2020 – DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO
La concordancia entre la primera lectura de Isaías y el Evangelio es perfecta, es una cita literal: “para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías“.
En Dios nada se precipita.
Jesús, al enterarse del encarcelamiento de Juan, vuelve a Galilea, pero no a Nazaret, sino a Cafarnaún, la ciudad medio judía y pagana.
Allí, como una profecía, la Luz, Él mismo, empieza a brillar para “los que habitaban en tierra y sombras de muerte“.
He aquí que, en medio de la ciudad de los hombres y las mujeres, está la presencia escondida de Dios.
Desde allí se siente fuerte la llamada a la conversión: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos“.
En la sinopsis, la palabra de Jesús “está cerca el reino de los cielos” significa “tener delante“: porque Cristo ha venido, me he de convertir.
No al revés.
La misión de Jesús no es individualista: desde el principio llamada cooperadores, en el sentido propio de la palabra, que actúen juntamente con Él.
Los discípulos oyen la invitación sobrecogedora: “Venid en pos de mí“.
Ellos lo abandonan todo para seguirle, pero al final, ellos serán los mismos que le dejarán solo.
Le abandonarán en la Cruz.
En la segunda lectura, queda claro que en la Iglesia están prohibidos los partidos y las divisiones.
Todos formamos parte del Cristo.
En esta cuestión se juega algo tan grande y esencial como la eficacia de la cruz de Jesús: “Para no hacer ineficaz la cruz de Cristo“.
Toda persona que conoce el Cristo y contempla en la fe su Rostro puede cantar: “El Señor es mi luz y mi salvación“.
Domingo de la Palabra de Dios Con el Motu proprio “Aperuit Illis”, publicado el 30 de septiembre del pasado año, el Papa Francisco ha instaurado el Domingo de la Palabra de Dios, estableciendo su celebración el III Domingo del Tiempo Ordinario, y dedicado de forma especial a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios. Para el Sumo Pontífice, esta celebración permite que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable.
(Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2020, Liturgia fovenda, p. 107)