 20, 19-23 (o bé: Jo 14, 15-16. 23b-26) La lectura primera, dels Fets dels Apòstols, narra el gran esdeveniment de la Pentecosta. L’Esperit fa néixer l’Església. Realment avui és el seu dia fundacional. L’Esperit es manifesta amb tota la riquesa simbòlica bíblica, so, vent i foc. Es revela també en forma de “llengües de foc” sobre els apòstols, perquè també les seves llengües esdevinguin ardents per anunciar, ja sense por, i a tots els pobles la Resurrecció de Jesucrist. L’Esperit omple en la seva totalitat l’Església, i cadascun dels deixebles. Comença la missió universal de la comunitat apostòlica. Els destinataris de la missió són tots els pobles representants pels estrangers “que residien a Jerusalem provinents de totes les nacionalitats que hi ha sota el cel“. L’Esperit Sant, a diferència de Babel, farà comprensible tots els llenguatges en l’idioma d’una mateixa fe i d’una mateixa caritat. Aquest mateix Esperit, segons ensenya Pau a la segona lectura, es manifesta en la diversitat de “dons“, carismes, de “serveis“, ministeris, i “miracles“, actuacions, distribuïts a la comunitat. Tots procedeixen de la seva unitat i tendeixen a la seva unitat. Cada manifestació particular està al servei de la plenitud de la unitat, “perquè el Crist és com el cos humà: és un, encara que tingui molts membres, ja que tots els membres, ni que siguin molts, formen un sol cos“. En l’Evangeli es narra la presència del Senyor Ressuscitat enmig de la comunitat apostòlica. El Senyor de la glòria que es manifesta amb les marques de la seva passió i que comunica als seus la pau. La pau d’un món reconciliat amb Déu en la seva persona. Més encara: Ell, que va morir lliurant el seu esperit al Pare, ara expira l’Esperit als deixebles. L’exhala, “alena damunt d’ells“, com una nova creació; des d’ara, la comunitat apostòlica serà “pneumatòfora“, portadora de l’Esperit i per això podrà perdonar els pecats. Aquest Esperit no actua tant sols a l’interior de la comunitat. Actua cap a l’exterior, en el relat de la primera Pentecosta, per tal que l’Església, impulsada per aquest mateix Esperit, s’obri al món i prediqui que Jesús és el Senyor. Des de la primera Pentecosta, sempre és Pentecosta a la casa de l’Església. Allà on els homes i dones confessen que Jesús és el Senyor, l’Esperit és regalat, “ubi ecclesia, ibi Spiritus” i aquest mateix Esperit enriqueix el Cos de Crist amb una gran abundància de dons i carismes. Així ho ensenya sant Pau en la segona lectura. No cal dir que les lectures per al Cicle C són opcionals. L’Evangeli per excel·lència del dia de Pentecosta és el del Cicle A. Per al cicle C es proposa com a segona lectura un fragment del capítol 8 de la Carta als Romans on l’Apòstol exposa clarament que hem de deixar-nos guiar per l’Esperit que ens ha estat donat. Això no es duu a terme sense lluita contra allò que la Sagrada Escriptura anomena “carn“, tot allò mundà. Pau afirma quelcom grandiós: “Així l’Esperit s’uneix personalment al nostre esperit per donar testimoni que som fills de Déu. I si som fills, també som hereus“. Hom ha d’ésser homes i dones de pregària per a entendre-ho i experimentar-ho. L’Esperit es manifesta en la llibertat dels fills de Déu per a fer el bé i practicar la justícia. El text evangèlic s’ha seleccionat d’un fragment del discurs de comiat de Jesús on parla de la promesa de l’Esperit Sant. Ell serà la memòria de les paraules de Jesús en l’Església i qui farà possible la inhabitació trinitària, ja que només per l’Esperit és possible que el Pare i Jesús ens estimin i habitin en nosaltres: “Vindrem a viure amb ell“. Això és real per la donació del Paràclit: Déu en tant que participat per nosaltres com a gràcia. Amb la celebració de les II Vespres, acaba el temps de Pasqua De la mistagògia dels Pares Vine, llum veritable. Vine, vida eterna. Vine, misteri ocult. Vine, tresor sense nom. Vine, realitat inefable. Vine, Persona inconcebible. Vine, felicitat sense fi. Vine, llum sense posta. Vine, esperança infal·lible de tots els que han de ser salvats. Vine, despertar dels que dormen. Vine, resurrecció dels morts. Vine, oh poderós, que ho fas sempre tot nou i ho refàs i transformes amb el teu únic poder. Vine, oh invisible i totalment intangible i impalpable. Vine, tu que sempre romans immòbil i a cada instant et mous tot sencer i vens a nosaltres, prostrats a l’abisme, oh tu, que estàs per sobre de tots els cels. Vine, oh Nom benamat i adorat arreu, del qual expressar l’ésser o conèixer la naturalesa roman prohibit. Vine, goig etern. Vine, corona imperible. Vine, porpra del gran rei, el nostre Déu. Vine, cintura cristal·lina i rutilant de joies. Vine, sandàlia inaccessible. Vine, porpra reial. Vine, mà veritablement sobirana. Vine, tu que has desitjat i desitges la meva ànima miserable. Vine tu, el Sol, a aquell que roman sol, ja que tu vols que estigui sol. Vine, tu que m’has separat de tot i m’has fet solitari en aquest món. Vine, tu, convertit en tu mateix en el meu desig, que has fet que et desitgés; tu, l’absolutament inaccessible. Vine, el meu alè i la meva vida. Vine, consol de la meva pobra ànima. Vine, el meu goig, la meva glòria, la meva delícia sens fi. De Sant Simeó, “el nou teòleg” (Calendari-Directori de l´Any Litúrgic 2022, p.282ss) |